Pablo y la disputa entre “débiles” y “fuertes”.
En los capítulos 14 y 15 de la epístola a los Romanos, Pablo realiza una clara distinción entre dos grupos de personas que están en desacuerdo: los débiles y los fuertes (Rom 14:1, 2; 15:1). La disputa, en general, gira en torno a la ingestión o abstinencia de ciertos alimentos (14:2, 3, 15, 21). Pablo exhorta a que tanto el que come como el que se restringe de comer no se menosprecien ni se juzguen mutuamente, ya que Dios acepta a todos por igual (14:3). Algunos interpretan el argumento de Pablo en Romanos 14 como si él hubiera abolido la distinción entre animales limpios e inmundos de Levítico 11, liberando al creyente para comer cualquier tipo de alimento.
El propósito de este artículo consiste en demostrar que tal afirmación carece de base bíblica y no presta atención a lo que Pablo quiere comunicar en Romanos 14 y 15.
Un detalle que debe ser establecido desde el comienzo es notar que mientras que el débil come legumbres, otros opinan que se puede comer de todo (14:2). Dado que Pablo no especifica explícitamente por qué el débil ha decidido no comer carne, es discutible suponer que el conflicto se basa en la distinción entre animales limpios e inmundos.
Por otro lado, a medida que avanzamos en la lectura de la carta, aprendemos que el débil también se abstiene de vino (14:21, 17). Curiosamente, no existe prohibición del vino cuando se promulgan las leyes alimenticias (Lev. 11:1-47; Deut. 14:3-21). Por lo tanto, considerando que el débil se ha convertido en vegetariano y se abstiene de beber vino, resulta complicado y sin base bíblica conjeturar que la disputa de ambos bandos gira en torno a las leyes dietéticas de Levítico 11.
Aunque no es sencillo comprender de manera certera las motivaciones de la disputa, existe la posibilidad de comparar la actitud de los débiles con la decisión de Daniel y sus amigos, quienes se negaron a participar de la comida y el vino (Dan. 1:8). Es probable que ellos se hayan abstenido porque los animales que estaban en la mesa eran inmundos y desconocían si habían sido sacrificados siguiendo el patrón bíblico (Lev. 17:14, 15). Por otro lado, considerando que Daniel también rechazó beber el vino del rey, es posible que estuvieran buscando evitar contaminarse con alimentos que habían sido sacrificados a los ídolos (Deut. 32:37, 38). Esto explicaría por qué Daniel y sus amigos optaron por comer legumbres y beber agua (Dan. 1:12, 16).
Es posible pensar que la facción de los débiles, en la iglesia de Roma, estaba –en cierto sentido– imitando la conducta de Daniel. En la antigüedad, en el momento en que la Carta a los Romanos fue escrita, los creyentes paganos ofrecían alimentos a los ídolos (incluyendo vino y carne) que después de ser ofrendados se vendían en los mercados y se ponían en la mesa para su consumo. Sin embargo, el historiador Flavio Josefo nos dice que en Roma existían mercados judíos donde se vendían alimentos limpios, lo que implica que los creyentes de Roma podrían comprar en tales lugares.
Esto explicaría el conflicto, ya que mientras que los débiles juzgan la actitud indulgente de los fuertes, los fuertes menosprecian la fragilidad espiritual de los débiles (Rom. 14:3). Para los débiles, existirían alternativas para comprar carne. Sin embargo, los fuertes no ven inconveniente en adquirir alimentos que se han ofrecido a dioses inexistentes y en los que no creen (ver 1 Cor. 8:4-8; 10:27-29).
Como líder sabio, Pablo invita a los fuertes a que, por amor a los débiles y para que no se pierdan, eviten comer carne y así no destruyan la obra de Dios (Rom. 14:15-21).
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