ALABEMOS CON LOS ÁNGELES

31 agosto, 2021

Principios bíblicos para la música de adoración.

No es ningún secreto que la música, y en particular la música religiosa, es uno de los asuntos más debatidos en el cristianismo. Ante un tema tan complejo y difícil de resolver, es fundamental buscar principios en los escritos inspirados que nos permitan determinar cómo debe ser la música apropiada para el culto a Dios.

Uno de los pasajes más instructivos sobre la adoración es Isaías 6. Al principio de su ministerio, el profeta fue al Templo a orar, y allí tuvo una visión de la adoración que los ángeles rinden a Dios en el cielo. Vio al Señor sentado en su Trono, rodeado de serafines que cantaban: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isa. 6:3).

El hecho de que Dios sea santo requiere que sus hijos también sean santos. Cuando con arrepentimiento sincero confesamos nuestros pecados a Dios, él nos perdona y nos acepta como sus hijos. Entonces, nos pide que crezcamos en el proceso de la santificación a lo largo de nuestra vida. Eso incluye la adoración a Dios, que también debe caracterizarse por la santidad.

La historia de Nadab y Abiú muestra cuán importante es respetar la santidad de Dios en el culto. Ellos “tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó” (Lev. 10:1). Esta acción fue tan grave ante la vista de Dios que “salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová” (vers. 2). Después de este incidente, Dios dio más instrucciones a Aarón y a los sacerdotes con el fin de que ellos pudieran “discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio” (Lev. 10:10). Israel falló en mantener esta distinción y, finalmente, fue llevado al cautiverio babilónico, que les sobrevino porque los sacerdotes “entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre inmundo y limpio” (Eze. 22:26). Más aún, el plan de Dios era que, después de regresar del Exilio, los sacerdotes nuevamente enseñaran al pueblo “a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y […] a discernir entre lo limpio y lo no limpio” (Eze. 44:23).

Todo cristiano sabe que tenemos un conflicto interno entre nuestro antiguo yo y nuestra nueva vida en Cristo. Por eso, la Biblia nos exhorta a morir al pecado todos los días y seguir al Señor (Luc. 9:23; Col. 3:1-3). Esto incluye la necesidad de elegir cuidadosamente la música que escuchamos, cantamos o ejecutamos, sabiendo que “la música no es moral ni espiritualmente neutra”.1 

Elena de White sostiene que –lamentablemente– profesos cristianos “con frecuencia deshonran a Dios y su fe con sus conversaciones frívolas y su elección de música. La música sagrada no conviene a su gusto” (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 443); por el contrario, “los cantos frívolos y la música popular del momento satisfacen su gusto” (ibíd., p. 435). Este tipo de música profana “excita, pero no comunica la fuerza y el valor que el cristiano puede hallar tan solo ante el Trono de la gracia” (El hogar cristiano, p. 354) y “prepara a quienes participan en ello para los pensamientos y los actos profanos” (Consejos para los maestros, p. 310).

La santidad de Dios y la música de los ángeles

Los informes bíblicos del culto que los ángeles rinden a Dios en el cielo son la mejor fuente para saber qué música agrada a Dios. “La música forma parte del culto tributado a Dios en los atrios celestiales, y en nuestros cánticos de alabanza deberíamos procurar aproximarnos tanto como sea posible a la armonía de los coros celestiales” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 645).

El canto de los serafines (Isa. 6:3; ver también Apoc. 4:8) nos enseña que la música de adoración debe estar completamente centrada en Dios. La letra y la música de los cantos, la actitud de los músicos, su apariencia y su interpretación deben enfocarse en Dios. El propósito principal de la música de adoración es agradar a Dios antes que a la congregación y a los músicos. El reconocimiento de la santidad de Dios es la base de la verdadera adoración y la música religiosa.

La música producida por los serafines revela su intensa devoción y reverencia a Dios. “Sus cantos de alabanza resonaban con profundas y fervientes notas de adoración”.2 Según Isaías 6:3, ellos cantaban en forma alternada, sincronizada y armoniosa. Su “canto triunfante de alabanza resuena de uno a otro en cantos melodiosos”.3 El cielo está lleno de “felices cantos de alabanza a Dios y a su amado Hijo” (Elena de White, La historia de la redención, p. 27). Al mismo tiempo que expresa gozo, el canto de los ángeles “es suave y melodioso” (Elena de White, Mensajes selectos, t. 3, p. 390).

