TÚ VALES ESPIRITUALMENTE

09/06/2020

Una señora de las que “adivinan” la suerte me abordó una vez:

–Hijo, tú tienes mucho dinero en tus bolsillos; si me das un poco, ¡yo te diré tu futuro! Lo que veo ¡es maravilloso!

Yo le respondí:

–¡Ni loco! Apenas tengo suficiente para el autobús. No te daré nada; además, yo conozco mi futuro.

Después de mi respuesta, la señora comenzó a maldecirme por esta vida y cuatro más. Mis amigos José, Leonardo y Nelson, que me acompañaban, se alejaron de mí como si yo hubiera tenido la maldición antigua de Tutankamón, o peor aún, la maldición de esa señora loca.

Mis amigos me preguntaron después si no tenía miedo de la maldición de la gitana. Mientras reía, me acordé de que tengo un Dios que formó el Sol e hizo las estrellas. Soy su hijo, y nada podrá afectarme, porque tengo un Padre poderoso.

Cuando conoces en lo íntimo de tu corazón a Dios, el miedo desaparece y no tiene lugar en tu vida. Si lees la Biblia, verás que lo primero que decía Jesucristo al encontrarse con alguna persona era una frase tan hermosa y a la vez tan poderosa que jamás me cansaré de leerla. Por aquellos días, dijo Jesús a sus apóstoles: “No tengan, pues, miedo de la gente. Porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse” (Mat. 10:26).

Si alguien tenía el poder para decir estas palabras era él. “No tengas miedo, porque yo estoy contigo” no era meramente una frase, sino un símbolo de poder ante este mundo. Recordemos que Jesús mismo con sus manos formó las montañas, sopló las nubes del cielo, encendió con su dedo el Sol… Así que, ya no tengas miedo. No tengas miedo de aquel que te hizo algún daño cuando eras pequeño(a); no tengas miedo del niño o la niña que te molesta en el colegio; no tengas miedo a fracasar en el examen; no tengas miedo a que tus padres te dejen de querer. ¿Acaso no es más grande el amor de Dios por nosotros? ¿No es más grande nuestro Dios que cualquier problema que podamos enfrentar? Dios es fiel y justo. Ayer, hoy y siempre. El ser humano es integral, y la espiritualidad debería ser el eje central de la vida.

Existen todavía pueblos en los que la vida espiritual rige toda su existencia (es su paradigma). Así comprenden el mundo que los rodea. Lamentablemente, nuestra sociedad y el ritmo de vida que tenemos nos alejan de lo espiritual. ¿Quién de nosotros puede tomarse unos minutos al día para reflexionar y orar, conectarse con su inteligencia espiritual? Sin peticiones, solamente para conversar y relacionarse íntimamente con Dios. Nuestras agendas están tan repletas que no hay tiempo para las cosas importantes, solamente para las urgentes. Cuando no es el colegio o el trabajo, son los amigos, la pareja, el paseo de fin de semana o los videojuegos.

¿No sería bueno que pasáramos más tiempo frente a la persona que amamos y conectados con el Cielo que frente a la pantalla del televisor, la computadora o el teléfono celular?

Acciones que refuerzan nuestra vida espiritual

Orar. La oración es clave porque podemos hablar con Dios. Nos enfrentamos con nosotros mismos en la intimidad de nuestro corazón, lo que permite a nuestra espiritualidad conectarse con lo infinito.

Leer la Biblia. Es la Palabra de Dios, y gracias a ella podemos aprender a fin de tener una experiencia de lo que Dios ha hecho en el pasado con su pueblo, y lo que puede hacer hoy contigo en el presente. Con la lectura, cultivas la confianza y haces crecer la esperanza en tu vida.

Agradecer. Tener gratitud nos conecta con la conciencia de la realidad que deberíamos tener todos los días; dar gracias por la vida, lo que tenemos, lo que tendremos, lo que perdimos, las personas que tienes a tu alrededor y las personas que gracias a Dios ya no tienes cerca. Agradecer nos conecta con nuestra espiritualidad y crea un espíritu de gratitud.

Entregarte a otros. Dar te enriquece, te ennoblece, te hace una persona única y valiosa, porque cuando entregas algo de ti no lo pierdes, lo ganas. No des por conveniencia ni para que todo el mundo te deba algo; da sin pedir, sé una bendición para los demás, y tú recibirás aún más bendiciones.

Una reconstrucción espiritual

La definición típica de “Psicoterapia” dice que es un proceso de comunicación entre un psicoterapeuta (es decir, una persona calificada para evaluar y generar cambios) y una persona que acude a consultarlo (paciente, o cliente), que se da con el propósito de mejorar la calidad de vida de este último, mediante cambios en su conducta, actitudes, pensamientos o afectos.

Para Sigmund Freud, la religión y la espiritualidad son simplemente una regresión infantil hacia el padre protector; es decir, una neurosis obsesiva. Para otros autores, lo espiritual es la respuesta a lo inconcebible que nos rodea, una explicación a lo que no podemos comprender científicamente.

A priori podríamos decir que sí; es correcto afirmar que la religión es todo este cúmulo de explicaciones. Porque, si hablamos de religión, hablamos de una creación humana, que responde a las necesidades humanas de explicación del mundo. Nos da un origen y un camino, o un sentido de vida; por eso existen tantas religiones, porque es la respuesta cultural y social del hombre. Sin embargo, no quiero hablarte de religión, sino de quien está sobre la cultura, sobre la sociedad y sus explicaciones. Quiero hablarte de Jesucristo, el verdadero sentido de nuestra existencia, que da valor y significado a lo que nos rodea, y sentido a nuestra religión.

Durante muchos años he practicado la Terapia Unificada Psicológica, que agrupa las principales tendencias y se aplica a las necesidades del paciente. Frecuentemente empleo la Terapia Cognitiva Conductual, simplemente porque me gusta ver resultados inmediatos en mis pacientes.

Lo contradictorio es que, a veces, me enfrento a otro tipo de terapia más poderosa y más reparadora para el sujeto que sufre alguna crisis o depresión prolongada.

Al ser humano lo determinan sus pensamientos. Su conducta es producto de sus pensamientos. Sus sueños y sus anhelos son sus pensamientos. Son acciones inmediatas o futuras. En este contexto, lo que piensas es lo que eres. Te daré un ejemplo: un hombre depresivo, cuyos pensamientos los ha marcado la tinta del negativismo, la desesperanza, la desmotivación, la angustia y la preocupación extrema. Sus conductas y sus sentimientos estarán encuadrados en sus pensamientos. Si piensa que es feo, que carece de valor y que nadie lo ama, sus conductas presentes y futuras serán depresivas. Por el contrario, si piensa en cosas positivas, que le refrescan el alma, pensamientos que lo alegran y le dan esperanza en un futuro brillante, su conducta presente y futura será positiva y brillante.

Otro concepto importante es la temporalidad del ser humano. Para el Psicoanálisis, todo nuestro presente se basa en nuestro pasado infantil. Nuestros temores, traumas y conductas presentes y futuros los ha condicionado nuestro pasado. Es decir, nuestras experiencias de vida nos marcan, encadenan y condicionan para actuar de cierta manera y construir un tipo de personalidad.

Por otro lado, existe una terapia que tiene más de dos mil años de uso, a la cual denominamos “Terapia espiritual”, que se basa en el presente y en el futuro: “El que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo” (2 Cor. 5:17).RA

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