Poemas sobre la gratitud, la justicia y la victoria en los Salmos 9 y 10.
Muy cerca de un lugar que queda muy lejos, el vendedor de la tienda se deshacía en ademanes para convencerme
de llevar dos artículos textiles al precio de uno. La desconfianza en su excesivo carisma contrastaba con el escaso dinero local que contenía mi bolsillo. Como las artes del regateo de ese país oriental no eran mi especialidad, terminé comprando elementos de más que no necesitaba. Los gurúes del marketing —los de una tecnológica oficina o los de un caluroso techo de lona de un mercado callejero— parecen tener siempre todo controlado.
El marketing divino no es un chantaje emocional ni la creación de necesidades huecas que dejan el alma más vacía. En el “dos por uno” de los Salmos 9 y 10, Dios nos muestra que su protección y su justicia son la mayor adquisición que podemos hacer para este 2025 que se termina sin tener que pagar ni una sola moneda por ellas.
Abramos nuestra Biblia en este dúo poético que explora la tensión entre la soberanía de Dios y la aparente prosperidad del mal en este mundo.
Lo primero que destacamos es que en la Septuaginta (la traducción griega más antigua de la que se tiene registro, también llamada la “Biblia de los Setenta” y conocida por su abreviatura LXX) estos dos salmos aparecen unidos en uno solo. Esto se debe a que ambos constituyen un acróstico del alfabeto hebreo. Además, es posible diferenciar estas temáticas.
1-Alabanzas a Dios por cómo trata a los enemigos (Sal. 9:1-8). El salmista celebra la victoria de Dios sobre los adversarios, destacando su rol como Juez justo y como refugio para los afligidos en tiempos de angustia. Estas palabras son un recordatorio de que, aunque los impíos parezcan triunfar temporalmente, su fin es inevitable.
Desde una perspectiva espiritual, estos versículos nos enseñan a navegar la dicotomía entre la realidad visible y la verdad eterna. En un mundo donde la injusticia abunda, es fácil identificarnos con el clamor de David. Sin embargo, él nos anima a recordar las maravillas pasadas del Creador, cultivando una gratitud que fortalece la confianza en Dios. Después de todo, la adoración es un acto de fe.
2-Alabanzas a Dios por cómo trata a los oprimidos (Sal. 9:9-16). David estaba agradecido porque Dios hizo algo más que juzgar a los impíos; también fue una ayuda y un apoyo para los débiles. Él entendió que el triunfo de Dios era tan completo que sus enemigos cayeron en la misma trampa que tendieron para otros. Incluso los mejores planes y esfuerzos de quienes se oponen a Dios terminan cumpliendo su propósito. Este patrón se demuestra una y otra vez en las Escrituras. Los hermanos de José lucharon contra el plan de Dios solo para promoverlo. Amán construyó una horca para Mardoqueo para luego ser ejecutado en ella. Judas traicionó a Jesús y se convirtió él mismo en un cumplimiento de la profecía.
La grandeza de Dios se demuestra por la forma en que puede usar los planes y esfuerzos de los impíos, al mismo tiempo que trae un juicio justo sobre ellos.
3-Alabanzas a Dios por juzgar con justicia (Sal. 9:17-20). Pocas cosas hay más dolorosas que sentirse olvidado y decepcionado. A quienes sufren tanto dolor, Dios les hace estas maravillosas promesas: que no serán olvidados para siempre y que su esperanza no perecerá. Tus súplicas no serán olvidadas; así que, sigue orando. Tu estudio de la Biblia no será olvidado; así que, sigue leyendo. Tu servicio no será olvidado; así que, sigue ministrando. Finalmente, todo también será para dar testimonio a las naciones del Dios todopoderoso.
4-El cuestionamiento de la fe (Sal. 10:1- 11). Los altibajos de la vida cristiana se ven reflejados en este vaivén existencial. Luego de alabar a Dios, aparecen los “por qués” y, detrás de ellos, las ansiedades, las preocupaciones y la aparente inactividad de Dios. El supuesto éxito de los inicuos hace tambalear la fe al punto de ingresar en el duro terreno de la incredulidad. No obstante, una mano se eleva entre las miasmas y opera la herramienta más poderosa del ser humano finito: la oración al Trono de la gracia ilimitada.
5-Una plegaria de vindicación (Sal. 10:12- 18). Todos nos sentimos identificados con la oración del versículo 12: “Levántate, Señor Dios; alza tu mano…”. Todos alguna vez la hicimos entre lágrima y, sin duda, la volveremos a hacer. David era un hombre de acción valiente y de espíritu guerrero. No era el tipo de persona que se quedaba atrás pasivamente mientras los malvados asesinaban y aterrorizaban a los débiles e indefensos. Pero él sabe que, en esta guerra espiritual, nada puede hacer. Sabe que la batalla es del Señor, quien es “Rey eterno y para siempre” (Sal. 110: 16).
Que estos últimos días de 2025 nos encuentren cultivando una fe resiliente que nos permita tener alabanza en la victoria, esperanza en la prueba y confianza en la soberanía divina.

Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros "¡Qué enREDo", "La fuerza de la palabra", “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente, es editor de libros y director de la Revista Adventista y de la revista Ministerio, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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