La actitud de los serafines al cantar alabanzas a Dios es muy instructiva. Ellos ocupan una posición especial alrededor del Trono de Dios; sin embargo, no consideran ese privilegio como motivo para enorgullecerse. Al contrario, se cubren el rostro con dos alas porque se sienten indignos de mirar al santo Dios, y se cubren los pies con otras dos alas, mostrando gran humildad y solemne reverencia ante Dios. “No despliegan su perfección y belleza en la presencia de la gloria de su Señor” (Elena de White, A fin de conocerle, p. 177). “Están tan llenos de temor reverente al contemplar la gloria de Dios que ni por un instante sienten complacencia propia, o se admiran a sí mismos o unos a otros. Su alabanza y su gloria son para el Señor de los ejércitos. […] Están plenamente satisfechos de glorificar a Dios; y en la presencia divina, aprobados por la sonrisa de Dios, no desean nada más”.4 Se gozan en cantar con profunda reverencia, gran humildad e inquebrantable amor a Dios.

La santidad de Dios y la música religiosa

La necesidad de “discernir entre lo santo y lo profano” (Lev. 10:10) en la música es más relevante que nunca, porque “la sociedad actual se caracteriza por una gran grieta entre lo secular y lo sagrado. La vida diaria ya no está permeada con un sentido de lo sagrado como antes”.5 Por lo tanto, es indispensable evitar el uso de estilos musicales profanos en la iglesia. En realidad, como seguidores de Cristo en cualquier lugar y circunstancia, siempre debemos evitar la música que transmita emociones y actitudes contrarias a la voluntad de Dios. Sin embargo, esto es aún más necesario cuando se trata de música religiosa. Toda música produce inherentemente en el oyente una asociación de ideas y experiencias. “Los estilos musicales vienen con un paquete cultural. A menudo se asocian con lugares, personas y acciones”.6 Relacionamos ciertos tipos de música con entornos específicos, actitudes y estilos de vida determinados. Por lo tanto, “la música sacra no debería evocar asociaciones seculares o invitar a la conformidad con normas mundanas de pensamiento o comportamiento”.7

Es necesario que la letra de los cantos esté en armonía con las enseñanzas bíblicas, pero eso no es suficiente para que esos cantos sean apropiados para el culto a Dios. El carácter de la música misma tiene que cumplir un propósito santo: “elevar los pensamientos hacia lo que es puro, noble y enaltecedor”, y “despertar en el alma la devoción y la gratitud hacia Dios” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 644). Sin embargo, no todos los estilos musicales cumplen estos objetivos. Cada estilo musical fue creado para lograr un propósito determinado, en un entorno específico. Por lo tanto, contrariamente a lo que muchos creen, los estilos musicales no son neutrales. “Una gran cantidad de estudios musicológicos han demostrado que, en lugar de ser una pizarra en blanco para llenarla de contenido mediante letras cantadas, el estilo musical en sí mismo comunica un conjunto específico de ideas y valores”.8 De modo que los estilos musicales están cargados de valores religiosos.9

Sin embargo, cada vez se escuchan más estilos musicales profanos combinados con letras religiosas. “Lamentablemente, la mayor parte de la música cristiana contemporánea tiene el mismo ritmo, instrumentación, arreglos y sonido que la música del mundo. Pero se espera que, de alguna manera, las letras religiosas conviertan esa música mundana en un canto sagrado”.10 Eso nunca sucede. La Biblia enseña claramente que las cosas santas no santifican a las profanas; al contrario, cuando estas dos categorías entran en contacto, lo profano contamina lo santo (Hag. 2:12, 13). “La mayoría de las veces, el mensaje de la música (carnal) y el mensaje de la letra (espiritual) están en conflicto”.11 Como resultado de esta combinación contradictoria, el mensaje de la propia música, que es contrario a los valores bíblicos, prevalece y anula por completo la intención de las palabras.

El ritual del Santuario tuvo su cumplimiento en la Cruz del Calvario, pero la necesidad de diferenciar entre lo santo y lo profano continúa siendo tan válida como entonces. Dios “sigue siendo santo y desea mostrarse santo en quienes se le acercan. Además, debido a que la naturaleza de Dios y su plan de salvación son inmutables (Mal. 3:6; Sant. 1:17; Heb. 6:13-18; 13:8), este principio se aplica a la adoración cristiana”.12 En consecuencia, nuestra música religiosa debe ser diferente de la música profana.

