Este mes hablaremos de una de las enfermedades malignas más comunes en los varones, que tiene mayor incidencia en los países occidentales que en los orientales: el cáncer de próstata. Incluso en poblaciones que han emigrado de Japón a los Estados Unidos, se ha observado un aumento en este tipo de enfermedades. También, se ha encontrado cierta relación entre este cáncer y la obesidad, síndrome metabólico en que aumenta la presión arterial, los niveles de colesterolemia y de glucemia, lo que puede ser influenciado por un estilo de vida incorrecto.
Hay dos elementos diagnósticos que son útiles para guiar al médico en el diagnóstico, y que deben realizar todos los varones mayores de 55 años, y aquellos que tienen entre 45 y 55 años con familiares directos con diagnóstico de cáncer de próstata. Por un lado, se trata del análisis de sangre llamado Antígeno Prostático Específico (PSA, por sus siglas en inglés); y por otro lado, el examen realizado por el urólogo en que palpa la próstata a través del tacto rectal.
Si el PSA es menor a 1 ng/ml, se considera que debe ser evaluado con este análisis y el tacto rectal cada dos años. Si el PSA se encuentra entre 1 y 4 ng/ml, se considera que debe ser evaluado anualmente.
Si el PSA es mayor de 4 ng/ml, el médico pedirá nuevos estudios, para evaluar si existe la posibilidad de que haya cáncer de próstata, y si lo considera necesario solicitará una biopsia de la próstata. El diagnóstico positivo se determinará al obtener una biopsia de próstata en que se encuentren células cancerosas.
Un PSA elevado no significa necesariamente la existencia de cáncer de próstata, ya que puede estar elevado por otras condiciones benignas. Cuanto más alto resulte el PSA, mayor será el riesgo de cáncer de próstata.
Al momento de tener el diagnóstico de cáncer, se debe evaluar el tratamiento que se seguirá. Actualmente, la medicina ha implementado distintos métodos útiles para enfrentarlo, dependiendo del tipo de tumor y de su progresión. Se evalúa cuánto mide; si ha invadido otros órganos o tejidos vecinos al órgano glandular prostático; si hay ganglios linfáticos –que son verdaderas barreras de contención– afectados, o si ya las ha superado y ha comprometido ganglios más lejanos; y la presencia o no de metástasis –tumores producidos por células cancerosas que por vía sanguínea se han distribuido del tumor principal al resto del cuerpo–. Todos estos elementos también influyen en el pronóstico de la enfermedad, la posibilidad o no de curación. El tratamiento quirúrgico, la radioterapia, la hormonoterapia o la quimioterapia (que casi no se usa en el cáncer de próstata) son algunas de las herramientas que han sido ampliamente comprobadas y que han logrado salvar la vida de millones de personas con cáncer.
Dios, en su infinito amor, también nos ha brindado consejos llenos de sabiduría escritos por Elena de White, en libros como Consejos sobre el régimen alimenticio o El ministerio de curación, entre otros. Los ocho remedios naturales son herramientas valiosas, útiles para aumentar las defensas que actuarán sobre las células anormales. El poder de los fitoquímicos, elementos presentes en las frutas y las verduras, comprobado científicamente, actúa disminuyendo el tumor y aumentando las defensas. Las crucíferas (repollo, brócoli, coliflor, rúcula y rabanito, por ejemplo) contienen fitoquímicos potentes para luchar contra el cáncer.
Los ocho remedios naturales son herramientas valiosas, útiles para aumentar las defensas que actuarán sobre las células anormales”.
¿Otorga el tratamiento correcto la certeza de curación? Muchas personas se han curado y con el transcurso de los años se las ha podido declarar libres de esta enfermedad, realizando tratamiento médico. Pero nadie puede decir que un tratamiento sea infalible. En algunas ocasiones, el cáncer avanza aun realizando el mejor tratamiento disponible. Hay personas que realizan estrictos cambios en su estilo de vida, siguiendo fielmente los consejos de Dios por medio de Elena de White, y no se consigue frenar el avance de la enfermedad. Puede ser que, incluso, piensen que no tienen la suficiente fuerza de voluntad para realizar más cambios, y se recriminen pensando que no han puesto el empeño necesario para vencer.
Así, llega un momento en que si ya se ha realizado todo lo posible, queden a la espera del milagro divino. En ese momento no hay forma, dentro de nuestra condición humana, en que se pueda frenar el mal, por más dinero, médicos o fuerza de voluntad que se tenga. Por eso, en medio de esta enfermedad es cuando más debemos confiar en el amor de Dios, aceptar su voluntad, dejar todo en sus manos y aceptar que nuestro Padre hará lo mejor.
Es natural querer curarse, pero no siempre los resultados son los esperados. Sin embargo, recordemos que el objetivo principal de Dios para nosotros no está aquí, en la Tierra. La Biblia dice: “Están alcanzando la meta de su fe, que es la salvación” (1 Ped. 1:9, DHH). Puede ser que el dolor supere todos los límites de la razón, porque estás padeciendo una seria enfermedad o porque ves a la persona que más amas que sufre, pero aun frente a ese cuadro desesperante, en que sientes que todo ha fallado, Dios sigue al timón, luchando a tu lado, con el objetivo firme de estar contigo y con tu ser amado juntos, eternamente en un lugar donde no habrá más llanto, ni dolor ni muerte. “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”. “El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí ven, Señor Jesús” (Apoc. 21:5; 22:20).
¡Sí, ven pronto, Señor Jesús! RA
0 comentarios
Trackbacks/Pingbacks