BRILLANTE: ¿QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DEL USO DE JOYAS?

1 abril, 2024

“Lo importante es nuestro interior, Dios mira el corazón”.
“Nuestra vestimenta revela quiénes somos. Exteriorizamos lo que llevamos dentro”.
“Solo los fariseos juzgan la manera en la que uno está vestido y lo que lleva puesto”.
“Somos representantes del Reino de los Cielos. Testificamos también con nuestra apariencia”.

Frases como estas suelen escucharse frecuentemente en la iglesia. El tema de nuestra vestimenta y el uso de joyas suele generar debates en varios sectores.
Ante dudas, planteos, argumentos y debates, la opción más sabia es recurrir a la inspirada claridad y consistencia de las Sagradas Escrituras sobre un tema.
Por eso, analizaremos algunos textos para percibir coherencia entre los autores bíblicos en diferentes momentos de la Revelación, así como su ejemplo y claro posicionamiento espiritual sobre el tema.

Un mensaje distintivo

Debido al uso recurrente de escenas bíblicas simbólicas, así como de costumbres del Antiguo Oriente Medio referidas al uso de joyas y ornamentos, merece la pena examinar algunos textos biblicos ejemplos representativos de diversos momentos históricos del pueblo de Dios.
Por ejemplo, en el libro de Ezequiel (c. 593-571 a.C.), capítulo 16, la Biblia retrata a Jerusalén como una mujer joven que Dios toma como esposa y la viste con el más fino patrón dentro de las costumbres orientales de aquellos tiempos. Dice allí la Biblia: “Te atavié con adornos, y puse pulseras en tus brazos y collar en tu cuello. Puse una joya en tu nariz, zarcillos en tus orejas y una hermosa diadema en tu cabeza. Así fuiste adornada de oro y plata, y tu vestido fue de lino fino, de seda y bordado. Comiste flor de harina de trigo, miel y aceite, y fuiste hermoseada en extremo, y prosperaste hasta reinar” (vers. 11-13), y “Tomaste también tus hermosas alhajas de oro y de plata, que yo te había dado, te hiciste imágenes de hombres y fornicaste con ellas” (vers. 17).
La explicación del Comentario bíblico adventista acerca de estos textos es la siguiente: “¿Debe encontrarse en este pasaje el permiso de usar tales adornos hoy? ¿Acaso no fue Dios mismo quién adornó con tanta profusión a la joven? Debe responderse en forma negativa. En primer lugar, se trata de un caso figurado, cuyas imágenes son tomadas de las costumbres de la época. Un caso similar es el empleo de Jesús de la parábola del rico y de Lázaro, basada en una doctrina totalmente falsa sobre el estado de los muertos. En segundo lugar, lo que en tiempos de menos luz del Antiguo Testamento se aprobó, o por lo menos se permitió, con frecuencia no se aprobó en el período evangélico, debido a su mayor luz. Ejemplos de esto son la poligamia y el divorcio fácil (ver Deut. 14:26). En tercer lugar, en 1 Timoteo 2:9 y 10 y 1 Pedro 3:3 y 4 se habla en contra del uso de joyas y en contra de que las damas cristianas se adornen con joyas y vestimentas costosas”.
Por lo tanto, estamos frente a una metáfora, porque la novia es la ciudad de Jerusalén (Eze. 16:2, 3). Además, se trata de alguien que está siendo desposada, conforme a las costumbres de la época, y no se están describiendo las ropas que las personas utilizaban cotidianamente. Esa misma metáfora se usa en el libro de Apocalipsis cuando se describe a la Nueva Jerusalén, que desciende del Cielo adornada para su esposo, que es Jesús  Apoc. 21:2).

“ ‘LA TENDENCIA A VESTIR DE ACUERDO CON LA MODA Y A USAR ENCAJES Y ORO Y ARTIFICIOS PARA OSTENTACIÓN NO RECOMENDARÁ A OTROS LA RELIGIÓN O LA VERDAD QUE PROFESAN’ ”.

