LA SALIVA, MUCHO MÁS QUE AGUA

24 agosto, 2020

La voluntad de Dios es el bienestar de la humanidad. La Biblia revela que él tiene pensamientos de paz, prosperidad y esperanza para sus criaturas (Jer. 29:11; NVI). Los diez mandamientos, los mensajes proféticos y las enseñanzas de Jesús en su paso por este mundo son algunas de las evidencias más claras que manifiestan ese deseo divino. El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimentario conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son otros valiosos principios que Dios pone a nuestro alcance para nuestro bienestar físico, mental y espiritual. En este sentido, Pablo en su carta a los Corintios menciona que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo y que hemos sido comprados por un gran precio por lo cual debemos glorificarlo a Dios íntegramente (1 Cor. 6:19, 20).

Cada vez hay más publicaciones científicas sobre salud, alimentación y estilo de vida que confirman lo que la Biblia presenta en sus páginas. Hace más de un siglo, Elena G. de White declaró que “el conservar el cuerpo en una condición sana, a fin de que todas las partes de la maquinaria viva actúen armoniosamente, debe ser el estudio de nuestra vida. Los hijos de Dios no pueden glorificarlo a él con cuerpos enfermos o mentes enanas. Los que se complacen en cualquier clase de intemperancia, ora sea en el comer o beber, malgastan su energía física y debilitan su poder moral”.[1] Sin duda, los adventistas del séptimo día hemos sido bendecidos por haber recibido orientación divina a través de ella sobre tales aspectos, muchísimo antes de que éstos hayan sido comprobados por las investigaciones científicas.

Uno de los flagelos sociales de mayor impacto en la población mundial es el cuidado de la salud bucodental. Se evitaría muchísimo sufrimiento y se ahorraría mucho dinero si cada familia colaborara para evitar malestares odontológicos tales como la caries dental y la enfermedad periodontal. Sólo la observación diligente de algunos principios sobre higiene bucal -como el cepillado y uso de hilo dental varias veces al día- permitiría que la realidad de la sociedad en general y también de la membresía eclesiástica sea diferente. En su sabiduría infinita, Dios estableció importantes mecanismos internos que actúan favorablemente sobre los tejidos de la cavidad bucal y sobre su funcionamiento. Al estudiar la saliva, que es un fluido biológico estéril, incoloro, de consistencia acuosa o viscosa que desempeña un papel fundamental en el procesamiento de alimentos, en la protección de la cavidad bucal y en el mantenimiento de la salud sistémica (ver cuadro),[2] podemos declarar junto al salmista: “maravillosa es la obra de tus manos, y eso lo sé muy bien” (Sal. 139:14; NBD).

Funciones de la saliva humana

  • Lubrica los tejidos blandos y duros de la cavidad bucal.
  • Contribuye a la formación del bolo alimenticio e inicia el proceso de digestión.
  • Facilita la masticación y la deglución de los alimentos.
  • Diluye las sustancias sápidas que estimulan las papilas gustativas (sabor).
  • Protege las estructuras bucales a través de su capacidad tampón.
  • Facilita la fonoarticulación al permitir los movimientos de labios y lengua sobre dientes.
  • Contribuye a la higiene dentaria y bucal en general.
  • Interviene en la reparación de los tejidos blandos.
  • Favorece el proceso de remineralización dentaria.
  • Neutraliza la acción de microorganismos.
  • Participa en el mantenimiento y reparación del epitelio del sistema digestivo.

La saliva, utilizada por Jesús como vehículo para algunos milagros (Mar. 7:33 y 8:23; Juan 9:6), representa el producto de secreción de las glándulas salivales mayores (sublingual, submandibular y parótida) y menores (palatinas, molares, labiales, etc.) y puede ser afectada por diversos factores fisiológicos y patológicos. Tanto los primeros factores –la edad, el ritmo circadiano y la ingesta dietaria– como los segundos –consumo de medicamentos (antidepresivos, ansiolíticos, etc.), enfermedades sistémicas autoinmunes (síndrome de Sjögren) o pacientes bajo radioterapia en la región de la cabeza y el cuello– tienen un impacto significativo en el volumen y en la composición química salival.[3] Debido a ello, la investigación en saliva tuvo un incremento llamativo en los últimos años, ya que también refleja las variaciones emocionales, endócrinas y metabólicas de las personas.[4]

