¿VERDADERO O FALSO?

14 diciembre, 2023

La verdad en la era de la desinformación.

Vivimos en una era en la que las plataformas digitales nos conectan con personas de todo el mundo y nos brindan acceso a una cantidad aparentemente infinita de datos. Sin embargo, esta abundancia de información también ha dado lugar a un fenómeno preocupante: la desinformación.

¿De qué manera la desinformación puede afectar nuestra relación con Dios, y qué podemos hacer al respecto?

Uno de los mensajes que más recibo por parte de miembros de nuestra querida iglesia es: “Pastor, vi este video, post, artículo o audio en redes sociales que dice X cosa sobre este asunto y me confundió sobre X tema; ¿qué piensa usted?”

Constantemente estamos expuestos a todo tipo de información que, la mayoría de las veces, es contraria a nuestras creencias como adventistas del séptimo día. Pero, el no saber cómo tratar con este fenómeno cada vez más común no solo confunde nuestras bases, sino además terminamos confundiendo a otros con quienes lo compartimos.

Esto nos expone a diferentes peligros:

1-Distracción espiritual. La abundancia de información falsa puede distraernos del verdadero estudio. En lugar de avanzar en la comprensión profunda, perdemos el tiempo en charlatanería superficial o en la idea que está de moda. Y, como no nos detenemos a examinarlo todo y retener lo bueno, nuestra mente se llena de “medias verdades”, a tal punto que ya ni siquiera sabemos en qué creemos.

2-División en la comunidad. La desinformación puede dividir, generando conflictos internos sobre creencias y prácticas, enfrentando a diferentes facciones por “videos que vieron en redes del pastor fulano o mengano”; pero que ninguno se detuvo a estudiar. Solo nos dejamos convencer porque agrada a nuestros oídos.

3-Pérdida de confianza. Hay un constante cuestionamiento a los líderes de la iglesia. Este cuestionamiento es correcto cuando se realiza de la forma correcta. Aquí hago referencia al cuestionamiento infundado, donde no se busca entender una verdad sino satisfacer la curiosidad en la sobreinformación. Entonces, como tenemos demasiadas voces hablándonos al mismo tiempo, no sabemos cuál escuchar.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer al respecto?

1-Educación bíblica. No te nutras espiritualmente sobre la base de videos que te compartieron –o te aparecieron– en las redes sociales o Internet. Como iglesia, tenemos variados recursos que puedes utilizar para capacitarte  acerca de las diferentes verdades que creemos. Pide orientación a tu maestro de Escuela Sabática, tu anciano o el pastor de tu iglesia local para que te ayuden en este proceso de capacitación.

2-Verificación de fuentes. Esto implica ser conscientes de nuestros sesgos y prejuicios, y esforzarnos por buscar fuentes confiables y verificadas. Implica dedicar tiempo y esfuerzo para profundizar en los temas, cuestionar la información y buscar evidencias sólidas antes de llegar a conclusiones. No podremos retener lo bueno en nuestra examinación de todo si primero no sabemos qué es realmente lo bueno. Necesitamos ser honestos con nosotros mismos en esta búsqueda. Consulta siempre a dirigentes de confianza y fuentes confiables, que como iglesia siempre estamos trabajando para que puedas tener a disposición.

3-Desarrollo del pensamiento crítico. No se trata de creer ciegamente en lo que otra persona te está diciendo, independientemente de quién sea esa persona. Necesitas desarrollar la capacidad de cuestionar y analizar la información, no meramente de repetir lo que alguien más te dijo. Por lo que, junto con un líder de la iglesia, es bueno que mantengas un diálogo abierto y respetuoso cuando tengas alguna diferencia de opinión.

En conclusión, la era de la desinformación presenta desafíos significativos para aquellos que buscan la verdad. Pero seamos como los bereanos, de quienes se dicen que chequeaban todo lo que se les predicaba (Hech. 17:11). ¡Qué importante es que hagamos lo mismo! Como aconseja 1 Tesalonicenses 5:21, debemos examinar todo y quedarnos con lo bueno.

¡Ten cuidado! Recuerda que el enemigo está como león rugiente buscando a quién devorar (1 Ped. 5:8).

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