Por otro lado, al referirse a los ancianos en el Cielo (ante el Trono), se los describe como vestidos de vestiduras blancas y su único adorno, en el libro de Apocalipsis, son las coronas de victoria, o diademas (Apoc. 4:4, 10). Esas coronas significan honor para los vencedores en el Cielo, y no son un ejemplo de cómo debe ser el adorno personal de los creyentes aquí, en la Tierra (Sant. 1:12; 1 Ped. 5:4; Apoc. 2:10).
Del mismo modo, la descripción de las joyas en ocasión de la caída de Lucifer, representado en el impío rey de Tiro (Eze. 28), indica la costumbre del Antiguo Oriente Medio de identificar el estatus de la realeza llevando ciertas joyas en la ropa. Por esta razón, el profeta comienza con la figura del rey, y en él representa al querubín y su caída. El querubín caído había sido creado originalmente con la función privilegiada de príncipe entre los ángeles.
Pero incluso en este caso, no hay joyas en el cuerpo del ángel, sino una “cobertura” que sugiere los ornamentos identificadores de su noble posición en sus vestiduras (Eze. 28:1, 13), como hacía el rey o el príncipe de Tiro. Se trata, pues, de un relato simbólico, que utiliza el recurso didáctico de hablar al pueblo en su propia lengua y terreno.
Ángel Manuel Rodríguez, en su libro Joyas, ¿qué dice la Biblia? (un libro muy recomendable para estudiar en profundidad este tema), sugiere que en la Palabra de Dios hay una distinción en el motivo para usar adornos. Al seguir esa sugerencia, podemos entender que algunos tipos de adornos en el pasado, y actualmente, podrían tener objetivos y significados diferentes del adorno por vanidad personal.
Veamos brevemente lo que él analiza en el libro:
1-Las joyas ornamentales. Son las utilizadas para ostentar y llamar la atención hacia uno mismo. No cumplen ni tienen una función en particular más que esa. La evidencia bíblica es peyorativa en relación con su uso ya que fomenta la vanidad y el orgullo, y se relacionan con la idolatría y la apostasía. Si bien las joyas no son intrínsicamente malas (de hecho, son minerales o piedras preciosas creadas por Dios), el problema está en el corazón de la persona que las porta. Si no le podemos encontrar un propósito a su uso, se trata de una joya meramente ornamental.
2-Las joyas funcionales. Son, por ejemplo, las piedras preciosas en las vestiduras de los sacerdotes bíblicos. Claramente cumplían una función y su uso estaba restringido a ciertos parámetros. Estaban destinadas a ceremonias específicas y no se usaban en la vida cotidiana fuera de este contexto específico. En este sentido, estas joyas no se consideran normalmente contrarias al principio bíblico de sencillez y modestia porque no estaban motivadas por la vanidad personal. Además, podían ser usadas para representar e identificar una institución o un cargo, como la corona del rey o su anillo. Justamente, un ejemplo moderno de este tipo sería el anillo de matrimonio.

El uso de adornos y la apostasía: Una cuestión no menor
Para quienes no le dan la importancia necesaria a este tema y sostienen que no hay nada de malo en la utilización de estos ornamentos, es necesario remarcar la férrea relación entre el uso de joyas y los adornos con la apostasía. Esto es frecuente en la Biblia. En Ezequiel 23:38 al 43, desde luego en el contexto de un relato simbólico, el pueblo de Dios aparece como dos mujeres que profanaron el sábado, idolatraron, llamaron amantes y, a causa de ellos, se pintaron los ojos y se pusieron adornos. A esto se suma que los ebrios del desierto les regalaron brazaletes y diademas, y ellas cometieron adulterio.
El uso de joyas también aparece en Isaías 3:16 al 26 (c. 740-780 a.C.). Sobre ese pasaje, el Comentario bíblico adventista esclarece: “En ningún otro pasaje bíblico puede encontrarse una descripción tan detallada de la corrupción femenina. Se describe a las mujeres del tiempo de Isaías tal cual eran:
vagas, arrogantes, altivas, orgullosas, más interesadas en sí mismas que en el Señor o en las necesidades de quienes las rodeaban. En este capítulo, Judá y Jerusalén son amonestadas a causa de la apostasía, y queda claro el vínculo simbólico entre los adornos vanos y la apostasía. El Señor golpearía en el punto más fuerte del pecado”. También en este sentido, en Oseas 2:13 (c. 755-715 a.C.), Dios indica el origen de los ornamentos de su pueblo apóstata: “La castigaré por quemar incienso a los baales, por adornarse con sus zarcillos y joyeles, y por ir tras sus amantes y olvidarse de mí –dice el Señor”.