La saliva es una solución acuosa (99% de agua) en la que se encuentran diluidas sustancias orgánicas (0,5%) e inorgánicas (0,5%). En condiciones saludables, el volumen total de saliva secretada en humanos varía entre 500 y 1.500 ml/día [5] y el flujo salival (volumen/min) varía de 0.3 a 7 ml/min2. Las alteraciones cualitativas y/o cuantitativas de la secreción salival pueden causar problemas en los tejidos duros (dientes) y blandos (labio, lengua, etc.) de la boca que se manifiesta con disminución de saliva (xerostomía), mal aliento (halitosis), proliferación de microorganismos, aumento de la incidencia de caries, cambios en la percepción del gusto y en la masticación, dificultades en la fonación, en la deglución y un aumento en las infecciones digestivas.[6]

En una reciente investigación científica [7] realizada sobre animales de experimentación en condiciones controladas y de acuerdo a las pautas de la Guía para el cuidado y uso de los animales de laboratorio [8] se observó resultados interesantes sobre la influencia de la dieta en la composición y el volumen de la saliva. De acuerdo al cronograma de las experiencias, las ratas adultas fueron alimentadas durante 1 y 30 días –ingesta inmediata y habitual, respectivamente– con dietas de consistencia blanda preparadas en laboratorio para roedores en crecimiento.[9] Las mismas variaban según los diferentes aceites incorporados: dieta maíz (aceite de maíz; rica en omega-6), dieta oliva (aceite de oliva; rica en omega-9) y dieta chía (aceite de chía; rica en omega-3).

Luego de la ingesta dietaria, los animales fueron anestesiados y los conductos salivales de las glándulas submandibulares fueron canulados para recolectar la saliva durante 20 minutos. También se realizaron diversos tipos de análisis de laboratorio, microscópicos y estadísticos. En cuanto a los resultados, se observó que los valores del flujo salival fueron semejantes en los tres grupos de los animales alimentados con sus respectivas dietas (maíz, oliva y chía) durante 1 solo día. Por otra parte, se observó que, a los 30 días de ingesta dietaria, las ratas alimentadas con dieta maíz presentaron una disminución importante de flujo salival, las alimentadas con dieta oliva conservaron sus valores iniciales mientras que las que consumieron dieta chía mostraron un incremento significativo en el valor del flujo salival (ver gráfico). Además, se observaron cambios en la composición de las glándulas submandibulares de este último grupo que favorecen y explican el aumento de la secreción salival.

Gráfico: Flujo salival submandibular según los grupos de estudio.

Existen numerosas publicaciones científicas acerca de los beneficios de dietas ricas en omega-3 sobre la salud de las personas durante todo su desarrollo y crecimiento. Debido a que nuestro organismo no tiene la capacidad de formarlos, esos ácidos grasos deben ser incorporados a través de alimentos de origen vegetal, tales como: semillas (lino, chía, linaza) y frutos secos (nueces pecán, pistachos) o de origen animal, tales como: pescados (atún, salmón, etc.) y aceites de mamíferos marinos. También se los puede incorporar mediante el consumo de suplementos dietarios ricos en omega-3 que se consiguen en farmacias, herboristerías y dietéticas.*

Los ácidos grasos omega-3 influyen positivamente en la reducción de los niveles de colesterol, en la concentración, en la coordinación motora, en la regulación de la presión sanguínea, en la agudeza visual, en la diabetes, como agentes antiinflamatorios, entre otros muchos efectos.[10] En cuanto al flujo salival, los resultados obtenidos en nuestro trabajo sugieren que dichos ácidos grasos y el tiempo de su ingesta también modulan positivamente el volumen de saliva de las glándulas submandibulares. Ello representa un aporte significativo que contribuye al cuidado de la salud bucodental y al tratamiento de personas con disfunciones secretorias salivales debido a las importantes funciones que la misma desempeña, como fue mencionado anteriormente.