La santidad de Dios requería que todo lo que se ofrecía en la adoración en el Tabernáculo fuera lo mejor disponible. Los animales sacrificados al Señor debían ser sin defecto (Lev. 1:3, 10); la música dedicada a Dios debía ser de alta calidad (1 Crón. 15:22; Sal. 33:3). Cuando presentamos nuestros talentos a Dios como un sacrificio vivo, él espera de nosotros el mismo nivel de calidad que requería de los israelitas. La música para Dios es la que se ejecuta con la mejor calidad posible, según las habilidades del músico. Es la música que se esfuerza por reflejar el carácter perfecto de Dios, música digna de ser ofrecida a nuestro Creador y Señor. En presencia del Santo, no hay lugar para la mediocridad. Él solo acepta lo mejor.

Para ofrecer a Dios la mejor música, debemos cantar “con inteligencia” (Sal. 47:7). “A Dios no le agrada la confusión de voces y la discordia. Siempre le agrada más lo correcto que lo erróneo. Y, cuanto más correcto y armonioso sea el canto del pueblo de Dios, tanto más glorificado será el Señor, beneficiada la iglesia y afectados favorablemente los incrédulos” (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 138). La música más adecuada es aquella en la que hay una combinación perfecta de letra y música, de modo que la letra y la música transmitan el mismo mensaje. La música de la mejor calidad no tiene que ser complicada e intrincada. Más bien, los ángeles “se complacen en oír los sencillos cantos de alabanza expresados en un tono natural” (El evangelismo, p. 512). Además, debemos “cantar de manera que todos puedan comprender. Lo que se necesita no es cantar fuerte, sino una entonación clara y una pronunciación correcta. Todos dediquen tiempo a cultivar la voz de modo que puedan cantar las alabanzas a Dios en tonos claros y suaves, sin asperezas ni chillidos que ofenden el oído” (ibíd., p. 507).

El canto de los serafines y otros ejemplos bíblicos revelan que la adoración debe incluir nuestras emociones y sentimientos. Dado que “la música debería tener belleza, sentimiento y poder” (ibíd.), se anima a los creyentes a cantar “con júbilo en el corazón” (Isa. 65:14, RVR 1995), “con gratitud de corazón” (Col. 3:16, NVI). Al mismo tiempo, se espera que “adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente” (Heb. 12:28, NVI). Para los no creyentes, puede parecer difícil combinar gozo y reverencia; sin embargo, no hay dicotomía entre el gozo cristiano y la reverencia. “Presentémonos, pues, con gozo reverente delante de nuestro Creador, con ‘acciones de gracias y voz de melodía’ [Isa. 51:3]” (El camino a Cristo, p. 89; énfasis añadido). Cuando adoramos al Señor con temor reverente y gozoso, seleccionamos “himnos con música apropiada para la ocasión, no de notas fúnebres, sino alegres y, con todo, melodías solemnes” (La voz: su educación y uso correcto, p. 394).

Tanto la letra como la música de un canto transmiten un sentimiento específico. “El corazón debe sentir el espíritu del canto para darle la expresión correcta” (Patriarcas y profetas, p. 645). Sin embargo, existe el riesgo de llevar las emociones al extremo y caer en el sentimentalismo. Cuando esto sucede, se exagera una sensación de arrobamiento totalmente desproporcionada, fingiendo una emoción, a menudo de forma teatral. Dado que al público le encanta ver emociones fuertes, los músicos están en constante peligro de exagerar las emociones.13

Conclusión

No hay soluciones fáciles para el complejo tema de la música religiosa. La respuesta no se encuentra en limitar toda la música religiosa a los himnos tradicionales, pues no se trata de elegir entre música tradicional y contemporánea. Lo más importante no es la fecha en la que se escribió un canto, sino el mensaje que transmite mediante su letra y su música.

Dios nos redimió para ser una “nación santa” (1 Ped. 2:9). “La religión de Cristo refinará el gusto, santificará el juicio, elevará, purificará y ennoblecerá el alma” (A fin de conocerle, p. 252). Nos elevará por encima de los valores que transmite la mayor parte de la música contemporánea popular, de modo que, en lugar de incorporar estilos musicales inapropiados en la música religiosa, ofrezcamos música santa y edificante a Dios y a quienes nos rodean. Lo mismo se aplica a nuestros esfuerzos para evangelizar a los incrédulos. No usaremos estilos musicales profanos, porque tenemos algo mucho mejor, más noble y más perdurable para ofrecer a quienes asisten a nuestras reuniones, tanto presenciales como virtuales. La instrucción del Señor es clara: “Tienes que influir en ellos; ¡no dejes que ellos influyan en ti!” (Jer. 15:19, NTV).