“LA BIBLIA MENCIONA EL USO DE JOYAS EN PASAJES SIMBÓLICOS QUE, SI SE ENTIENDEN EN SU CONTEXTO, NO APRUEBAN SU USO”.

Además de relatos simbólicos, en la Biblia se pueden encontrar ejemplos prácticos con restricciones al uso de joyas, como en Génesis 35:1 al 5. En este capítulo, el abandono de los ornamentos y la idolatría se vincula a la reconsagración a Dios y el transitar el camino de la santidad. Se destaca el versículo 4, que afirma: “Entonces dieron a Jacob todos los dioses ajenos que tenían, y los zarcillos que llevaban en sus orejas. Y Jacob los enterró debajo de una encina junto a Siquem”. La actitud de los hijos de Jacob (c. 1800 a.C.), abandonando sus ídolos y sus aros, se explica en Patriarcas y profetas (pp. 204, 205): “Determinó [Jacob] que, antes de marchar hacia ese lugar sagrado [Betel], su casa debía quedar libre de la mancha de la idolatría. […] sus hijos también fueron conmovidos por un poder subyugador […]. Así, dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas”. Por su parte, el Comentario bíblico adventista declara lo siguiente sobre este pasaje: “Indudablemente, creían que la eliminación de los dioses extraños y de todos los adornos perturbadores era necesaria si Dios había de ser sinceramente adorado”.
La afirmación de que solo estaban prohibidas las joyas con grabados o imágenes de pequeños ídolos no se sostiene ante la enseñanza general de las Escrituras; también porque la idolatría es una manifestación externa del estado del corazón y puede indicar idolatría del yo. No es necesario tener la forma de un ídolo para ser un ídolo; alcanza con tener el significado de ídolo. O basta con sentirse un ídolo, y usar el adorno para ello. El interior y el exterior están conectados.
Por otro lado, se puede amar tanto un adorno o cualquier otra cosa que no se tome en serio la Revelación divina. En este caso, la cosa o la joya se colocan por encima de Dios y se convierte en un ídolo. Éxodo 33:1 al 5 (c. 1.400 a.C.) es otro ejemplo literal de fuerte desaprobación de los adornos externos. El texto dice:
“Ve, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de Egipto, a la tierra que juré a Abraham, Isaac y Jacob, al decirles: ‘A tus descendientes la daré. Yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré al cananeo, al amorreo, al hitita, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. Ve a la tierra que mana leche y miel. Yo no subiré contigo, porque eres un pueblo muy terco, no sea que te consuma en el camino. Al oír esta grave noticia, el pueblo se vistió de luto y ninguno se puso sus atavíos’. Porque el Señor dijo a Moisés: ‘Di a los israelitas: Ustedes son un pueblo muy terco. Si yo fuera con ustedes, en un momento podría consumirlos. Quítense los atavíos para que yo sepa lo que les he de hacer’. Entonces los israelitas se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb”.
La palabra “atavíos”, en este texto bíblico, es la palabra hebrea adí, que significa ornamentos o joyas. La obstinación del pueblo en llevar adornos estaba obstaculizando la presencia de Dios en medio de ellos. La orden divina fue que se quitaran las joyas y que vieran todo lo que él haría por ellos. Esta es también una orden muy apropiada para los creyentes que hoy desean obedecer al Señor como respuesta de amor.
A esto se suma que, en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo insiste en abandonar los adornos, no por la forma o el grabado de ningún ídolo, sino por el testimonio, la sencillez y el ejemplo de santidad histórica de personajes bíblicos relevantes: las santas mujeres del pasado. Se hace aquí un llamado directo a la modestia: “También que las mujeres se atavíen con ropa decorosa, con pudor y modestia. No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Tim. 2:9, 10).
En este pasaje se discute el tipo de peinados prohibidos. Las evidencias históricas apuntan a la costumbre antigua de las trenzas entrelazadas con oro y joyas, lo cual tiene sentido en el contexto de los otros ítems mencionados en el pasaje (oro, perlas y vestidos preciosos, según otras traducciones). También es importante la expresión apostólica que suena claramente prohibitiva “no con” tales cosas (peinados, oro, perlas, vestidos costosos o preciosos).
En este sentido, se hace difícil tomar en serio interpretaciones que pretenden traducir ese “no con” como “mejor sería” o “sin exceso”. “No con” significa simplemente eso. Es un principio que no varía, ya que se trata del estilo que debe llevar cada cristiano consagrado, no solo para producir buenos frutos en su vida sino para dar testimonio a otros de que su ciudadanía es celestial.
En contraste con el uso de ornamentos, el apóstol aboga por la modestia y el pudor; y la sustitución de estos ornamentos y vanidades por “buenas obras”, una pauta que no ha prescrito a lo largo de los siglos, porque también afirma que esta era la forma de vestir (sin adornos) que adoptaron las santas mujeres del pasado, como Sara (unos dos mil años antes de la época de los apóstoles).
