«YO VOY»

02/07/2021

Un llamado, un estilo de vida y una misión.

Con su hija de doce años gravemente enferma, Jairo, el funcionario judío, fue a buscar la ayuda de Jesús a pesar de los prejuicios y la oposición. La aparente demora en el tratamiento convirtió la enfermedad en muerte; pero el poder, el amor de Jesús y la fe convirtieron la muerte en vida. A su vez, una mujer anónima, enferma desde hacía doce años y con sus recursos y esperanza agotados, encontró la salud y la salvación, en un toque de fe y restauración. Ambas sanaciones fueron logradas por el “Yo voy” de Jesús.

La ceguera, consideraba por la tradición un castigo divino, fue derrotada cuando se escuchó el grito “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de nosotros”. Así, se abrieron los ojos físicos y espirituales de los dos ciegos. Un hombre mudo, roto por su silencio y sus demonios, fue restaurado en cuerpo y alma. Mientras que los fariseos murmuraban, la multitud se maravilló: “Nunca se ha visto nada como esto en Israel”. “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mat. 9:36). Así, Jesús resume el propósito de su vida y su misión. Él es el gran “Yo soy”, y también el gran “Yo voy”.

En todas partes hay vidas cansadas, afligidas, destrozadas… Vidas abandonadas que necesitan un toque de fe y esperanza. Son tantas que, a veces, perdemos la capacidad de asombrarnos y reaccionar ante el aumento diario del dolor y el sufrimiento. Esto no sucederá indefinidamente. Desde la eternidad, Dios tiene el control de todas las cosas.

Fuimos llamados por Dios para proclamar la esperanza bienaventurada a un mundo confuso y agonizante. Lo sabemos: “Hay un día que Dios ha designado para la conclusión de la historia de este mundo: ‘Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin’ (Mat. 24:14). La profecía se está cumpliendo rápidamente. Debería decirse mucho, mucho más, sobre estos temas tremendamente importantes. Está cercano el día cuando el destino de las almas se decidirá para siempre” (Elena de White, Eventos de los últimos días, p. 16).

Por eso, ella nos recuerda la tarea: “¡Trabajemos! ¡Oh, trabajemos para la Eternidad! Tengamos presente que todas las facultades deben ser santificadas. Hay que hacer un gran trabajo. Deje que la oración fluya de labios sinceros: ‘Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga, y haga brillar su rostro sobre nosotros. Para que sea conocido en la tierra tu camino, y tu salvación en todas las naciones’ (Sal. 67:1, 2)” (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 47). Y también las recompensas: “En el cielo no habrá ningún salvado con una corona sin estrellas. Si entran allí, habrá algún alma en las cortes de gloria que ha entrado por intermedio de ustedes” (Eventos de los últimos días, p. 286). “En esas pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar” (El conflicto de los siglos, p. 733).

Hoy, en la División Sudamericana, somos una gran familia de poco más de 2,5 millones de adventistas, que vive entre 350 millones de habitantes. Cada hermano de iglesia cuenta con el desafío de llegar a 136 personas con la bendita esperanza. Esto equivaldría a decir que cada uno de nosotros tiene que alcanzar y velar por un edificio completo de 12 pisos, con 3 familias en cada piso. Por eso, doy gracias a Dios por tantos hermanos como Bertha Limaco, de la Iglesia Central de Piura A, en el norte del Perú. Ella tiene 65 años y, por la gracia de Dios, ha plantado una nueva iglesia. En 2021 ya ha llevado a 15 personas al bautismo y está estudiando la Biblia con otras 25 personas interesadas. Motiva y compromete escucharla: “Yo soy misionera y en mi tiempo libre trabajo en un negocio familiar”.

En un momento de la historia, Jesús dijo desde el cielo: “Yo voy buscar y salvar lo que se había perdido, yo voy para sanar la multitud quebrantada, yo voy para buscar ovejas descarriadas y heridas”.

Él te dice hoy: “Yo voy, ¿vienes conmigo?”

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