Una cuestión de idiomas

Limitaciones y desafíos al traducir un texto bíblico.

Siempre es importante recordar que la Biblia no fue escrita en español. En el caso del Nuevo Testamento, sus autores lo redactaron en griego koiné, un dialecto que evolucionó a lo largo de varios siglos en la lengua griega. Debido a que el koiné tiene reglas gramaticales distintas de las del español, el proceso de traducción del Nuevo Testamento no es una tarea sencilla. A menudo, implica la labor de ajustar la estructura gramatical de ambas lenguas, el griego y el español, para que el texto traducido sea comprensible.

A continuación, presentaremos ejemplos que muestran las limitaciones y los desafíos que todo traductor tiene al elaborar una versión de la Biblia.

La gramática analiza las reglas que gobiernan un idioma particular, lo que permite comprender, a través del estudio sintáctico de un texto, el orden y la  relación que las palabras tienen en una oración. En griego, desde la perspectiva del idioma español, la coordinación de las palabras dentro de una frase a menudo se produce de manera desordenada, por lo que el traductor debe reorganizar la cláusula para que tenga sentido. A modo de ejemplo, la oración que sigue es una traducción literal de Romanos 2:28: “No porque el en lo exterior judío es ni la en lo exterior en la carne circuncisión”. Revise su Biblia, y notará que el traductor no ha presentado el pasaje de la misma manera en que lo he hecho. Esto se debe a que el traductor, con conocimiento de los detalles lingüísticos del koiné, ha seguido el patrón gramatical propio que establece el griego y lo ha adaptado al orden sintáctico requerido por la lengua española.

Una de las consecuencias que se desprende del ejemplo anterior es que a menudo resulta imposible traducir una oración de manera literal. Por lo tanto, no podemos esperar que las versiones de la Biblia en español sean idénticas al koiné en términos textuales. Cualquier persona que afirme esto
probablemente hable un solo idioma y, por lo tanto, desconoce que la literalidad en la traducción es muchas veces imposible. En el portugués europeo, por ejemplo, existe un aforismo popular que dice: “Pancada na mola”. Si bien en Brasil hablan portugués, ¡muchos brasileños no lo entenderían! Aunque es imposible traducirlo de manera literal, al comprender lo que el hablante intenta comunicar, un traductor sugeriría que el adagio busca resaltar que una persona está un poco loca.

La expresión griega en gastri echein ilustra de manera clara lo mencionado anteriormente. En su sentido literal, esta frase significa “en estomago tener” y se empleaba en la antigüedad para indicar que una mujer estaba embarazada. Por esta razón, las versiones de la Biblia la vierten de esta manera, evitando una traducción que carecería de sentido para los lectores modernos (Mat. 1:18; 24:19; Mar. 13:17; Luc. 1:37; 21:23; 1 Tes. 5:3).

El otro desafío al que se enfrentan los traductores en la actualidad tiene que ver con el significado de las palabras, especialmente en relación con la incompatibilidad semántica que algunas de ellas experimentan en la sociedad actual. Tomemos como ejemplo el término griego nephros. Hoy se utiliza en el ámbito médico para referirse a la nefrología, es decir, la especialidad que estudia la anatomía y las funciones de los riñones. A diferencia de lo que se cree en la actualidad acerca de los riñones, en la antigüedad se pensaba que estos, junto con el corazón, eran los asientos de la inteligencia y las emociones. Lo interesante es que en Apocalipsis 2:23 Jesús se presenta como el que escudriña el nephros y el corazón.

Sin embargo, las versiones modernas no traducen nephros como riñón, sino como mente. La razón es simple: hoy no tendría sentido representar la mente con una palabra cuyo significado se asocia con la eliminación de desechos y el exceso de líquidos del cuerpo. El buen traductor sabe de estos
contextos e interpreta esa palabra para que en la actualidad tenga el mismo sentido que cuando fue escrita. Por lo tanto, no critiques las traducciones o a los traductores. Ora por ellos y estudia la Biblia en varias versiones.

En la medida de tus posibilidades, indaga sobre ciertos contextos lingüísticos y culturales y no olvides que la Biblia no fue escrita en español.

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