TODOS ESTÁN MAL, ¡MENOS YO!

El mensaje de Amós al Reino del Norte.

Amós fue un profeta de Israel contemporáneo de Isaías y Miqueas. Trabajaba como pastor de ganado en Tecóa (Amós 1:1), una ciudad perteneciente a Judá, el Reino del Sur, pero desarrolló su ministerio en Israel, el Reino del Norte. Esto fue una situación compleja, pues ambos reinos eran, hasta cierto punto, enemigos. Más aún cuando Jeroboam, el rey de Israel, había establecido una religión contraria a las prácticas del Templo de Jerusalén. No obstante, el profeta de Judá viajó hasta Israel para llevar un mensaje inesperado a una nación que creía estar bien, pero que estaba preparando su propia ruina.

El libro de Amós se inicia con una serie de oráculos contra naciones extranjeras. Los tres primeros oráculos estaban dirigidos contra naciones que históricamente fueron enemigas del pueblo de Dios: Damasco (1:3-5), Gaza (vers. 6-8) y Tiro (vers. 9, 10). Luego, los oráculos se mueven hacia naciones que alguna vez fueron parte del pueblo de Dios, a saber: Edom (vers. 1, 12), Amón (vers. 13-15) y Moab (2:1-3); pero que con el tiempo se convirtieron en opositoras al pueblo de Dios. El séptimo oráculo estaba dirigido contra la nación que ostentaba la adoración verdadera en el Templo de Jerusalén (vers. 4, 5). Hasta aquí, el mensaje del profeta parece ser positivo para Israel y contrario a todas las naciones opositoras. Sin embargo, hay un oráculo más, el más esperado.

Es poco probable que los israelitas estuvieran interesados en escuchar el mensaje de un profeta del Reino del Sur. Sin embargo, a medida que él pronunciaba oráculos contra las naciones enemigas, e incluso contra Judá, seguramente consiguió la atención de sus oyentes. Quizá la audiencia esperaba que Amós terminara con su séptimo oráculo (el dirigido contra Judá), pues siete es el número de la perfección. Sin embargo, hubo un octavo mensaje, pero esta vez fue en contra de Israel (2:6-16). No solamente fue el último mensaje, sino además el más extenso.

Los ocho oráculos pronunciados por Amós siguen el mismo patrón. Todos empiezan con la declaración “Así dice el Señor”, indicando el autor del mensaje. Luego se habla de la gravedad de las transgresiones de la nación denunciada: “Por tres pecados de… y por el cuarto”. Esta es una forma común de expresarse en hebreo para poner énfasis. En otras palabras, el texto dice que ya hay tres pecados que son terribles y el cuarto es “la gota que derramó el vaso”. Así que, la transgresión de cada nación había llegado a su punto más alto y terrible. Por tal razón, el texto declara: “No desviaré su castigo”. Luego de eso, se describen las malas acciones de la nación condenada y cuál será el castigo correspondiente. Finalmente, cada oráculo contra las naciones termina con la frase “dice el Señor”. De esta manera se certifica que las consecuencias anunciadas son de origen divino.

Este patrón se repite en todos los casos e indica al menos tres verdades claras: 1) el mensaje viene de Dios; 2) el castigo anunciado es certero, pues viene de Dios; y 3) ese castigo es causado por la rebelión de los pueblos mencionados. Así, nadie puede decir que Dios es injusto, sino todo lo contrario: él es justo.

Ahora, el mensaje de condenación para Israel tiene que ver con la pérdida de la sensibilidad por el necesitado y el prójimo (2:6, 7) además de haber caído en la idolatría (vers. 8). Como consecuencia, vendría un futuro desolador para el pueblo de Israel (vers. 13-16). Este mensaje inesperado contra Israel significa que, aunque uno pueda creer que otros están mal –como lo pensó el Reino del Norte mientras Amós anunciaba los oráculos contras las naciones extranjeras–, Israel también estaba mal. Sin embargo, tras anunciar el castigo por su rebelión, Amós también hace un anuncio importante: “Así dice el Señor a la casa de Israel: ‘Búsquenme, y vivirán’ ” (Amós 5:4). Es decir, por muy grave que sea la condición, siempre hay una opción para buscar al Señor de corazón, pedir perdón por nuestros pecados y permitir que él nos transforme. Dios desea que lo busquemos y desea ser hallado. Eso es justamente lo que debemos hacer: buscarlo de todo corazón, y él nos dará vida, a pesar de los errores de nuestro pecado.

El mensaje de Amós no es de condenación, sino de esperanza en la salvación, a pesar de las transgresiones. Busquemos al Señor, y viviremos. Ese es el deseo y la voluntad del Creador del universo.

¡Maranatha!

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1 Comentario

  1. Darius

    En cada acto de justicia divina, también se expresa indeleblemente su misericordia.

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