LA UNIÓN HACE LA FUERZA: EL SECRETO A VOCES

08/05/2017

Dada su vasta experiencia en el trabajo con jóvenes y jóvenes adultos, hablamos con Terry Johnsson sobre la importancia de un programa de mentores para transmitir los valores cristianos a las generaciones más jóvenes. Esto nos dijo.

Háganos, por favor, una breve lista de algunos de los mentores que ha tenido en el transcurso de los años.

Probablemente, uno de los que más se destacaron en mi vida fue T. Marshall Nelly. Fue mi maestro de dos maneras diferentes: una fue por medio de su ejemplo, por el solo hecho de verlo en acción y cómo trabajaba con las personas; probablemente haya sido uno de los hombres más humildes que jamás haya conocido. La segunda forma fue cuando me acerqué y le dije: “Quiero aprender de usted”. Estaba comenzando mi ministerio, y recuerdo haberle preguntado específicamente: “Si usted pudiera comenzar otra vez, ¿qué haría de manera diferente?” Pasó horas hablándome y compartiendo conmigo su experiencia.

Cuando llegó a ser pastor, ¿dedicaba una buena parte de su ministerio a ser consejero o lo fue cultivando con el tiempo?

Es algo que fui desarrollando con el tiempo. En Oakwood me especialicé en Ministerio Joven, y en eso me concentré. Cuando llegué a mi primer destino en una iglesia de Portland, el grupo de jóvenes contaba con quince chicos. Llegué allí con todos mis libros y manuales, dispuesto a hacer un programa para jóvenes fantástico.

A las seis semanas, el grupo pasó de quince a tres niños. En vez de avanzar, retrocedí… Me estaba yendo tan mal que el presidente de la Unión me llamó para preguntarme cómo me estaba yendo. Recuerdo haber pensado: Quizá debería haberme quedado en la milicia.

Llamé al hermano Nelly, y le describí lo que estaba ocurriendo, y me dijo: “Terry, consigue una caja y guarda allí todos tus libros de ministerio, todos tus manuales”. Pensé que estaba tratando de ayudarme a ordenar mis cosas, para luego organizarlas con algún criterio.

A la semana siguiente, cuando llamé al hermano Nelly, me dijo: “Quiero que tomes esa caja y la guardes. Luego, ve donde están esos chicos, sé tú mismo y háblales”. Una semana después, fui sin ningún manual, y simplemente me senté y pregunté a los tres chicos: “Cuéntenme, ¿cómo es su vida?”, y los chicos inmediatamente comenzaron a hablar.

Nunca me olvidaré de una niña, Nancy. Cuando estaba saliendo, se dio vuelta y me dijo: “Esta fue una de las mejores lecciones de Escuela Sabática que tuve en mi vida”.

Dos años después, el mismo grupo de jóvenes tenía 115 chicos. Una de las cosas que aprendí de esta experiencia es que no se trata de mí, sino de ayudar a organizar un programa para ellos. Entonces me convertí más en un coordinador que en una persona parada al frente y dirigiendo todo.

Conocí a Bailey Gillespie, quien también era mentor, en La Sierra. Me senté junto a Bailey y le comenté lo que quería hacer. Me contestó: “Podríamos traerte a Loma Linda para organizar algunos programas para niños, matrimonios y familias; y para que trabajes en el Ministerio Joven aquí”.

Así que, los siguientes tres años los pasé viajando de Portland a Loma Linda y La Sierra. Cada cuatro meses me permitían regresar (a Portland) para monitorear el funcionamiento del programa. Supe que lo que estaba haciendo funcionaba cuando me ausenté por seis meses y, al regresar, los chicos seguían dirigiendo el programa. Había un adulto en el salón, pero ellos estaban a cargo del programa. Esto desencadenó que comprendiera que no se trata de mí, sino de enseñar a los chicos; los dejé dirigir y desarrollar el programa.

Fui sin ningún manual, y simplemente me senté y les pregunté a los tres chicos: “Cuéntenme, ¿cómo es su vida?” y los chicos inmediatamente comenzaron a hablar.

¿Le resultó más sencillo implementar este tipo de programa cuando llegó a la iglesia de Sligo?

En La Sierra, había escrito un artículo para Bailey Gillespie titulado “Elaboración de un programa de Ministerio Joven”. Aún lo conservo. Escribí que, si trabajara en un predio universitario y pudiera conseguir jóvenes que estuvieran en una edad en que aún tuvieran contacto con jovencitos, los pondría a cargo de una cierta cantidad de chicos. Ellos me mantendrían informado acerca de sus actividades, pero serían ellos mismos los que ayudarían a esos chicos.

En Sligo, comenzamos con un total de doce directores de Jóvenes. Cada director de Jóvenes era responsable por diez chicos, que estaban a su cargo. Todos los lunes, me entregaban un informe sobre sus integrantes. Si un chico faltaba más de dos sábados, tenían que ir a visitarlo y ver cómo estaba. Si a la semana siguiente volvía a faltar, me pasaban el nombre de ese jovencito y yo lo visitaba.

