SINÉCDOQUE DE UN CHASCO

El Salmo 102 y la experiencia del 22 de octubre de 1844.

El señor que me atendió del otro lado de la puerta aquella tarde tenía muy claro nuestros orígenes y algún que otro conocimiento de la historia y de la Escritura. “Ustedes, los adventistas, son un pueblo fracasado porque experimentaron un enorme chasco teológico en 1844. Dicen ser estudiosos de la Biblia, pero interpretaron mal las profecías”, me dijo cuando le respondí la pregunta “¿De qué religión eres?” Así es. Muchos nos identifican solamente con aquel triste acontecimiento del 22 de octubre de hace 180 años, desconociendo (tal vez) que la Iglesia Adventista no fue creada oficialmente hasta la década de 1860.

Lo que este hombre, sin saber, estaba haciendo conmigo era una sinécdoque. ¿Qué es esto? Es una figura retórica que se usa para la designación de una cosa con el nombre de otra (de manera similar a la metonimia) aplicando a un todo el nombre de una de sus partes (o viceversa). La vida cotidiana rebalsa de sinécdoques. “Argentina ha jugado bien”, dice el titular de un diario deportivo. Lo que está diciendo es “el equipo de fútbol de la selección argentina ha jugado bien”. En la Biblia también encontramos sinécdoques. Por ejemplo: “Y Judá cayó delante de Israel, y huyeron, cada uno a su tienda” (2 Rey. 14:12). Este sería un ejemplo de “la parte por el todo”. Un ejemplo del “todo por la parte” podría ser: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mat. 6:11).

Ni yo ni ninguno de ustedes fuimos parte del “Gran Chasco”, pero al ser adventistas quedamos identificados con él. No podemos mirar hacia otro lado y despegarnos de la historia. Sí es preciso recordar que el pequeño grupo que no se desanimó luego de esa traumática experiencia siguió estudiando la Biblia y descubrió una serie de verdades distintivas que Dios en su amor nos presentaba.

Si hay un Salmo que retrata una experiencia de chasco es el 102. Este es uno de los siete Salmos llamados penitenciales (es decir, son expresiones de lamento individual que, en ocasiones, incluyen confesión de pecados), junto con los Salmos 6, 32, 38, 51, 130 y 143.

Sin duda, estamos ante uno de los Salmos más tristes ya que habla del dolor, del desánimo y de la persecución. Pareciera haber sido escrito por un fiel de Dios en el destierro, ya que describe una Jerusalén en ruinas.

Lo cierto es que, más allá de las sinécdoques, los chascos son una realidad en nuestra experiencia y en la de nuestras familias o iglesias. Hoy, todos nosotros podemos encontrar en estos 28 versículos un paralelo con nuestras pruebas y preocupaciones, así como la seguridad celestial en tiempos de angustia.

Veamos:

1-Clamar a Dios: la mejor opción en las crisis (vers. 1, 2). Las primeras palabras de este capítulo son frases que aluden a otros Salmos (17:6; 31:2; 45:10; 71:2; 88:2 por ejemplo) y a otras partes de la Biblia (2 Rey. 19:16; Isa. 37:17; Dan. 9:18). El autor reconoce su condición de extrema angustia y sabe que el alivio no será terrenal. Considera que Dios es un Padre amado que escucha y está atento a lo que nos sucede.

2-Lamentarse ante Dios: la mejor actitud en las dificultades (vers. 3-11). Estos versículos son de catarsis en estado puro. Aun así, la belleza poética de estos versos es inigualable. Frases como “mis días se disipan como humo, y mis huesos arden como brasas” conjugan metáforas fuertes y alusiones terribles al dolor. La figura de los huesos que arden fue anteriormente usada en Job 30:30 para describir la durísima situación del patriarca. A su vez, el versículo 5 menciona que sus huesos se pegaron a su piel, algo que también se describe en Job 19:20.

3-Recibir el consuelo de Dios: el mejor bálsamo ante las situaciones desesperantes (vers. 12-22). Entramos aquí en un terreno más esperanzador, que otorga consuelo y paz. Gracias a Dios por el “pero” (esa conjunción adversativa que nos da vuelta la historia) del versículo 12: “Pero tú, Señor, permaneces para siempre y tu memoria de generación en generación”. La luz de la fe emerge y rompe las tinieblas más densas. Hay perspectiva de futuro. Hay redención. Tal vez el salmista no lo vea con sus propios ojos (como se le dijo a Daniel en el capítulo 12 de su libro), pero tiene la certeza de que “esto se escribirá para la generación venidera, y el pueblo que ha de nacer alabará al Señor” (vers. 18) ya que “el Señor miró desde lo alto de su santuario; miró desde el cielo a la tierra” (vers. 19).

4-Reconocer nuestra condición: la mejor actitud para salir adelante (vers. 23-28). Aceptar nuestra realidad es el primer paso para cambiarla. Es notable cómo la desesperación del inicio fue traspasada por la esperanza. Todo está en desorden, pero Dios está al control y al final “los hijos de tus siervos habitarán seguros y sus descendientes serán afirmados ante ti” (vers. 28).

Sí, el chasco forma parte de nuestro ADN adventista. Lejos de avergonzarnos por eso, podemos leer el Salmo 102 y encontrar respuestas de alivio en la Palabra de Dios. Es el mismo sitio en el que nuestros pioneros encontraron la sabiduría que necesitaban luego de ese 22 de octubre de 1844.

Autor

  • Pablo Ale

    Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.

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