El Salmo 83, una oración ante los peligros e injusticias de este mundo.
Este es un mundo injusto, donde reina el dolor. Un nuevo capítulo bañado de sangre se vivió el pasado jueves 20 de febrero cuando el grupo terrorista Hamas entregó a la Cruz Roja Internacional los cuerpos de cuatro rehenes israelíes. Fue la primera vez que se entregaron restos de cautivos desde su ataque del 7 de octubre de 2023, que dejó 1.211 muertos, en su mayoría civiles. Antes de la entrega, Hamas organizó una desagradable puesta en escena donde exhibió cuatro ataúdes correspondientes a Oded Lifshitz (tenía 83 años y era activista por la paz), Shiri Bibas (tenía 32 años), y sus dos hijos: Ariel (de 4 años) y Kfir (de 9 meses). Todo esto generó repudio en la comunidad internacional.
Este es un mundo injusto, donde no solo los malvados parecen triunfar. También las ideologías erradas parecen imponerse. Lo sabía muy bien Asaf al expresar la oración registrada en el Salmo 83: “Dios, ¡no guardes silencio! ¡No calles, Dios, ni te quedes quieto! Porque braman tus enemigos; los que te aborrecen levantan la cabeza” (vers. 1, 2).
Como en la actualidad, la táctica del Príncipe de este mundo en la antigüedad fue operar solapadamente con falacias y engaños: “Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente, han entrado en consejo contra tus protegidos” (Sal. 83:3). Por eso, Asaf realiza una detallada mención de los pueblos enemigos de Israel que le trajeron problemas a lo largo de su historia: edomitas, ismaelitas, Moab, Amón, Amalec, los filisteos, los habitantes de Tiro, los asirios y los de Madián.
Además, es interesante notar que en el versículo 8 se mencionan en este listado a “los hijos de Lot”. En la frenética huida por la destrucción de Sodoma, el sobrino de Abraham escapa por su vida junto con su familia.
Su esposa, aferrada a un pasado que se negaba a soltar y desobedeciendo la orden divina (Gén. 19:17), mira hacia atrás y queda convertida en una estatua de sal (Gén. 19:26). Luego de esta tragedia producto de una mala decisión inicial (Gén. 13:10, 11), todo se desbarrancaría aún más. Las hijas de Lot urden un incestuoso plan y tienen relaciones sexuales con su padre a fin de conseguir descendencia. Meses más tardes, ambas dan a luz a sus hijos: Moab y Amón, cuyos descendientes serían acérrimos enemigos de Israel (Gén. 19:31-38). Nada puede salir bien transitando el camino del pecado.
La estrategia satánica fue siempre la misma. Desde que era Lucifer ha intentado ser igual a Dios y usurpar su lugar de poder, pero no su carácter de amor (Isa. 14:12-14; Eze. 28:14-17). En este salmo se muestra también que esa era la aspiración de los enemigos de Israel. Ellos dicen: “Heredemos las moradas de Dios” (Sal. 83:12). Satanás siempre desvirtúa todo lo bueno que Dios hacer. Sucede con la alimentación, con la sexualidad y con la música, por mencionar algunos ejemplos. Como siempre, debemos considerar todas las teorías y las tendencias culturales con exhaustivo análisis y fundamento bíblico a fin de no ser engañados.
Lot fue confundido por los atractivos (pero dañinos) placeres de Sodoma. “Encandilado por sus visiones de ganancias materiales, Lot pasó por alto los males morales y espirituales que encontraría allí” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 126). Su triste historia queda registrada como enseñanza para quienes vivimos en las nuevas Sodomas y Gomorras, donde reina la perversión y la inmoralidad; y donde la Ley de Dios ha sido rebajada por completo. No es casualidad que la única mujer que Jesús pidió recordar no fue la abnegada Jocabed, ni la ferviente Ana, ni a la amable Abigail, ni la valiente Ester. No. El Maestro de Galilea dijo: “Acuérdense de la mujer de Lot” (Luc. 17:32). ¿Por qué Jesús aconsejó esto? Veamos:
1-Porque importa lo que está en nuestro corazón. Físicamente ella estaba escapando, pero su mente y sus inclinaciones seguían ancladas a Sodoma. Su obediencia a Dios era solo externa.
2-Porque la entrega a Dios debe ser completa. En la vida espiritual no se deben tomar medidas a medias. La consagración total implica todas las áreas de nuestro ser.
3-Porque es necesario dejar las cosas de este mundo. El pasado sirve para que aprendamos de él; no para que vivamos en él. Por la gracia de Dios podemos vencer el pecado y dejar atrás todo lo que nos separa de él.
4-Porque todas las decisiones que tomamos son trascendentes. Sean pequeñas o grandes, cada una de ellas es un paso seguro hacia el Cielo o un resbalón movedizo hacia la perdición.
En este contexto, el consejo inspirado por Dios sigue vigente hoy más que nunca: “Como en días de Noé y Lot, debe hacer una decidida separación del pecado y los pecadores. No puede haber transigencia entre Dios y el mundo, ni se puede volver atrás para conseguir tesoros terrenales” (Elena de White, ibid., p. 163).
En este mundo injusto, sea nuestra oración la del Salmo 83 para recordar que el camino de la transgresión nunca conduce a la paz, que Dios nos invita a ser sus amigos, y que la triste historia de Lot y su mujer aparece en la Escritura como una solemne advertencia. Sea nuestra la oración del Salmo 83 no solo para la liberación de nuestras angustias y para la preparación ante la gran crisis del fin del mundo, sino también para glorificar a Dios y testificar de su amor: “Y sepan que tu nombre es el Señor. Tú solo, el Altísimo sobre la tierra” (vers. 18).
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