Investigando el nombre de un personaje bíblico muy conocido.
Es probable que hayan escuchado en más de una ocasión que el hermano mayor de Jesús escribió la epístola de Santiago. No es mi objetivo cuestionar o respaldar esta afirmación, pero sí observar que —si así fuera— no se menciona el nombre Santiago en ningún lugar del Nuevo Testamento. Por otro lado, lo que sí sabemos es que uno de los hermanos de Jesús llevaba el nombre de Jacobo. Ahora bien, si este es el escritor de la carta que hoy conocemos como “epístola de Santiago”, entonces podemos preguntarnos cómo pudo haberse transformado el nombre Jacobo en Santiago.
Vayamos por partes. Jacobo es el nombre griego derivado de Jacob, del Antiguo Testamento. Sí, hablamos del patriarca conocido por ser uno de los descendientes de Isaac y marido de Raquel y Lea (Gén. 25:26; 29:18-28). En tiempos del Nuevo Testamento, el nombre era bastante habitual. Por ejemplo, dos de los seguidores de Jesús era llamados de esta manera.
El primero y más famoso era el hermano de Juan (Mat. 4:21), a quienes Jesús apellidó Boanerges (es decir, “hijos del trueno”, según Mar. 3:17). Este Jacobo tuvo el privilegio de contemplar la transfiguración de Jesús (Mat. 17:1, 2) y de ser el primero de los apóstoles en padecer el martirio (Hech. 12:2).
La segunda persona que recibe este nombre es Jacobo, el hijo de Alfeo (Mat. 10:3; Mar. 3:18). Aunque no contamos con más detalles sobre él, algunos insinúan que tal vez fuera hermano de Leví Mateo, cuyo padre también se llamaba Alfeo (Mat. 9:9).
Por otro lado, los evangelios señalan que una de las mujeres que presenció la crucifixión de Jesús tenía dos hijos. Uno de ellos era conocido como Jacobo (Mat. 27:56; Luc. 24:10), a quien también se lo denomina “el menor” (Mar. 15:40). Aunque algunos consideran que este Jacobo es el mismo hijo de Alfeo mencionado anteriormente, la verdad es que este tipo de vínculo es complicado de establecer con certeza. Esto es cierto también en relación con el padre de Judas (no el Iscariote), cuyo nombre era Jacobo y cuyo hijo también formaba parte de los discípulos de Jesús (Luc. 6:16).
Ahora bien, sabemos que uno de los hermanos de Jesús también se llamaba Jacobo (Mat. 13:55; Mar. 6:39). Dado que Pablo señala que años después de su conversión él visitó en Jerusalén a Jacobo, el hermano del Señor, y a quien también reconoce como uno de los apóstoles (Gál. 1:19), algunos argumentan que este es el mismo Jacobo que en el Nuevo Testamento se lo presenta como el primer líder destacado de la iglesia cristiana (Hech. 12:17; 15:13; 21:18; Gál. 2:9). Este sería el Jacobo de quien Pablo relata que el propio Jesús se le manifestó tras la resurrección (1 Cor. 15:7), y que inicialmente no creía en que él fuera el Mesías (ver Juan 7:5).
Dentro de los Jacobos mencionados, es el hermano de Jesús quien ha obtenido el mayor respaldo para ser reconocido como el autor de la Epístola de Santiago.
No obstante, no todos comparten esta perspectiva, y opinan que el hijo de Alfeo también podría ser un candidato adecuado. En cualquier caso, la pregunta que surge es por qué la misiva no menciona el nombre Jacobo en lugar de Santiago.
Para asombro de algunos, no se menciona el nombre Santiago en el texto original griego de la epístola, pero sí se hace referencia a Jacobo (Sant. 1:1). Esto implica que Santiago es una versión traducida de Jacobo. Pero ¿cómo se originó el nombre Santiago, considerando que este no es de origen bíblico?
La transformación probablemente ocurrió porque, en el español antiguo, el apelativo Jacobo se transliteraba como Iago. Dado que la tradición cristiana empezó a denominar a los escritores de la Biblia con el término “santo” (como, por ejemplo, San Pablo), lo mismo sucedió con el nombre de Iago. En la edición Reina-Valera de 1602, los autores denominan esta misiva como “La epístola universal de S. Tiago”. Con el transcurso del tiempo, la “S”, abreviatura de Santo, se unió con Iago. De este modo, el apelativo Santo-Iago se transformó en Santiago.
Por lo tanto, el nombre Santiago se asemeja al Jacobo bíblico, aunque es resultado de una fusión castellana que fue mutando con el paso del tiempo.
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