VENCEDORES

Es posible triunfar sobre el pecado.

Dios ha dado en su Palabra un espejo en el que el pecador puede mirarse y descubrir los defectos de su carácter moral. Ese espejo es la Ley de Dios: los Diez Mandamientos. Debemos comparar nuestro carácter con la Ley de Dios y, si estamos quebrantando alguno de sus requisitos, entonces nuestras vestiduras estarán manchadas por el pecado. Todos los esfuerzos que podamos hacer con nuestras propias fuerzas no borrarán ni una sola mancha de pecado. Debemos ir a Jesús, humillar el corazón ante él y, confesando nuestros pecados, abandonarlos y dejar de transgredir la Ley de Dios. Debemos mostrarle a Dios nuestro arrepentimiento teniendo fe en nuestro Señor Jesucristo. Él es el único que puede quitar nuestras vestiduras manchadas de pecado y vestirnos con el manto de su justicia.

Pero hay algo que debes hacer al buscar al Señor con un corazón sincero, ya que Jesús no te salvará si continúas transgrediendo la Ley. Mediante la fe en Cristo, debes vencer el pecado. Por medio de la fuerza que Jesús te da, debes ocuparte día tras día en lavar las vestiduras de tu carácter y emblanquecerlas en la sangre del Cordero. ¡Cuán agradecidos debemos estar a Dios por no tener que hacer estos esfuerzos con nuestras propias fuerzas finitas! Jesús nos otorga ayuda divina para auxiliar nuestros esfuerzos humanos.

No te dejes llevar por el error. La voz del Tentador se oirá por todas partes, diciéndote que ahora no estás obligado a guardar la Ley de Dios. Esta es una estratagema de Satanás. Dios tiene una Ley, y los hombres deben guardarla. Nadie necesita equivocarse en cuanto a qué carácter se necesita para llegar a ser miembros de la familia celestial.

La única esperanza de la humanidad reside en Jesucristo, que trajo el manto de su justicia para vestir al pecador que quisiera despojarse de sus sucias vestiduras. Hay muchísimos que se aferran a sus vestiduras sucias y manchadas de pecado, cuando Cristo quiere quitárselas y cubrirlos con el manto puro de su justicia. Todos los que entren al Cielo tendrán puesto el manto de la justicia de Cristo y el nombre de Dios se verá en sus frentes, lo que simboliza la entrega de la mente a la obediencia leal a todos los mandamientos de Dios. En el Cielo no habrá encubrimiento de pecados, no habrá túnicas a medio lavar, sino que todo será puro y sin mancha.

A medida que conocemos más de la vida, las enseñanzas y el carácter de Jesús, más lo amaremos. Cuanto mejor comprendamos la abnegación y el sacrificio de Cristo en favor de la humanidad caída, más nos identificaremos con Jesucristo y su voluntad. No te sientas satisfecho a menos que tu corazón se sienta cada día más atraído a Cristo. Si lees las Escrituras y tratas de entender las palabras de Dios para obedecer su voluntad, recibirás iluminación divina. Entonces sentirás el deseo de hablar a los demás de este amor que anima tu alma. Y, cuanto más hables de la vida abnegada de Cristo y su sacrificio en la Cruz, más tendrás de la luz y del amor de Jesús para hablar. Cada día tendrás una experiencia fresca y viva, que no podrás callar.

Cuanto más trabajes por Cristo procurando bendecir a los demás, tanto más te impartirá Jesús su luz y su amor, para que puedas comunicarlos a los demás. Cuídate de no tratar de enseñar a otros a menos que tú mismo seas un aprendiz diario en la escuela de Cristo. Debemos repetir sus lecciones, imitando su espíritu de bondad, paciencia, tolerancia y amor. Necesitamos velar y orar mucho, así como estudiar profundamente las Escrituras, si queremos aprender las preciosas lecciones de la fe.

Ahora es el momento de consultar el espejo de la Palabra de Dios, de mirarnos cuidadosamente para ver si realmente vivimos acorde a ella. Si no es así, debemos acercarnos a Dios con arrepentimiento, reconociendo que nuestra única esperanza es tener fe en Jesucristo. Si pecamos, tenemos un Abogado ante el Padre: Jesucristo. Acerquémonos a Jesús mediante la fe, despojándonos del mal. Luchemos contra los pecados que atacan el alma. No podemos hacer esta obra con nuestras propias fuerzas, pero podemos acercarnos a Jesús con fe. Él nos ayudará y nos fortalecerá para desechar las malas tendencias y revestirnos de la verdadera belleza de su carácter.

La fe sencilla y la obediencia van de la mano. La fe en la sangre derramada por Cristo Jesús y la obediencia a Dios te darán la victoria. Pon tu confianza en Jesucristo, y él te convertirá en más que vencedor.


Texto extraído y adaptado de Elena de White, “The Mirror”, The Youth’s Instructor, 18 de agosto de 1886, p. 130.

 

  • Mensajera del Señor, escritora y predicadora, Elena de White (1827-1915) fue una de las organizadoras de la Iglesia Adventista. Entre sus muchos escritos se encuentran cientos de valiosas cartas.

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