De aquí, la importancia y la necesidad que los adventistas del séptimo día como pueblo tengan conocimiento y promuevan estos temas para reforzar la adquisición de hábitos de higiene bucal y de alimentación saludable basados en consejos bíblicos ya que impactan directamente sobre la salud general de las personas y, a la vez, evitan la aparición de enfermedades bucodentales. El Señor mantiene intactos sus planes para con sus hijos. Él desea que vivamos más y mejor. El uso correcto de nuestras facultades mentales, físicas y espirituales extenderá los límites en el cual nuestras vidas pueden ser usadas para la gloria de Dios. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad reevaluar y reformar nuestros hábitos cotidianos teniendo en cuenta que al priorizar la salud y la alimentación estamos eligiendo un desarrollo progresivo de nuestro carácter que nos capacitará para realizar la obra que Dios nos ha encomendado.


Jorge D. Escandriolo Nackauzi es Doctor en Odontología, y actualmente es el director de la carrera de Odontología en la Universidad Adventista del Plata.

* El autor agradece por su colaboración a la Mag. Liliana Ascaino, directora de la carrera de Nutrición de la Universidad Adventista del Plata.


Referencias:

[1] Elena de White, Consejos sobre el régimen alimenticio (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2001), 18.

[2] Humphrey S. P., Williamson R. T. “A review of saliva: normal composition, flow, and function” [Una reseña de la saliva: composición normal, flujo y función], Journal of Prosthetic Dentistry [Revista de odontología ortopédica] 85 (2001): 162-169.

[3] Belstrøm D. et al., “Comparative analysis of bacterial profiles in unstimulated and stimulated saliva samples” [Análisis comparativo de perfiles bacteriales en muestras de saliva estimulada y no estimulada], Journal of Oral Microbiology [Revista de microbiología oral] 8 (2016): 301–312.

[4] Wong D., “Salivary biomarkers: toward future clinical and diagnostic utilities” [Biomarcadores salivales: hacia utilidades clínicas y diagnósticas futuras], Clinical Microbiology Reviews [Reseñas de microbiología clínica] 26 (2013): 781–791.

[5] Chicharro J. et al., “Saliva composition and exercise” [La composición de la saliva y el ejercicio], Sports Medicine [Medicina deportiva] 26 (1998): 17–27.

[6] Sreebny L., “Saliva in health and disease: an appraisal and update” [La saliva en la salud y la enfermedad: una evaluación y actualización], International Dental Journal [Revista internacional de odontología] 50 (2000): 140–161.

[7] Escandriolo Nackauzi J., Repossi G., Bernal C., Actis A., Gallará R., “Dietary fatty acids and the time elapsed from their intake are related to their composition in rat submandibular gland and salivary flow rates” [Los ácidos grasos y el tiempo transcurrido desde su ingesta se relacionan con su composición en la glándula submandibular y el ritmo de flujo salival en ratas], Clinical Oral Investigations [Investigaciones bucodentales clínicas], 21 de mayo 2020.

[8] Institute of Laboratory Animal Resources Commission on Life Sciences. National Research Council [Consejo Nacional de Investigación. Comisión de Ciencias Biológicas del Instituto de Recursos Animales de Laboratorio]. Guide for the Care and Use of Laboratory Animals [Guía para el cuidado y uso de animales de laboratorio] (Washington D. C.: National Academy Press, 1996).

[9] Reeves P. et al., “AIN-93 purified diets for laboratory rodents: final report of the American Institute of Nutrition ad hoc writing committee on the reformulation of the AIN-76A rodent diet” [Dietas purificadas AIN-93 para roedores de laboratorio: informe final de la comisión editorial ad hoc del Instituto Estadounidense de Nutrición acerca de la reformulación de la dieta para roedores AIN-76A], Journal of Nutrition [Revista de nutrición] 123 (1993): 1939–1951.

[10] Shahidi F. y Ambigaipalan P., “Omega-3 polyunsaturated fatty acids and their health benefits” [Ácidos grasos poliinsaturados omega-3 y sus beneficios para la salud], Annual Review of Food Science Technology [Revista anual de tecnología en ciencia de la alimentación] 9 (2018): 345-381.

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