El Salmo 4 y el secreto de la auténtica paz interior.
Michael Carroll vivió dos vidas. En ambas fue infeliz. Tenía solo 19 años cuando su anodina rutina como recolector de residuos se vio transformada por el azar: en 2002 ganó el equivalente a doce millones de dólares en la Lotería Nacional Británica. Ser millonario de la noche a la mañana tiene sus riesgos. Y Michael los padeció a todos. Dejó de trabajar, abriendo la puerta a la pereza y a la vanidad. Dejó la sencillez, entrando en un mundo de opulencia y ostentación. Dejó su lugar de residencia y adquirió una mansión tan llena de lujos como de excesos. Las joyas de oro adornaron su cuello y sus muñecas. Los camiones de bebidas alcohólicas se estacionaban en su domicilio para abastecer de líquidos embriagantes sus interminables fiestas. No había que ser profeta para vaticinar que esta situación no terminaría bien.
“Gasté mucho dinero sin sentido e invertí mal. Viví sumergido en drogas y orgías. Mi desayuno diario eran tres líneas de cocaína y media botella de vodka”, recuerda Michael. Este comportamiento autodestructivo no solo le ocasionó problemas de salud, sino también legales: fue arrestado más de treinta veces por conducir en estado de ebriedad y tenencia de drogas.
Después de gastar toda su fortuna, Carroll se declaró en bancarrota en 2013. Resignado a su nueva realidad, vendió su mansión por monedas y volvió a su antiguo empleo como recolector de basura.
Si tuvieras que hacer hoy un repaso de lo que ha sido tu vida, de las oportunidades que se te presentaron, de los desafíos que tuviste y de los fracasos de los que fuiste parte, ¿cuál sería ese balance? Volviendo el ejercicio a una menor escala, ¿qué evaluación podrías hacer acerca de lo que sucedió en este día?
David hizo este ejercicio en el Salmo 4. Al repasar las peripecias de la jornada, observa que más allá de las crisis (propias de un mundo de pecado) y las injusticias de esta vida (provocadas por los demás y por las consecuencias de sus propios errores), puede obtener una de las satisfacciones más preciadas: dormir en paz.
Analicemos este notable capítulo de la Biblia:
1-Una súplica hacia Dios (Sal. 4:1): El salmista esperaba una respuesta favorable dado que Dios es un Dios de justicia. La espera porque en su historia de vida tiene el testimonio vigente de ese cuidado: “Cuando estuve en angustia, tú me aliviaste”. Basado en eso, vuelve a solicitar la piedad divina y clama porque sabe que los tormentos aparecerán nuevamente y los enemigos feroces se volverán a levantar.
2-Un consejo para los hombres (Sal. 4: 2-6): Mientras ora a Dios, David no se olvida de quienes lo persiguen. Con toda razón se podría sostener que cuando menciona que su honra está en juego (vers. 2) se refiere a la abierta rebelión de su hijo Absalón. Seducido por su carisma, muchos cayeron bajo el embrujo de sus vanidades y mentiras. El gran conflicto de los siglos entre Cristo y Satanás es también una puja entre la verdad y la mentira. El hábil Engañador, desde el principio, es el padre de la mentira y quienes siguen ese camino son llamados por la inspiración divina (por más duro que parezca) “hijos del diablo” (Juan 8:40-44 ; 1 Juan 3:4-11).
El sabio consejo del Dulce cantor de Israel es “tiemblen, y no pequen. Cuando están en su cama, examinen su corazón y callen” (vers. 4). Nuestra primera tarea hoy es reflexionar sobre lo que estamos haciendo y, con la ayuda divina, abandonar el camino de falsedad, mentira, vanidad, engaño y rebelión. O sea, el camino del pecado. El lecho de descanso diario es símbolo de lugar de reposo para realizar esta vital tarea. ¿Aparto un tiempo en el día para pensar sobre mi vida y comunicarme con Dios a fin de vencer mis pecados?
3-Una afirmación de fe hacia todos (Sal. 4:7, 8): El resultado de esta acción tienen como grata consecuencia la recompensa de estos dos últimos versículos. David experimenta la auténtica alegría, la duradera y real (que brinda el Cielo), y no la efímera y artificial (que otorga este mundo).
La mejor manera de conciliar el sueño (y de obtener nuestros sueños) es un estilo de vida adecuado a lo que Dios dice en su Palabra. No se trata de un momento de éxtasis fugaz ni seguridad pasajera. No se trata solo de dormir para olvidarse de los problemas. Se trata de vivir confiado, de día y de noche. Solo Dios puede lograr esto en nosotros.
En cierto sentido, todos somos Michael Carroll. Hemos desperdiciado decenas de oportunidades. Hemos malgastado nuestros talentos. Hemos hecho una travesía hacia la felicidad con el GPS equivocado. Pero el Salmo 4 nos anima a cambiar el rumbo.
Ora a Dios por esto ahora, porque “el Señor aparta al piadoso para sí” y “oye cuando clamo a él” (vers. 3).
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