Iba a sus escuelas. Los chicos les pueden contar historias sobre cómo aparecía en sus escuelas públicas, cómo su pastor los estaba esperando junto a sus casilleros. Así fue como comenzó el Programa de Directores de Jóvenes de Sligo, al convertirme en el mentor de ese grupo de doce.

Cuéntenos algunas historias de sus directores de Jóvenes de Sligo.

Pete Garza está primero en mi lista. Cuando lo conocí, era un chico de barrio que tenía contacto con pandillas. En nuestro grupo de directores de Jóvenes siempre se permitían dos de lo que nosotros llamábamos “comodines”. Eran personas del tipo que uno piensa que no alcanzarán sus metas ni en cien mil años.

Todos los años, cuando elegíamos a los nuevos que reemplazarían a quienes se habían graduado, solía decir: “Bien, elijamos el ‘comodín’ ”. Pete fue uno de mis comodines. Los directores de Jóvenes dijeron: “Tiene toda la onda; es cero complicado”. Y Pete fue el primero de su familia en graduarse de una universidad, y hacerlo con un título ministerial.

Kitty Pilli era otro comodín (actualmente es Pranitha Fielder, pastora asociada de la iglesia de Sligo). Ni siquiera era miembro de nuestra iglesia, pero era muy activa en el colegio Takoma Academy. Tampoco concurría mucho a la iglesia. Sin duda alguna, ella fue uno de mis “éxitos” en Cristo.

Otra persona en mi lista es Michelle Koilpillai. La invité a participar de uno de nuestros viajes misioneros. La primera respuesta de Michelle fue: “No hay forma de que yo vaya a un viaje misionero”. Pero descubrimos que nos iba a hacer falta llevar un dentista, y como el padre de Michelle lo era lo invitamos a ir con ella. Al principio, Michelle quiso trabajar con los otros chicos, pero la convencimos de trabajar con su papá, que tenía mucho trabajo. Lo mismo hicimos con Lexi, la mejor amiga de ella. Fue tal el impacto que esta experiencia tuvo sobre Michelle que ella y Lexi llegaron a ser dentistas.

Jackie Sánchez fue otro caso. Era directora de Jóvenes del Campamento Upward Bound. Durante años, Sligo tuvo un programa de campamento de verano llamado “Camp Upward Bound”. En una oportunidad, formé parte de un comité en el que se discutió el cierre del campamento, argumentando que había cumplido su finalidad y ya no era necesario. Entonces, les dije: “¿Qué les parece si nombramos director de campamento a una persona joven? Podemos contratar jóvenes que no tengan un empleo de verano”.

Algunos dijeron: “Eso no va a funcionar”. Y respondí: “Yo estaré allí y seré su mentor. Ellos se van a encargar de organizar, liderar; y nosotros haremos exactamente lo mismo. Aplicaremos exactamente el mismo concepto que tenemos para el programa de Jóvenes”. Ese mismo verano, obtuvimos 80 mil dólares con los jóvenes como líderes.

Otra persona que recuerdo es Phil Riley. Le pedimos que fuera director de Jóvenes. Jon Mowry es otro de ellos, y actualmente es uno de los ancianos de la iglesia de Sligo. Chris Lunsford, Heather Lunsford, y la lista sería interminable…

¿Qué efecto duradero tiene sobre los jóvenes el programa de mentores?

Casi todos los jóvenes que participaron en el ministerio del departamento de Jóvenes de Sligo han permanecido en la iglesia hasta el presente. Aprendieron que la iglesia es para comprometerse. No es para ir a sentarse y que lo entretengan. Ellos son parte de este concepto.

Acudieron grupos de jóvenes de distintos puntos del país para reunirse con nosotros. Casi todos los fines de semana venían a ver qué estábamos haciendo. La idea que tenían era: “Vamos a ver a Terry Johnsson parado al frente, contándoles historias a los jóvenes sentados a sus pies”.

El hecho que más los impactaba era que al final de la lección de Escuela Sabática los jóvenes me daban cinco minutos para hacer el cierre. A excepción de esos minutos, eran los jóvenes quienes dirigían todo el programa, de principio a fin, incluyendo la música, todo.

Tenemos que permitir que los jóvenes dirijan y nosotros los guiemos. Ellos tienen inquietudes, pero permitámosles comprometerse. Ese es el secreto de un buen mentor. RA

  • Director general de la misión de integración para Adventist Health (Servicio Médico Adventista de la costa oeste de los Estados Unidos) en Portland, Oregon. Previamente, fue capellán radial para la estación WGTS-FM en Takoma Park, Maryland, y anteriormente se desempeñó como pastor de jóvenes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Sligo. Antes de estudiar en la Universidad de Oakwood, Johnsson sirvió en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos como miembro de la Guardia de Honor en la Casa Blanca.

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