LEJOS DEL ASISTENCIALISMO Y MOVIDOS POR LA CONVICCIÓN, MUCHOS JÓVENES Y ADULTOS SE ENROLAN COMO VOLUNTARIOS PARA SERVIR.
Según el Informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2015, se estima que en 2014 más de mil millones de personas fueron voluntarias, lo que significa un creciente movimiento de interés por proyectos de voluntariado alrededor del planeta.1
En la Iglesia Adventista, con el paso de los años hemos percibido esa misma tendencia, especialmente en América del Sur. Si comparamos los informes del Servicio Voluntario Adventista (SVA) de 2008 con el de 2018 (hasta agosto), el número de voluntarios que servían vía SVA creció más del 1.000 %, partiendo de 78 hasta más de 900 voluntarios.2
Sin embargo, aún es muy común asociar el servicio voluntario solo con el asistencialismo. Al fin y al cabo, fue así como empezó. Por ejemplo, en Brasil, el primer registro documentado de voluntarios es de 1543, cuando comenzó a funcionar la Santa Casa en el litoral de Santos. Tenía por misión atender especialmente a las personas que llegaban exhaustas después de largas travesías por el mar.3
No obstante, como iglesia, al pensar en el voluntariado, tenemos que ir más allá del asistencialismo. Necesitamos ser tan intencionales al satisfacer las necesidades físicas, materiales y sociales de una persona que consigamos también satisfacer las aflicciones del alma. Al aclarar cuál es el ayuno que verdaderamente le agrada, observa lo que Dios dice a su pueblo, a través del profeta Isaías:
“Y si derramares tu alma al hambriento, y saciares el alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía” (Isa. 58:10, RVA).
Aunque en los versículos anteriores (6, 7) el Señor relacione necesidades como, por ejemplo, pan al hambriento, techo para los desamparados, ropa para los que están desnudos, justicia para el que no tiene justicia, libertad para los que están atrapados bajo los pesados yugos de la impiedad y la desigualdad humanas, recién en el versículo 10 presenta la condición final para que nuestra luz brille como el mediodía: derramar mi propia alma para saciar otra alma.
Por cierto, la luz que brilla al mediodía (vers. 10) es más intensa que la luz que rompe con el alba (vers. 8), aunque el segundo es un presupuesto necesario para que el primero suceda.
Esta comprensión es lo que nos mueve más allá del asistencialismo. Se trata de compartir mi vida con otra persona: “Únicamente la vida puede engendrar vida”.4 Este debe ser nuestro eje central al pensar en el servicio voluntario, sea cual fuere la naturaleza del proyecto: Mission Trip, Misión Caleb, OYIM, o Voluntariado de corta o larga duración.
Es lo que la joven voluntaria Elisabeth está haciendo en Irak. Al atender a familias víctimas de traumas de posguerra en un campo de refugiados, consiguió ganar la confianza de una familia hasta que se convirtió en parte de ella. A pesar de ser musulmanes, un día el patriarca de ese hogar le pidió como regalo una Biblia, pues al conversar varias veces sobre Jesús se despertó su interés en leer y conocer más. Con mucha alegría, ella le regaló dos Biblias en árabe, que a su vez ahora está leyendo y anotando con avidez ese patriarca, así como sus hijas y su esposa.
Ellos ya regresaron a su ciudad, casi completamente destruida, y el Espíritu Santo tiene hoy en sus manos una familia, un poderoso instrumento que está siendo preparado para su servicio en aquel lugar. Gracias a Jesús, que utilizó a una joven voluntaria, quien con pasión brilló intensamente, como el sol del mediodía, en un campo de refugiados. RA
Joni de Oliveira, pastor y director del Servicio Voluntario Adventista de la División Sudamericana.
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