Sin duda, no se trata de una estandarización particular del apóstol, ni que la modestia sea un estilo ligado a la época y a la cultura de la iglesia de la época en la que vivió Pablo: era una práctica que –como se ha dicho– estuvo vigente durante siglos con el aval de la “santidad” (las mujeres santas, que no llevaban joyas), como ejemplo para toda la iglesia.
Jesucristo es nuestra Perla de gran precio. Su carácter es nuestra riqueza y adorno. Para el mundo, no es así: “Los pecadores están bajo un tremendo engaño. Desprecian y rechazan al Salvador. No comprenden el valor de la Perla ofrecida a ellos y la desdeñan, dirigiendo a su Redentor tan solo insultos y mofas. Más de una mujer se adorna con anillos y brazaletes, pensando ganar la admiración, pero rehúsa aceptar la Perla de gran precio, que le aseguraría su santificación, honor y riquezas eternas. ¡Cuánta infatuación hay en la mente de muchos! Están más encantados con fruslerías terrenales, con oropel y resplandor, que con la corona de vida inmortal, la recompensa de Dios por la lealtad” (Elena de White, Mensajes selectos, t. 1, p. 480).
El apartamiento del plan ideal de Dios en lo que atañe al adorno exterior ha sido motivado, para muchos, por el franco rechazo de las enseñanzas de Jesús en su Palabra, lo que ha traído problemas en la iglesia y ha producido una influencia negativa en el hogar: “Si miman a sus hijos complaciendo sus deseos egoístas, si fomentan en ellos el amor al vestido y desarrollan la vanidad y el orgullo, harán una obra que chasqueará a Jesús, quien ha pagado un precio infinito por la redención de ellos. Él desea que los niños lo sirvan con un afecto indiviso” (Elena de White, Mensajes selectos, t. 1, p. 385).
El apóstol Pablo también insiste en la necesidad de la modestia en el testimonio cristiano (1 Tim. 2:9, 10). Esto, desde luego, se aplica tanto a hombres como a mujeres. Se refiere a tener decencia y sobriedad en la manera de vestir. En el texto griego original, la palabra utilizada aquí es aidows y puede traducirse como “modestia”, o “reverencia”. Significa no solo reverencia al vestirse en público como si se estuviera en presencia de Dios, sino especialmente cuando se está en la iglesia. En concordancia, Elena de White agrega: “Dios quiere algo a cambio de este gran sacrificio que ha hecho en favor de ustedes. Quiere que sean cristianos, no solo de nombre, sino en su manera de vestir y conversar. Quisiera que se conformaran con vestir modestamente; no con volados y plumas, y adornos innecesarios. Desea que tengan modales atrayentes, modales que el Cielo pueda aprobar. ¿Defraudarán sus esperanzas, queridos jóvenes?” (Mensajes para los jóvenes, p. 342). “Queridos jóvenes, la tendencia a vestir de acuerdo con la moda y a usar encajes, y oro y artificios para ostentación no recomendará a otros la religión o la verdad que profesan. Las personas de discernimiento considerarán las tentativas de ustedes por embellecer el aspecto exterior como señales de una mente débil y un corazón orgulloso. La vestimenta sencilla, sin ostentación, será una recomendación para mis jóvenes hermanas” (ibíd., pp. 343, 344). “A los hijos se les debe enseñar, desde temprano, esta lección de modestia: pueden inducirlos temprano a comprender que Dios desea que sus hijos sean hermosos, no por adornos artificiales, sino por la belleza de su carácter, los encantos de la bondad y del afecto, que harán palpitar sus corazones de gozo y felicidad” (El hogar cristiano, p. 188).
Por último, cabe destacar que el apóstol Pedro (1 Ped. 3:1-5) también dice que el comportamiento sencillo de las mujeres cristianas contribuye a la conversión de los maridos incrédulos. El apóstol prosigue, con claridad, utilizando en el texto un lenguaje de mandamiento: “Que el adorno de ustedes no sea externo, con peinados ostentosos, atavíos de oro o vestidos lujosos” (vers. 3, énfasis añadido).
Aparte del “no con” de Pablo (1 Tim. 2:9, 10), como ya vimos, encontramos ahora la expresión imperativa negativa “no sea”, que usa Pedro en este último texto. Esta es una prescripción para no ser y no hacer alguna cosa. No se trata, por lo tanto, de una sugerencia. En Mateo 5:37, se utiliza la misma palabra en griego como imperativo afirmativo. Aquí se trata de un mandamiento de Jesús para ser o hacer alguna cosa y no es, por lo tanto, un mero consejo. Considera el versículo: “Sino que su ‘sí’ sea ‘sí’, y su ‘no’ sea ‘no’. Lo que pasa de esto, procede del maligno”. Además, Pedro asocia el tener una vida tranquila y apacible de confianza y dependencia de Dios (1 Ped. 3:4). Una vida adornada con la gracia de Dios (y no con joyas ornamentales) es agradable al Señor.

