¿Se autodestruirá la humanidad?
Así presentaba esta noticia el periódico USA Today:
El mundo está más cerca de la aniquilación de lo que ha estado nunca desde que se lanzaron las primeras bombas nucleares al final de la Segunda Guerra Mundial, declaró el martes el Boletín de los Científicos Atómicos. La hora del Reloj del Juicio Final se adelantó de 100 segundos a medianoche a 90 segundos a medianoche.
Se trata de un reajuste de lo que se conoce como el Reloj del Juicio Final, un proyecto del Boletín de Científicos Atómicos que ya lleva décadas, con una esfera de reloj en la que la medianoche representa el Armagedón.
Entre las maniobras nucleares de Rusia en su guerra contra Ucrania, las amenazas reales del cambio climático cada vez más graves, y las preocupaciones actuales sobre posibles pandemias causadas por los seres humanos que invaden zonas anteriormente salvajes, el Boletín decidió poner el reloj lo más cerca posible de la medianoche. El mundo se enfrenta a una tormenta con consecuencias a nivel de extinción, exacerbada por la invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia. Esto explica el último adelanto del reloj, dijo Mary Robinson, expresidenta de Irlanda y anteriormente Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Desde su creación en 1947, el reloj ha fluctuado entre dos y 17 minutos antes del fin del mundo. Ahora, en 2023, los científicos han manifestado que el fin está más cerca que nunca antes: a solo 90 segundos. Claro, la preocupación de estos científicos atómicos ha estado basada en la capacidad de autodestrucción que la misma humanidad tiene, no sobre las profecías bíblicas.
Sin embargo, si bien la posibilidad de hacer uso de esta capacidad atómica para destruir el planeta puede relacionarse, en términos generales, con una de las señales del tiempo del fin que Jesús mencionó en su discurso profético de Mateo 24 (a saber, el aumento de las guerras y los rumores de guerras), hay otro aspecto del tiempo del fin que podemos explorar en relación con la noticia de un nuevo adelanto de las manecillas del reloj, que anuncia la cercanía del fin según estos científicos.
En particular, me refiero a que, entre otras cosas, el tiempo antes de la Segunda Venida no se ha alargado solo por la misericordia divina (2 Ped. 3:9), sino también tiene que quedar en clara evidencia lo que el pecado y los principios de Satanás han causado al mundo perfecto que Dios creó originalmente. Todavía el fruto del mal no ha llegado a madurar completamente sobre este mundo. Pero cuando lo haga, no dejará dudas con respecto a su naturaleza destructiva.
Así lo expresa Elena de White en El conflicto de los siglos, p. 553: “La rebelión de Satanás, cual testimonio perpetuo de la naturaleza y de los resultados terribles del pecado, debía servir de lección al universo en todo el curso de las edades futuras. La obra del gobierno de Satanás, sus efectos sobre los hombres y los ángeles, harían patentes los frutos del desprecio de la autoridad divina. Testificarían que de la existencia del gobierno de Dios y de su ley depende el bienestar de todas las criaturas que él ha creado. De este modo, la historia del terrible experimento de la rebelión sería para todos los seres santos una salvaguardia eterna, destinada a precaverlos de ser engañados con respecto a la naturaleza de la transgresión, y a guardarlos de cometer pecado y de sufrir su consiguiente castigo”.
Sí, estamos a minutos de la medianoche. Incluso una visión secular de los acontecimientos actuales nos dice que el fin se acerca.
Pero, a diferencia de la perspectiva de futuro que tienen aquellos que viven sin Dios, como cristianos adventistas consideramos que hay esperanza más allá de ese final anunciado: la Tierra Nueva, ese lugar maravilloso donde ya no habrá “más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4).
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