SOLDADOS FIELES

6 marzo, 2023

¿Medalla de honor temporal o corona de vida eterna?

En la Biblia, la iglesia está simbolizada como un matrimonio, un cuerpo, un edificio y un redil. A su vez, Cristo es el Esposo, la Cabeza, el Fundamento y el buen Pastor que da su vida por la iglesia y que, además, deja una misión a esa iglesia. El mandato/promesa de Cristo fue claro: “Pero recibirán poder cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). La iglesia respondió y aceptó el desafío. Hechos 9:31 nos demuestra eso: “Entonces las iglesias de toda Judea, Galilea y Samaria disfrutaban de paz; eran edificadas y andaban en el temor del Señor. Y alentadas por el Espíritu Santo, se multiplicaban”. Veamos estas características:

1-Las iglesias tenían paz: Cuando Cristo nos justifica, tenemos paz (Rom. 5:1). Esa paz no es el resultado de la intervención humana sino de la lluvia del Espíritu Santo, que produce una profunda convicción de pecado, conduce a una vida de comunión, y nos permite crecer en fidelidad y misión. La paz es indispensable, pero insuficiente.

2-Las iglesias eran edificadas: Crecían en su desarrollo espiritual, en su organización y en su misión porque estaban cimentadas sobre Jesucristo (la principal piedra del ángulo, manifiesta Efesios 2:20) y su Palabra (“poderosa para sobreedificar y dar herencia con todos los santificados”, según Hechos 20:32). Construyamos centrados en Jesús y en la Biblia.

3-Las iglesias andaban en el temor del Señor: Esto implica que tenían reverencia, respeto y amor. ¿Qué es caminar con Dios? Es actuar en su presencia y en armonía con su voluntad. Enoc tenía intimidad con Dios, pero además cumplía sus deberes en su familia y en su comunidad. Caminó con Dios creyendo en su existencia, reconociendo su necesidad personal, profundizando la amistad, fortaleciendo el testimonio y perseverando en la esperanza. Seamos como él.

4-Las iglesias se multiplicaban fortalecidas por el Espíritu Santo: La vida estaba completamente bajo el control divino y, como resultado, los miembros y las iglesias se multiplicaban. Siempre sucede así. Una vida espiritual profunda da el fruto de la salvación.

Desmond Doss (1919-2006) fue un soldado adventista que se convirtió en el primer “Objetor de conciencia” al que el Congreso de los Estados Unidos concedió la Medalla de Honor. En el marco de la Segunda Guerra Mundial, el soldado Doss se negó a matar o a portar armas debido a su fe adventista, y sufrió las burlas de sus compañeros y el castigo de sus superiores. Durante la batalla de Okinawa, salvó (arrastrándolos y llevándolos uno a uno) alrededor de 75 soldados de Infantería heridos encima del acantilado de Maeda. Contrajo tuberculosis, perdió un pulmón y cinco costillas, quedó sordo, formó una familia y enviudó (y formó una nueva familia). Falleció a los 87 años.

Desmond Doss se convirtió en un símbolo de valor y determinación. Fue el héroe que rescató hasta al último hombre. Su entrega debería ser imitada, ya que “se requieren muchos soldados para formar las filas del ejército; sin embargo, su éxito depende de la fidelidad de cada soldado” (Elena de White, A fin de conocerle, 26 de mayo, p. 153). Necesitamos el mismo amor sacrificado y perseverante de Desmond. Él lo obtuvo del Ejemplo supremo, nuestro Señor y Salvador Jesús. Es él quien nos desafía a amar a Dios y al prójimo.

Hay muchos heridos en el peregrinaje hacia el Cielo. Por ellos y por nosotros, debemos tener un verdadero interés en ayudar a los demás, ya que el amor de Cristo nos motiva, nos exhorta, nos obliga, nos mantiene unidos y no nos deja elección. Ese amor es tan fuerte que arranca de mi corazón una respuesta de amor. Impactado por ese amor, no puedo hacer otra cosa que amarlo, vivir para él y para todos los que me necesitan como transmisor de ese amor.

Así es como la iglesia experimenta la verdadera paz, es edificada, anda en la presencia del Señor, y crece en calidad y cantidad, guiada por el Espíritu Santo. Ni el entorno hostil ni sus limitaciones físicas impidieron a Desmond vivir con valor y fidelidad. Puede ser que no haya medalla de honor temporaria para nosotros, pero como el propio Señor asegura: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apoc. 2:10).

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