Modelos y referencias
Al considerar la orientación bíblica de que debemos ser imitadores de Dios (Efe. 5:1) y de Jesús (1 Ped. 1:21), notamos que el Dios verdadero es diferente de los dioses paganos en relación con las joyas. A los dioses paganos se los representa, generalmente, con adornos; pero –en las teofanías del Antiguo Testamento– el Dios de la Biblia nunca usa joyas ornamentales sobre su cuerpo (Isa. 6:2; Dan. 7:9).
En el acto de la Creación, tampoco se retrata a Adán y Eva con adornos. Ni a los patriarcas ni a los profetas se los describe utilizando ningún tipo de joyas en el cuerpo.

“NO ES NECESARIO TENER LA FORMA DE UN ÍDOLO PARA SER UN ÍDOLO. ALCANZA CON TENER EL SIGNIFICADO DE ÍDOLO. O BASTA
CON SENTIRSE UN ÍDOLO Y USAR EL ADORNO PARA ELLO. EL INTERIOR Y EL EXTERIOR ESTÁN CONECTADOS”.

Los sumosacerdotes en Israel tampoco usaban joyas sobre el cuerpo, sino en sus vestiduras, las cuales eran simbólicas (ver Éxo. 28). Las vestiduras sacerdotales eran propiedad del Santuario, para uso exclusivo en las ceremonias, particularmente las del Templo. La tiara representaba la santidad de la función y las doce piedras preciosas del pectoral correspondían a las doce tribus que representaban (Éxo. 28:21). Es decir, esta no era ropa para uso cotidiano, sino exclusivamente para el ritual. Por lo tanto, sacerdotes y levitas no usaban joyas sobre su cuerpo.
A los ángeles del Cielo se los describe sin joyas, y cuando aparecen en la Tierra solo visten vestiduras blancas resplandecientes (Mat. 28:3; Hech. 10:30; 26:13; Apoc. 15:6).
En el Nuevo Testamento no se retrata ni a los apóstoles ni a Jesús usando joyas, bisutería o tatuajes. Jesús solo utilizaba su túnica y una capa. No había ninguna otra cosa de valor sobre su cuerpo. Por eso, los soldados dividieron y echaron suertes sobre sus ropas (Juan 19:23, 24).
Incluso en su estado glorificado, el Señor Jesús aparece simple, sin joyas o pinturas en su presentación personal, aunque, debido a la gloria divina, sus vestiduras blancas resplandecían y su rostro brillaba como el sol (Mat. 17:2; Mar. 9:3).
En la Biblia, jamás se retrata usando joyas a los redimidos por Jesús, sino solo vestiduras blancas (Apoc. 3:5; 7:9, 13) o coronas de victoria –símbolo de que son vencedores por la sangre del Cordero (Apoc. 4:4)–, las cuales son depuestas a los pies del verdadero Vencedor (Apoc. 4:10, 11).
Estos personajes –independientemente del período o el contexto histórico en el que aparecieron, vivieron, o fueran retratados a lo largo de los milenios– no usaron joyas. Ellos son nuestros ejemplos y referencias para la modestia cristiana. A fin de cuentas, “todo lo que antes fue escrito, para nuestra enseñanza fue escrito” (Rom. 15:4).

