Lecciones de vida en un viejo papiro del Salmo 26.
Una inefable satisfacción me atravesó aquella calurosa tarde de julio en El Cairo mientras salía de una fábrica de papiros con un rollo de ese soporte de escritura recién elaborado. Con notable habilidad, el operario del lugar había tomado las delgadas y verticales tiras de la planta (ya sometidas al proceso de sumersión en agua al menos por siete días), les había escurrido el exceso de agua con un rodillo y las había entrelazado para apilarlas en capas y prensarlas. La técnica es exacta y útil; y el producto que da como resultado, aún más. El papiro fue un soporte de escritura elaborado en Egipto a partir del junco de papiro, una planta acuática de las orillas del Nilo. Los egipcios lo usaban para fabricar hojas de escritura, cuerdas, esteras, sandalias y cestas. Emociona estar allí y saber que Moisés y otros autores inspirados escribieron sobre ese material.
También son trascendentes los descubrimientos arqueológicos, como el del Papiro Oxirrinco 5101, hallado en tierras egipcias. Se trata de un manuscrito de los Salmos de la Septuaginta (la traducción más antigua existente en griego del Antiguo Testamento, también conocida como Biblia de los Setenta, o LXX) que, según los especialistas, es probablemente la copia existente más antigua de los Salmos de la LXX.
En este papiro se encuentran porciones de los Salmos 26, 44, 47, 48, 49 y 63. Son mensajes de instrucción divina contenidos en frágiles porciones vegetales en un idioma lejano al nuestro. “Parecen dibujos, pero dentro de las letras están las voces”, diría el escritor mozambiqueño Mia Couto. “Los signos inertes de un alfabeto se vuelven significados llenos de vida en la mente”, expresaría la escritora estadounidense Siri Hustvedt. “El libro es un recipiente donde reposa el tiempo, una trampa a la efímera condición humana”, escribiría el filósofo español Emilio Lledó.
Desafiando los tiempos y las edades, cada papiro llega hasta nosotros para enseñarnos verdades eternas, como las que contiene el hermoso Salmo 26. Veamos:
1-Un salmo de David. Tal vez el Dulce cantor de Israel haya compuesto estos versos mirando un campo manso de lirios. Lo más probable es que lo haya realizado ante áridos montes al calor de alguna injusta persecución. Más allá de los contextos, David proclama el amor y la justicia de Dios, y en los 12 versículos expresa fe en la reivindicación divina.
2-Un salmo de amor. En los versículos 1 al 3, David realiza una petición particular: “Señor, hazme justicia, porque en mi integridad he andado […]. Porque tu invariable amor se halla ante mis ojos y ando en tu verdad”. A David no le interesaba su reputación ante otras personas, sino que le preocupaba tener un carácter aprobado delante de Dios. La vida cristiana no se trata solamente de arrepentirse, pedir perdón y ser justificados por Dios. Esto es algo sumamente vital y es la base. Sin embargo, luego de esta renovadora experiencia, debemos iniciar el camino de la santificación (también por la gracia de Dios), y andar en integridad y verdad. Siempre al amparo del invariable amor divino.
3-Un salmo de integridad. En los versículos 4 al 8, David da muestras de esa vida de rectitud y felicidad luego de ser restaurado por Dios. Así, describe varias formas específicas en las que su vida demostraba una fe viva. No se asociaba con hombres hipócritas, malignos, ni impíos. Por el contrario, exclama: “Señor, amo la habitación de tu morada, el lugar donde está tu gloria” (vers. 8). La experiencia cristiana no se trata solo de evitar el mal, sino también de buscar a Dios, amarlo, permanecer en su iglesia, obedecer sus mandamientos y predicar las preciosas verdades de su Palabra. Humanamente hablando, esto puede parecer complicado, pero todo se resuelve manteniendo una íntima relación con Dios por medio del estudio de la Biblia y de la oración. Ninguna obediencia puede sostenerse sin la presencia de Jesús en nuestra vida.
4-Un salmo de súplica para que Dios no haga algo. En los versículos 9 y 10, encontramos una petición para ser preservado del mal. David se negaba a asociarse con los pecadores y le pedía a Dios que lo mantuviera alejado de ellos en la muerte. Este pedido es un eco de la oración de Balaam en Números 23:10: “Muera yo de la muerte de los rectos, y sea mi fin como el suyo”.
5-Un salmo de súplica para que Dios haga algo. En los versículos 11 y 12, David pone los factores en la perspectiva correcta: “Yo ando en integridad. Redímeme y ten misericordia de mí. Mi pie ha estado en rectitud […]”. Solo podemos caminar en integridad si Dios nos redime y nos brinda su misericordia. No es fácil mantenerse en la firme recta de la integridad, pero no hay otro camino hacia la vida eterna que este. Charles Spurgeon lo reflejó con las siguientes palabras: “El lugar llano sobre el que se para nuestro pie es la fidelidad segura del Pacto, la promesa eterna y el juramento inmutable del Señor de los ejércitos; no hay miedo de caer de esta base sólida, ni de que nos la quiten”. Las promesas de Dios son seguras por más que estén escritas en una débil hoja papiro.
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