¿INCLUIDOS O EXCLUIDOS?

6 mayo, 2024

Nuestro deber es ayudar a todos a desarrollar sus posibilidades.

La historia está llena de casos de personas que, a pesar de tener alguna discapacidad, lograron hacer grandes aportes a la sociedad. Una de ellas fue Ludwig van Beethoven, quien superó su sordera con creatividad y pasión, y se convirtió en uno de los compositores musicales más admirados de todos los tiempos. Los dones que Dios le otorgó, desarrollados con determinación y perseverancia, lo llevaron a producir grandes obras, que siguen deleitando y fascinando a millones de personas hasta la actualidad.

Para quienes sufren algún tipo de discapacidad, no es fácil realizarse como personas en la sociedad que nos rodea. Esto ha sido así a lo largo de toda la historia. Por eso, Jesús, nuestro ejemplo supremo de lo que significa ser inclusivos, desafió las costumbres de su tiempo y trató a todos con respeto, incluso a los marginados por la sociedad.

Los fariseos, presuntos expertos en la Ley, dudaban de que Jesús fuera el Mesías porque se acercaba a los pecadores, fueran hombres o mujeres, niños o jóvenes, judíos o gentiles, pobres o ricos, instruidos o simples pescadores. Los ciegos, los leprosos y otros enfermos, considerados parias de la sociedad, fueron curados y restaurados por un amor que no excluía a nadie. Al curarlos, Cristo les devolvía la salud física y la dignidad, reintegrándolos en la sociedad de la que habían sido expulsados.

Hoy en día, muchas personas son rechazadas, marginadas, discriminadas o tratadas como si fueran objetos. Pero las diferencias no deberían impedir la realización personal de cada uno en todos los ámbitos de la vida. En Sudamérica, setenta millones de personas tienen algún tipo de discapacidad. El Ministerio Adventista de las Posibilidades (MAP) afirma que todos somos valiosos y dotados de talentos; y reconoce y defiende la dignidad y el respeto de todas las personas, desarrollando el potencial y las posibilidades no desarrolladas de los individuos.

Tenemos que asegurarnos de que todas las personas, independientemente de sus “singularidades”, sean recibidas, apoyadas, cuidadas y amadas cuando acudan a nuestras iglesias. Actualmente, el MAP atiende a sordos, ciegos y personas con visión limitada, personas con discapacidades físicas, autistas, personas con síndrome de Down, personas con parálisis cerebral, personas con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), personas en duelo, huérfanos y niños en estado de vulnerabilidad.

Los desafíos que enfrentamos son los siguientes:

  1. Crear o fortalecer el MAP en cada iglesia, concientizando sobre la integración y la participación de todas las personas.
  2. Formar líderes voluntarios para la coordinación del MAP en los ámbitos local, regional y de la Asociación/Misión/Unión.
  3. Elaborar materiales en un formato accesible para todos.
  4. Crear las condiciones para que todos sean alcanzados por la misión restauradora y se involucren en la misión de restaurar a otros.

El trabajo que realiza el MAP ya está dando resultados. Alex Silva, maestro sordo de una clase bíblica en la Iglesia Central de Brasilia, llevó al bautismo a catorce sordos y dos oyentes. Por otro lado, en el Estado de Sergipe, Verónica de Simão Días llegó a la Iglesia Adventista gracias a la buena recepción que su hija con autismo recibió allí. Eso la llevó a tomar la decisión de bautizarse e involucrarse inmediatamente en el proyecto Misión Caleb. Y estos son solo algunos ejemplos de lo que se puede lograr en el trabajo por las personas que han sido excluidas o marginadas de la sociedad.

El Señor no ha excluido a nadie de la salvación. Debemos tratar a todos con dignidad, sin distinción. Todos fuimos creados a imagen de Dios y, a pesar de los efectos del pecado, podemos ser restaurados a su imagen.

En una época en la que aún no existía la cirugía, Anne Coleman, financiada por la Cruz Roja estadounidense, dirigió un equipo que restauró los rostros desfigurados de unos doscientos soldados heridos en combate durante la Primera Guerra Mundial. Esto les permitió a los soldados recuperar su aspecto y su autoestima, ayudándolos en su proceso de reinserción en la sociedad.

Es emocionante pensar que alguien haya sido capaz de restaurar el rostro y la dignidad de algunas personas. Pero es mucho más emocionante y alentador saber que pronto el Señor restaurará mucho más que el rostro, no con máscaras ni cosmética momentánea, sino con una vida abundante para siempre, “cuando nuestra naturaleza corruptible se haya revestido de lo incorruptible, y cuando nuestro cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad” (1 Cor. 15:54, DHH). Mientras tanto, seamos una iglesia viva, que vive incluyendo a todos.

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