UNA ENTRADA TRIUNFAL

La felicidad y la paz de saber quién es el Rey de gloria en el Salmo 24.

Bienvenidos al año en que se desarrollarán los XXXIII Juegos Olímpicos (serán en París, del 26 de julio al 11 de agosto). Bienvenidos al año en el que habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos (serán el 5 de noviembre). Bienvenidos al año en el que se publicará una novela póstuma e inédita del escritor colombiano Gabriel García Márquez (será el 6 de marzo). Bienvenidos al año en que habrá un eclipse anular, que es cuando la Luna cubre el centro del Sol (será el 2 de octubre). Bienvenidos a 2024.

El deporte, la cultura, la política, la ciencia y la agenda social están cargados de acontecimientos importantes para estos próximos doce meses. Entre tantos eventos destacados, amerita detenernos a reflexionar sobre lo verdaderamente trascendente y empezar el año explorando más las profundidades de la Escritura.

Bienvenidos al salmo donde se presenta a un Dios creador, soberano y todopoderoso. Un Dios digno de ser buscado y que indica claramente qué es lo debemos hacer para obtener felicidad y salvación eternas. Bienvenidos al Salmo 24. Sin duda, este es un capítulo ideal para iniciar el año 2024 porque se refiere a una entrada triunfal doble.

Por un lado, este himno se enmarca en los acontecimientos narrados en 2 Samuel 6 y 1 Crónicas 15, es decir, en la celebración de Jerusalén como la ciudad real de David y el traslado del Arca desde la casa de Obed-edom (en Quiriat-jearim) hasta Jerusalén. Así lo relata Elena de White en Patriarcas y profetas:

“En seguimiento del símbolo sagrado de su Rey invisible, la procesión triunfal se aproximó a la capital. Entonces se produjo una explosión de cánticos para pedir a los espectadores que estaban en las murallas que abrieran de par en par las puertas de la ciudad santa: ‘Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria’ [Sal. 24:7]. Un grupo de cantantes y músicos preguntó: ‘¿Quién es este Rey de gloria?’ [Sal. 24:8]. Y de otro grupo partió la respuesta: ‘Jehová, el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla’ [Sal. 24: 8]” (pp. 766, 767).

Por otro lado, este cántico triunfal también se entonó cuando Jesús, el verdadero Hijo de David, regresó a la Jerusalén celestial luego de su muerte y resurrección, y recibió la bienvenida en las cortes del Cielo. Así lo narra Elena de White en Primeros escritos:

“Una numerosísima hueste celestial los acompañaba, mientras en el Cielo una innumerable cohorte de ángeles esperaba su llegada. Según iban ascendiendo hacia la Santa Ciudad, los ángeles que escoltaban a Jesús exclamaban: ‘¡Alzad, puertas, vuestras cabezas! ¡Alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria!’ [Sal. 24:7-10]. Y el séquito celestial entró en la ciudad de Dios. Entonces toda la hueste celestial rodeó a su majestuoso Comandante, y con la más profunda adoración se inclinó ante él y arrojó sus brillantes coronas a sus pies. Después pulsaron sus arpas de oro, y con acordes dulces y melodiosos llenaron todo el Cielo con embelesadora música y cánticos al Cordero que fuera inmolado, y quien a pesar de todo vive otra vez en majestad y gloria” (p. 220).

Como notamos, este es un Salmo de celebración y victoria. Es un salmo de alabanza a Dios y de reconocimiento de su poder sobre el universo, sobre el pecado, sobre la muerte, y también sobre nuestra vida. Es un salmo que, en cierta medida y en relación con sus predecesores, marca el periplo de Cristo. Fue un siervo sufriente que murió por nosotros en el Salmo 22; es un tierno pastor que nos ayuda en el 23; y llega al Cielo y es recibido en gloria en el 24.

Y si todo esto fuera poco, nos otorga –además– herramientas útiles para poner en práctica a fin de iniciar un nuevo camino. Ante la pregunta sobre quién heredará la ciudad celestial, el Salmo 24 responde: “El limpio de manos y puro de corazón, el que no eleva su alma a la vanidad ni jura con engaño. Este recibirá la bendición del Señor y la justicia de Dios, su Salvador” (vers. 4, 5).

Nuestra entrada triunfal a la Nueva Jerusalén está asegurada por los méritos de Jesús. Y nuestra idoneidad para vivir allí, también por la gracia de Dios, la obtenemos limpiando nuestro ser de todo pecado y teniendo una vida recta y pura que crea la verdad, viva la verdad y predique la verdad.

Que en este año seamos una generación que busca a Dios por sobre todas las cosas (Sal. 24: 6).

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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