ALABANDO DESDE LA CUEVA

El Salmo 34, o el canto de fe de un hombre perseguido

Los idiomas tienen esas particularidades que nos atraen y atrapan. Son curiosidades que sorprenden, aunque a veces carezcan de sentido, pero que muchas veces nos invitan a reflexionar acerca de sus propósitos. Una de ellas son las palabras extensas. Un pueblo situado en la isla galesa de Anglesey (Reino Unido) tiene el tercer nombre más largo del mundo. Se suele abreviar como Llanfair PG, pero el topónimo completo cuenta con 58 letras y es Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch. El puesto número dos en este podio de nombres largos de lugares lo obtiene una colina ubicada en Nueva Zelanda. Se la conoce como Taumata Hill, pero el nombre completo tiene 85 letras y es Taumatawhakatangihangakoauauotamateaturipukakapikimaungahoronukupokaiwhenuakitanatahu.

Desde luego, estos dos lugares ceden el primer puesto a la ciudad con el nombre más largo. Se trata de Bangkok, capital de Tailandia. En realidad, los habitantes del país no la llaman así, sino Krung Thep. No obstante, el nombre completo de esta polis es Krung Thep Mahanakhon Amon Rattanakosin
Mahinthara Ayuthaya Mahadilok Phop Noppharat Ratchathani Burirom Udomratchaniwet Mahasathan Amon Piman Awatan Sathit Sakkathattiya Witsanukam Prasit. ¿Qué significa esto? “La ciudad de los ángeles, la gran ciudad, la residencia del Buda Esmeralda, la inexpugnable ciudad del Dios Indra, la gran capital del mundo dotada de nueve gemas preciosas, la ciudad feliz, abundante, en un enorme Palacio Real que se asemeja a la morada celestial donde reina el dios reencarnado, una ciudad dada por Indra y construida por Vishnukarn».

Sin duda, a todos nos gustaría vivir en una ciudad de ángeles, que sea segura, que contenga riquezas y palacios, que se asemeje al Cielo y en donde reine la felicidad. Lejos de esta realidad, David estaba escondido en una cueva peligrosa e inhóspita, desestabilizado por el hambre y con el riesgo latente de que esos aullidos de animales salvajes se hagan realidad. Pero tenía, además, un enemigo mucho peor que los externos: sus propios miedos interiores, siempre perturbadores y dispuestos a oscurecer el alma.
Perseguido por Saúl y desterrado de los dominios de Israel; desechado por el rey de Filistea y expulsado de sus territorios, David quedó atrapado en la incertidumbre de no saber qué hacer ni a dónde ir. Toda su vida parecida derrumbarse como Goliat en el Valle de Ela.
En este contexto devastador, propio de un páramo mortuorio, el Dulce cantor de Israel compone el Salmo 34. Sus 22 versículos reflejan fe absoluta y confianza plena en Dios, aunque la situación era pésima (ver 1 Samuel 21:1-13 y 22:1-5).

Veremos a continuación tres reflexiones fundamentales sobre el Salmo 34.

1-La belleza poética: Este salmo es un acróstico, es decir, una composición poética constituida por versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman un vocablo o una frase. Cada verso comienza con otra letra del alfabeto hebreo (solo falta la letra waw). El propósito de esta forma de presentación es fomentar el aprendizaje y la memorización. En medio de la crisis es necesario recordar y repetir estas palabras. Otros salmos acrósticos son el 9, 10, 25, 37, 111, 112, 119 y 145.

2-La presencia divina: No nos equivocamos al sostener que uno de los primeros versículos que los niños memorizan es Salmo 34:7: “El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. La presencia y auxilio constante de los guardianes celestiales es una de las promesas más alentadoras de la Biblia. En la angustia previa al encuentro con el engañado Esaú, los ángeles de Dios acompañan al arrepentido mellizo menor. Jacob llama a ese lugar “campamento de Dios” (Gén. 32:1, 2). Con toda razón humana, la perturbación del siervo de Eliseo era válida y como la que cualquiera de nosotros hubiéramos tenido al ver al poderoso ejército sirio sitiando la ciudad. “¿Qué haremos?” (2 Rey. 6:15), preguntó el criado. La respuesta de paz del profeta de Dios no se hizo esperar: “No temas; porque más están con nosotros que con ellos” (vers. 16). Luego, los ojos del siervo fueron abiertos y notó el ejército de ángeles cuidándolos.
Aunque no lo veamos, Dios siempre está. Nosotros debemos ser fieles e íntegros, apartándonos del mal y buscando la paz. Dios escucha ahora tu clamor (Sal. 34: 14-17).

3-La alabanza inverosímil: David afirma (y lo sabe por la experiencia que está viviendo) que “muchas aflicciones puede tener el justo, pero de todas lo libra el Señor” (vers. 19). Aun en la cueva, David sabe que “el Señor redime a sus siervos. Ninguno de los que confían en él será condenado” (vers. 22). Por la fe, David eleva sus ojos visualizando el futuro vindicador que asoma ante este presente desolador.
La cueva en la que te encuentras encerrado hoy es una ciudad de ángeles dispuestos a liberarte. Lee este acróstico divino y medita en sus palabras.

 

Autor

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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