CIEN AÑOS DESPUÉS

¿Por qué somos conocidos?

Hace cien años se desarrollaban importantes eventos para la Iglesia Adventista en el ámbito mundial. En primer lugar, se celebró el cuadragésimo (40º) Congreso de la Asociación General en San Francisco, California, entre el 11 y el 28 de mayo de 1922. Allí se tomaron importantes decisiones. Después de 21 años de liderazgo, el Pr. Arthur Daniells fue reemplazado por el Pr. William Spicer. En segundo lugar, el Pr. Daniells, quien pasó a desempeñarse como secretario de la Asociación General, también dio origen a la Asociación Ministerial, con lo que marcó el camino para un departamento/ministerio que se dedicaría a capacitar, entrenar y apoyar a los pastores de allí en más.

¿Por qué es significativo esto, además de que se hayan cumplido cien años desde ese evento? Porque este mes volveremos a reunirnos, esta vez en St. Louis, Missouri, Estados Unidos, del 6 al 11 de junio, para el sexagésimo primer (61er) Congreso de la Asociación General. Debería haberse realizado en 2020, pero la Pandemia, con las consecuentes restricciones de viajes internacionales, lo hizo imposible.

Las importantes decisiones que se toman en un Congreso de la Asociación General hacen imprescindible que todos nosotros, como cuerpo de Cristo, intercedamos en oración por los delegados, ya que estas decisiones marcarán el rumbo de la iglesia por los próximos cinco años. Por sobre todas las cosas, deberíamos orar para que no sea necesario que organicemos el sexagésimo segundo Congreso, innecesario ya porque Cristo haya venido antes y estemos disfrutando de la Jerusalén celestial.

Revisando los informes que la Adventist Review publicó acerca del Congreso en San Francisco, en mayo de 1922, me encontré frente a un detalle interesante: el sermón del 11 de mayo fue predicado por el Pr. Spicer. En este motivador mensaje, él menciona un incidente que le había comentado el hermano G. F. Enoch, misionero en la India por entonces:

“Ha oído hablar del señor Gandhi, de la India, dirigente del movimiento no cooperativo allí. Hace algún tiempo lo visitó el hermano Enoch. Le habló de nuestro trabajo educativo. Resultó ser el lunes, y el Sr. Gandhi había dedicado el lunes bajo un voto de silencio; no podía hablar una palabra el lunes. Entonces, mientras el hermano Enoch le hablaba, el Sr. Gandhi respondía escribiendo con un lápiz en un bloc de notas. El hermano Enoch enfatizó especialmente el aspecto industrial de la educación. No había dicho una palabra acerca de los adventistas del séptimo día, pero el lápiz del Sr. Gandhi escribió la pregunta: ¿Es usted adventista del séptimo día? Esto sorprendió al hermano Enoch. De alguna manera es significativo que tantos en el mundo hayan llegado a reconocer los principios de los adventistas del séptimo día. Representamos algo ante el mundo, algo distintivo, porque Dios le ha dado a este movimiento un mensaje que es distintivo”.1

Más allá de lo anecdótico del encuentro con una de las figuras más relevantes del siglo XX, me pareció interesante que hasta en la India se llegue a conocer a la Iglesia Adventista por alguno de sus énfasis. ¿Todavía el mundo nos reconoce por el aporte que podemos dar a un mundo en decadencia? ¿Seguimos destacando también nuestro mensaje distintivo, llamando al mundo a prepararse para la Segunda Venida? ¿Reconocen las personas el interés de los adventistas por su bienestar integral? ¿O no estamos teniendo siquiera impacto en la sociedad y apenas somos conocidos?

Es hora de retomar el ímpetu de nuestros pioneros, comprometernos con el mensaje que se nos ha dado para proclamar, pedir la unción del Espíritu Santo y cumplir con poder la proclamación del evangelio y de la Segunda Venida.


Referencia

1 W. E. Spicer, “The Triumph of the Message: Opening Sermon of the General Conference, Thursday Evening, May 11”, Review and Herald (29 de mayo de 1922), p. 25.

Autor

  • Marcos Blanco

    Pastor y doctor en Teología. Desempeña su ministerio en la ACES desde 2001. Autor de "Versiones de la Biblia", es Jefe de Redacción y director de la Revista Adventista desde 2010. Está casado con Claudia y tiene dos hijos: Gabriel y Julieta.

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