OBEDIENCIA DEBIDA

“Y ordenaba que a todos […] se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente” (Apoc. 13:6).

En los muy contados casos en que terminan compareciendo ante la justicia, casi todos los culpables de crímenes de lesa humanidad aducen básicamente la misma justificación por sus delitos: “Obedecí órdenes de mis superiores”.

La Biblia y la historia del cristianismo están llenas de obediencias indebidas y de desobediencias debidas. Las parteras egipcias Sifra y Púa no obedecieron la orden del faraón de matar a todos los varones hebreos recién nacidos (Éxo. 1). Un grupo de soldados desobedeció la orden del rey Saúl de asesinar a los profetas de la ciudad de Nob (1 Sam. 22). Urías desobedeció la orden del rey David de tener sexo con Betsabé estando sus soldados en batalla, lo que encubriría el embarazo adulterino provocado por el rey mismo (2 Sam. 11). Abdías contrarió a Acab para no ser cómplice del exterminio de los profetas de Dios (1 Rey. 18). Lo mismo hizo abiertamente el profeta Elías. Daniel hizo caso omiso de una ley que prohibía el ejercicio de la libertad religiosa o de conciencia (Dan. 6). Mardoqueo se negó a inclinarse ante su superior Amán (Est. 3). Pedro y Juan desobedecieron a las autoridades judías que les prohibieron predicar acerca de Cristo (Hech. 5). Y hay muchos más.

A su vez, la Edad Oscura, o Edad Media, reboza de desobediencias que hicieron posible la preservación de la fe cristiana bíblica merced, por ejemplo, a la traducción y la difusión de las Escrituras, actividades estas prohibidas entonces en buena parte de Europa.

En otros escenarios y épocas, los pioneros adventistas desobedecieron la ley racista que prohibía cobijar esclavos fugitivos o ayudarlos a huir de sus amos. Durante el apogeo del nazismo, los “gentiles justos” arriesgaron y aun perdieron su vida por ayudar a los judíos perseguidos a escapar de Alemania y por ocultarlos de las autoridades en los países ocupados (el adventista John Weidner, entre ellos).

Desobediencias debidas más recientes son, por ejemplo, la de los médicos que se niegan (contra las leyes vigentes) a asesinar, mediante el aborto, criaturas por nacer; y la de los docentes que se rehúsan a adoctrinar a sus alumnos con ideologías carentes de fundamento lógico y científico acerca de la sexualidad.

¿Desobediencia debida a mandatos de autoridades? ¿Cómo armoniza eso con ciertos textos bíblicos como Daniel 2:20, 21; Romanos 13:1-6 y 1 Pedro 2:13, 14, 17, citados a menudo en favor de la sumisión y la obediencia irrestrictas al poder secular? Para empezar, Daniel no dice allí que Dios es quien pone y quita a todos los gobernantes. En tal sentido, Dios mismo dijo: “Establecieron reyes, pero no escogidos por mí” (Ose. 8:4). Atalía y Jezabel son, sin duda, dos ejemplos notables de ello. Por su parte, Pablo y Pedro incluyeron en los textos antes citados las características de las autoridades aprobadas por Dios. En definitiva, la revelación divina es la instancia última e inapelable para decidir hasta dónde debería llegar la obediencia a cualquier autoridad (Isa. 8:20; Hech. 5:29).

El camino que conduce a la pérdida de la libertad propia y la ajena, y que desemboca en la complicidad con el mal, está pavimentado con la sumisión a lo injusto disfrazado de legalidad. No debería, pues, confundirse la prudencia y el respeto a la autoridad, con el temor, a veces, incluso, a expresarse en favor de derechos inalienables, como los de libre asociación, circulación, expresión, culto, acceso a la información de interés público, etc. “Lo cortés no quita lo valiente”, dice el refrán popular.

La actitud de los pocos fieles ante el Estado autodivinizado en Apocalipsis 13 es la mejor explicación de lo que Daniel, Pablo, Pedro y la Biblia en general dicen acerca de los límites de la sumisión de los cristianos a la autoridad de cualquier tipo.

Si Dios advierte allí contra la recepción de la simbólica marca de la bestia, es porque dicha marca no es inevitable. Por otra parte, su advertencia no tendría sentido si él esperara de sus fieles una obediencia absoluta al Estado. De allí la interesante traducción que la versión Biblia de Jerusalén hace de Apocalipsis 13: 16: “Y hace que todos […] se hagan una marca en la mano derecha o en la frente”.

 El Estado no tomará la decisión. Cada uno lo hará.

Autor

  • Hugo Cotro

    Pastor, doctor en Teología y docente universitario de destacada trayectoria. Actualmente ejerce su ministerio como profesor en la Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Rep. Argentina.

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