Conclusión

Al considerar los textos bíblicos y las citas anteriores, vemos que, en algunas ocasiones, el uso de joyas era una costumbre de los paganos en el Antiguo Testamento, adoptada por los israelitas. Esta adaptación siempre se hacía manifiesta en una situación de apostasía más allá del uso de joyas con identificación funcional.
Pero el uso de joyas, cuando se adoptó al asimilar la cultura pagana, no reflejaba la voluntad de Dios para su pueblo en términos de sencillez y modestia, aunque a veces se permitiera su utilización. Del mismo modo circunstancial, Dios permitió la poligamia en el Antiguo Testamento, pero esto no significa que Dios apruebe tales prácticas en la actualidad (Mat. 19:3-9).

“LAS CORONAS SIGNIFICAN HONOR PARA LOS VENCEDORES EN EL CIELO, Y NO UN EJEMPLO DE CÓMO DEBE SER EL
ADORNO PERSONAL DE LOS CREYENTES AQUÍ EN LA TIERRA”.

La sociedad actual (consumista y frívola) nos condiciona a creer que nuestro verdadero valor depende de nuestra imagen, de nuestra riqueza, apariencia o grado de autoridad. El no uso de joyas en la Biblia “es una acusación contra una sociedad que nos esclaviza, destruyendo nuestra dignidad personal para intentar reconstruirla a través de la adicción de nuestra vida a las cosas superficiales y externas […]. La Biblia reafirma nuestra dignidad personal sobre la base de la Creación y la Redención. Dios nos creó a su imagen y no asoció ese valor intrínseco con ninguna joya ornamental externa (Gén. 3:21)” (A. M. Rodríguez, Joyas, ¿qué dice la Biblia?, pp. 125, 126).
Además, la Biblia menciona el uso de joyas en pasajes simbólicos que, si se entienden en su contexto, no aprueban su uso. A todo esto se le suman las innumerables orientaciones que encontramos en los escritos de Elena de White al respecto (aquí solo mencionamos un puñado de citas). Todas estas citas desaprueban el uso de joyas, al igual que el Manual de la iglesia.
Los mandatos inspirados siguen vigentes y son presentados para nuestra felicidad:
“Los cristianos no han de adornar su persona con atavíos costosos o adornos caros” (Elena de White, Mensajes para los jóvenes, p. 354).
“El amor a la indumentaria y los placeres está destruyendo la felicidad de millares. Y algunos de los que profesan amar y guardar los mandamientos de Dios imitan a esa clase de personas, tanto como les es posible hacerlo sin perder el nombre de cristianos. Algunos de los jóvenes tienen tanta afición a la ostentación que hasta están dispuestos a renunciar al nombre de cristianos para seguir su inclinación a la vanidad y la indumentaria, y el amor a los placeres […]. El vestir sencillamente y abstenerse de ostentar joyas y adornos de toda clase está de acuerdo con nuestra fe” (Elena de White, Joyas de los testimonios, t. 1, pp. 385, 386).
“Apártense de toda especie de mal” (1 Tes. 5:22).

Fuentes consultadas:

Norman Russel Champlim, O Novo Testamento Interpretado versículo por versículo.
Comentario bíblico adventista del séptimo día.
Manual de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (Florida, Buenos Aires: ACES, 2022).
Revista Adventista (en portugués), Oct. 1987 (San Pablo: CPB,), p. 8.
G. W Reid, (ed). Handbook of Seventh-day adventist theology (Hagerstown, MD, 2000).
Ángel Manuel Rodríguez, Joyas ¿Qué dice la Biblia? (Colombia: Asociación Publicadora Interamericana [APIA], 2000).
KM Hebrew Dictionary.
Mounce Greek Dictionary.

Autor: DEMÓSTENES NEVES DA SILVA, pastor adventista jubilado. Trabajó por 35 años como ministro; 22 de ellos fueron como profesor de
Teología en la Facultad Adventista de Bahía (FADBA), en Brasil. Tiene dos maestrías, una en Teología y otra en Vida Familiar, y un doctorado en Psicología.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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