CÓMO DESTRUIR UNA FAMILIA

Los Salmos 127 y 128 brindan un refugio de prosperidad y paz.

Solo bastaron 14 años para que Corey tomara su decisión de cambio de género. Así, se transformaría en una niña de esa edad, aunque biológicamente es un varón. Para lograr esto, su mamá le regaló la primera caja de estrógenos a fin de comenzar el proceso de hormonización. Los resultados de su cambio corporal no tardaron en llegar. Sin embargo, esta no fue la única transformación en el hogar de Corey, ubicado en Detroit (Michigan, EE. UU.). Tiempo más tarde, Erica (su mamá) se autopercibió como hombre, iniciando así su proceso de modificación. Hoy tiene rasgos masculinos y se llama Eric. Estos cambios recibieron el apoyo incondicional de Les (esposo de Erica) y de sus hijos: Chelsea, de 22 años; Kailee, de 14; Ellen, de 8; Willow, de 6; y Savanna, de 4. Desde luego, esta noticia recibió la aceptación de los medios masivos de comunicación y de las redes sociales por ser un ejemplo de familia “trans”, moderna, de mente abierta y deconstruida.

Estos son los tiempos en los que vivimos. Astuto, Satanás ha logrado normalizar lo que está mal. Y así nos va como individuos y como sociedad. Sagaz, el Enemigo sabe que debe trastornar la receta básica que  el amante Creador dio en el Edén: una familia heterosexual y monogámica que vive alejada de la ciudad en un ambiente natural; que trabaja dignamente y consume semillas, frutas y verduras; que guarda el sábado como día de reposo; que tiene un estilo de vida sencillo y generoso; y que cultiva una relación diaria e íntima con Dios. El éxito de la comida chatarra, la popularidad de familias como las de Coray, el domingo como día de adoración en la mayoría de las iglesias, y el estilo de vida consumista y urbano son muestras tristemente palpables de la (circunstancial) victoria del plan del Príncipe de las tinieblas.

El ardid del Diablo para destruir a las familias empezó en Génesis 4, con el primer fratricidio en la historia de la humanidad. Y continúa hasta hoy. Veamos cómo opera:

1-Nos alienta a no seguir los consejos divinos. Los Salmos 127:1 y 128:1 dicen que si no colocamos a Dios en primer lugar en el hogar de nada sirve la construcción de una familia. En hebreo, las palabras ben (hijo), bath (hija) y beth (casa) provienen del término banah, que significa construir. Es en vano edificar sin Dios como cimiento. La felicidad radica en la fidelidad a los mandatos divinos.

2-Nos complica la vida con múltiples actividades para no hacer del culto familiar una prioridad. Salmo 127:2 (NTV) aconseja: “Es inútil que te esfuerces tanto, desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche”. Por su parte, Salmo 128:2 va en el mismo sentido, al sostener el necesario equilibro para vivir de nuestro trabajo. Pero una vorágine de tareas nos acorrala y ametralla hasta el límite de nuestra vitalidad. Desequilibrados en nuestras horas de descanso y desordenando nuestras prioridades, hacer ejercicio físico es un lujo e invertir tiempo para reunirnos en familia para cantar, orar y estudiar la Biblia es casi una especie en extinción.

3-Nos incentiva a descuidar lo más importante. Los Salmos 127:3 al 5 y 128:3 al 6 nos invitan a considerar que el tesoro más grande que podemos tener en esta vida no es nuestro trabajo, ni nuestro dinero ni nuestros talentos. No. Es nuestra familia; y en ella deberíamos invertir la mayor parte de nuestro tiempo, dinero y talentos. El padre debería ser el pastor de ese rebaño, el sacerdote de esa pequeña grey y el líder espiritual de ese hogar.

Satanás pretende moldear a las nuevas generaciones para que tengan una enemistad hacia el concepto de familia, de iglesia y de Dios. Por eso, estas austeras líneas conforman un triple llamado a la acción:

1-A los padres. Sean faros y referentes espirituales. Que en su hogar los hijos siempre encuentren una atmósfera de diálogo, consejos, compañerismo y amor. Que siempre encuentren una educación bíblica y un momento para orar y estudiar juntos la Palabra de Dios.

2-A los líderes. Sean mentores y guías espirituales. Enseñen con veracidad bíblica y respalden esa enseñanza con una vida acorde a ella. Capacítense para entender y ayudar mejor a las nuevas generaciones.

3-A la iglesia. Que, lejos de ser paredes huecas, sea un arca de refugio y protección. Un templo que promueva la santidad y no la profanidad; la reverencia y no la liviandad; la verdadera adoración al Altísimo y no la teatralidad de un show para entretener.

Todo lo que nos aleja del plan original de Dios no es un progreso, es un retroceso. Si la Biblia dice que algo es pecado o está mal, nuestra opinión al respecto o nuestra autopercepción impulsada por la cultura en relación con ello carece de valor.

El ideal de Dios no es una familia “trans”; sino una transformada a su imagen por su gracia y su poder.

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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