LAS SERPIENTES VENENOSAS SON CULPABLES, AUNQUE SE VISTAN DE PALOMA
En Jerusalén, días antes de la crucifixión, Jesús “castiga” verbalmente a los escribas y los fariseos con una serie de “ayes” (Mat. 23:13-36;
Mar. 12:38-40; Luc. 20:45-47). En la versión del Evangelio de Mateo, Jesús los llama serpientes y generación de víboras (Mat.
23:33). Tal vez el lector recuerde que la expresión “generación de víboras” ya había sido usada anteriormente: aparece primero en el discurso de Juan el Bautista, quien, al ver a los fariseos y los saduceos que venían al lugar donde él estaba bautizando, los combate usando esta designación (Mat. 3:7;
Luc. 3:7). Seguidamente, antes de los “ayes”, Jesús llama a los fariseos de esta misma forma, preguntándose cómo es posible que estos puedan decir algo bueno cuando son malos (Mat. 12:34). En las líneas que siguen, buscaremos determinar el significado de esta expresión tan extraña para nosotros.
Ante todo, debemos destacar que la designación “generación de víboras” ocurre en el contexto de los “ayes”, y es una acusación contra la hipocresía de los líderes religiosos (Mat. 23:29-36). Estos, aunque edifiquen sepulcros para los profetas y afirmen que ellos no los habrían asesinado, persiguen a profetas, sabios y maestros (Mat. 23:29-34). Esto lo sabe bien el lector de Mateo, pues los fariseos han planeado matar Jesús (Mat. 12:14); y los escribas, según la predicción que el propio Jesús hace sobre su muerte, harán lo mismo (Mat. 16:21). Esta es la razón por la que Jesús los llama hipócritas, pues, aunque aparenten ser hombres de Dios (Mat. 23:1:1-12), y pretendan observar los preceptos divinos (Mat. 12:1-14; 19:1-9), en realidad, como lo fueron sus antepasados (Mat. 23:31, 32), son asesinos.
“QUE DIOS NOS AYUDE A EVITAR SER DESTINATARIOS DE ESTA DESIGNACIÓN, QUE ES UNA ACUSACIÓN QUE EXPONE
LA HIPOCRESÍA RELIGIOSA”.
Lo anterior es claramente establecido al examinar cómo las palabras “generación” y “víboras” operan en el corpus griego del primer siglo. El vocablo griego para generación designa la producción de una prole, cría o hijos, por lo que una traducción alternativa sería la de raza o camada de víboras. Los
fariseos y los escribas, por lo tanto, se entienden como un colectivo, el cual es parte y al mismo tiempo desciende de otras víboras.
A su vez, el término “víbora” era empleado en la literatura antigua para describir un tipo de serpiente destructiva y ponzoñosa (Hech. 28:3, 4). El poeta griego Nicandro nos informa que la víbora hembra, después de aparearse con el macho, lo engullía comenzando por la cabeza. Técnicamente esto se
llamada “mariticidio” (es decir, asesinar al marido), lo que hace de los escribas y fariseos un grupo colectivo de asesinos.
Sin embargo, Nicandro no termina ahí, pues él también indica que las crías de la víbora hembra, al nacer, engullían a la madre, lo que las hacía huérfanas. Esto significa que la expresión “generación de víboras” también puede entenderse como una alusión al matricidio, una acusación que en la cultura antigua era vista como un crimen vil y despreciable (1 Tim. 1:9). Los fariseos y los escribas, por lo tanto, son una raza asesina de víboras, quienes pretenden ser religiosos, al adornar los monumentos de los justos (Mat. 23:29), cuando en realidad actúan del mismo modo que sus antepasados.
Jesús develó esta pretensión, asegurando que la única preocupación de los escribas y los fariseos consiste en ser visto por los hombres (Mat. 23:5). En otras palabras, son como víboras vestidas de palomas. Sin embargo, para Jesús, quien conoce el corazón de las personas (Juan 2:23-25), no son sino una camada de mentirosos, quienes enseñan lo que se debe hacer pero realizan lo contrario (Mat. 23:3). Que Dios nos ayude a evitar ser destinatarios de esta designación, que es una acusación que expone la hipocresía religiosa de quienes promueven guardar el mandamiento “no matarás” (Éxo. 20:13) y, al mismo tiempo, lo quebrantan.
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