Por Walter Steger
Difícilmente se puede dar una respuesta simple a esta pregunta. Requiere comprensión de la naturaleza, la relación y la interacción entre Dios, el mundo natural, la humanidad y el pecado. Aunque estos han sido temas de debate entre los teólogos, se pueden extraer algunos principios de la Biblia, que nos guiarán:
1. El ser humano, la naturaleza y el pecado: En la Creación, Dios colocó la naturaleza bajo el dominio del ser humano. El destino de la creación habría de estar determinado por las decisiones de la humanidad. Por ello, a causa de la rebelión de Adán y de Eva, y la consiguiente entrada del pecado y el mal en el mundo, la naturaleza “fue sujetada a vanidad” (Rom. 8:20). Los seres humanos y la naturaleza ahora gimen bajo la carga del pecado (vers. 22).
2. Dios y la naturaleza: La creación es finita. Dios, como Creador, es quien también sustenta el mundo natural (Neh. 9:6; Col. 1:17). Librado a su propia suerte, el mundo natural caería en el caos y dejaría de existir. Así, Dios lucha en contra de las fuerzas del mal, limitando sus incursiones en el mundo natural; y promete algún día liberarlo completamente de ser esclavo de la decadencia (Job 38:8-11; Sal. 107:29; Rom. 8:21).
3. El pecado y los desastres naturales: Los desastres naturales son esperables, en un mundo de pecado y de mal. No son la excepción a la regla, sino la regla misma. De hecho, es inusual que no haya más de ellos. La presencia “discontinua” de los desastres naturales nos dice que Dios aún está en el control, sustentando y preservando a la naturaleza (ver Apoc. 7:1-3).
Habiendo dicho eso, debemos recordar que, según la Biblia, el pecado humano influye grandemente en el mundo natural. Por medio de la rebelión y la indiferencia hacia Dios, los seres humanos pueden reducir significativamente el poder sustentador y preservador de Dios en el mundo natural, al expulsarlo de sus vidas y romper el orden que él creó en el mundo natural (ver Gén. 3:17, 18; Lev. 18:25; Isa. 24:3-6; Jer. 12:4). El aumento de la rebelión, la apostasía y el pecado en los últimos días traerá, como resultado, un incremento en los desastres naturales (Mat. 24:7, 29; Apoc. 6:12-14).
Algunas veces, Dios utiliza los desastres naturales con el propósito de limitar el pecado y abrir nuevas posibilidades para sus criaturas (por ejemplo: Gén. 6:5-8; Amós 4:6-11). Identificar correctamente estos casos particulares es muy difícil, y no nos corresponde a nosotros juzgar de esa manera ningún desastre natural actual. “No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas” (1 Cor. 4:5).RA
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