“Aprendamos el canto de los ángeles ahora, para que podamos cantarlo cuando nos unamos a sus huestes resplandecientes” (Patriarcas y profetas, p. 294). Que, por la gracia de Dios, podamos “estar preparados para alternar con los adoradores de los atrios celestiales, donde todo es pureza y perfección, donde todos los seres manifiestan perfecta reverencia hacia Dios y su santidad” (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 472).


Referencias:

1 Iglesia Adventista del Séptimo Día, “Una filosofía adventista acerca de la música”, en Declaraciones, orientaciones y otros documentos, 3a ed. (Florida, Buenos Aires: ACES, 2011), p. 156.

2 Elena de White, The Review and Herald, 16 de octubre de 1888, en Comentario bíblico adventista del séptimo día (Florida, Buenos Aires: ACES, 1978-1990), t. 4, p. 1.162.

3 Elena de White, The Review and Herald, 22 de diciembre de 1896, en Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 1.162.

4 Ibíd.

5 Lilianne Doukhan, “Perspectiva histórica de los cambios en la música para la adoración”, Ministerio Adventista (noviembre-diciembre  de 1996), p. 7.

6 Lilianne Doukhan, In tune with God (Hagerstown, MD: Autumn House Publishing, 2010), p. 71.

7 Iglesia Adventista del Séptimo Día, “Una filosofía adventista acerca de la música”, en Declaraciones, orientaciones y otros documentos, p. 157.

8 Monique M. Ingalls, “Style matters: Contemporary worship music and the meaning of popular musical borrowings”, Liturgy 32, Nº 1 (2017) pp. 7, 8.

9 Wolfgang H. M. Stefani, “The concept of God and sacred music style: An intercultural exploration of divine transcendence/immanence as a stylistic determinant for worship music with paradigmatic implications for the contemporary christian context” (Thesis [Ph.D], School of Graduate Studies, Andrews University, 1993), p. 278. Ver también, Wolfgang H. M. Stefani, “The matter of style”, Elder’s Digest 24, Nº 3 (2018), pp. 20–22.

10 John Thurber y Cari Haus, The music of heaven (Coldwater, MI: Remnant Publications, 2001), p. 68.

11 Eurydice V. Osterman, What God says about music (Huntsville, AL: Awshm Music, 1998), p. 19.

12 Fernando Canale, “Principles of worship and liturgy”, Journal of the Adventist Theological Society 20, 1-2 (2009), pp. 104, 105.

13 Herbert Blomstedt, “Present truth in music”, Adventist Review, July 12 (2012), p. 22.

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4 Comentarios

  1. Levi de Paula Tavares

    Me gustaria poder traducir este articulo para publicarlo em mi website. Hay algum problema em hacerlo?

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  2. Isaias Quintero

    Bendiciones. Este articulo en particular es importante y necesrio para nuestras iglesias sobre todo cuando nos toca ver aquellos que hemos crecido en la iglesia como hay una batalla muy puntual en la adoración por medio de la música en nuestras iglesias. justo este sábado en S J se presentó un programa con uno de nuestros hermanos Dr en música para orientar, enseñar y exortar a los mienbros el principio bíblico que en esa misma linea ha descrito el autor de este artículo. Dios nos guie ha no bajar la guardia o mejor dicho ,antener la posición biblica ya que los ataques del enemigo estan siendo agresivo sobre este tema en muchas denuestras iglesias. Dios les bendiga.
    Isaias Quintero, egresado de una de nuestras Universidades Adventistas y mienbro de la iglesia por mas de 30 años.

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  3. Roberto

    A Dios sea la gloria por colocar a disposición este tema tan difícil en una publicación oficial. les comento pues en especial en los cantos de JA y cantos temas de varias campañas así como lo que suenan en nuestras radios tristemente se han influenciado en el Rock Progresivo (Todo está bien), corrientes del Techno (Sorprendente aventura) y aún una serie de temas con ritmo de reggaetón grabados para Radio Nuevo Tiempo interpretados por varios interpretes masculinos.

    es bonito encontrarse este articulo en un tiempo donde hay que tomar decisiones para Vida Eterna y cuando la libertad está en peligro. La música para Dios no debe producir dolor de cabeza, debe ser cantada tiernamente de forma natural y si ha de ser grabada, se debe subir el volumen al micrófono y no a la música de tal forma que el adorador no debe hacer esfuerzo alguno para cantar. y así mismo evitar problemas de salud tanto para el oyente, como para el propio adorador. David cuando tocaba para Saul este ultimo recibía alivio. La música es un poderoso remedio para la mente y el cuerpo y un excelente medio para predicar donde aún nuestros pies no pueden entrar. Que Dios les siga bendiciendo.

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