Entrevista a Orathai Chureson, líder mundial del Ministerio del Niño de la Iglesia Adventista.
Entrevista: Pablo Ale.
Fotos: Renzo Goncalvez.
Ella siempre decora su rostro con una sonrisa natural. Activa y observadora, sus ojos se revolean –inquietos– por el paisaje como si quisiera atraparlo todo o tuviese una misión urgente. O ambas. Desde su Tailandia natal (donde se desprendió de sus raíces budistas para abrazar en un salto de fe extrema el cristianismo) hasta este encuentro en la sede de la Asociación Casa Editora Sudamericana (donde vino a presentar “Vivos en Jesús”, un nuevo currículo de lecciones para las escuelas sabática de niños), Orathai Chureson dialoga con nosotros con la sinceridad y la simpatía que caracterizan a esta docente, autora, traductora y Doctora en Educación especializada en currículos.
Revista Adventista (RA): ¿Cuáles serán los beneficios para niños y padres de este nuevo programa de estudio de las escuelas sabáticas infantiles?
Orathai Chureson (OC): “Vivos en Jesús” es un plan de estudios bíblicos completo para que nuestros hijos aprendan sobre Dios desde que son bebés hasta los 18 años. No teníamos un programa así. Esto ha surgido como una necesidad ante las nuevas generaciones que en este momento están siendo afectadas por dispositivos tecnológicos, adicciones, redes sociales, ansiedad y estrés. Los niños son una franja muy vulnerable para el enemigo. Con los pilares de Gracia, Desarrollo del carácter y Misión, no solo queremos cuidar a los niños, sino también ayudar a satisfacer sus necesidades espirituales, sociales y emocionales.
RA: Tú mencionaste recién que los niños son vulnerables y están siendo atacados por el Enemigo. ¿Qué estamos haciendo como iglesia, especialmente desde el Ministerio del Niño, para protegerlos?
OC: En primer lugar, debemos abordar el tema de manera realista. Sería un gran error pensar o decir: “No, como nuestros niños están en la iglesia, no sufren ataques ni tienen problemas”. Tenemos que ver y aceptar la realidad. Después de eso, debemos darles a los líderes y los directores del Ministerio de Niño, y a los padres, las capacitaciones, los recursos y las herramientas necesarias a fin de estar atentos a todas las variables de peligro y las tendencias que pueden surgir. En todo sentido, necesitamos proteger más a nuestros niños.
RA: Siempre se dice que los niños predicarán en los últimos días antes del regreso de Jesús. ¿Crees esto?
OC: Sin duda. Los niños son grandes evangelistas. En todo el mundo existen estos pequeños predicadores. Ellos forman parte de la misión de la Iglesia. En este sentido quiero destacar también a los padres y los maestros que les enseñan. Me motivan de manera muy grata aquellos que discipulan amando, enseñando, liderando a los niños.
RA: ¿Cómo fue tu infancia en Tailandia? En tu hogar ¿eran adventistas o cristianos?
OC: No. Provengo de un entorno budista. Me convertí al cristianismo a los 17 años. Fui la primera adventista de mi familia. La situación fue muy difícil de sobrellevar para mí. Uno de los pilares de la cultura budista es el respeto a los mayores y a los antepasados. Y otra cuestión fundamental es la gratitud hacia ellos. Imagínate el enorme significado que implica que un hijo se convierta a otra religión. Es una burla abierta e ingrata a la familia y a la tradición.
RA: En este contexto budista, ¿cómo conociste la Iglesia Adventista?
OC: Por una revista. Me la regalaron, y empecé a leerla solo por curiosidad y porque tenía muchas preguntas acerca de la existencia del mal y del dolor que mis padres no sabían responder. Gracias a esta publicación adventista fui contactada por misioneros adventistas, y ellos me regalaron una Biblia. Empecé a leer, y allí sí encontré respuestas satisfactorias a mis inquietudes, aunque no entendía muchas cosas. En otra visita me preguntaron si yo oraba antes de leer la Biblia, y yo les dije que ¡no sabía orar! Es que nunca lo había hecho… Recuerdo la noche en la que empecé a orar en el nombre de Jesús. Fue algo transformador en mi vida.
RA: La revista que llegó a tus manos ¿era una revista misionera adventista? Y la gran pregunta: ¿Cómo llegó ese material a tus manos?
OC: Un misionero adventista fue a la escuela donde yo estudiaba e intentó distribuir esa literatura. Pero estábamos en una escuela budista, así que uno de los monjes arrojó las revistas a la basura. Sin embargo, junto con un amigo, fuimos adonde habían tirado las revistas y las sacamos a escondidas para leerlas. No podíamos dejar que alguien las viera porque seguro que nos las sacarían de nuevo. Fue así de milagroso. Creo en el poder que tiene la página impresa para predicar, y creo que el Espíritu Santo actuó en mi vida y él me guio a la verdad.
RA: Sin duda, y recuerdo en este momento que Elena de White llama a los libros “predicadores silenciosos”, que imparten el mensaje en cualquier momento y lugar. Y, hablando de lecturas, ¿cómo era tu método de leer la Biblia? ¿Lo hacías siguiendo alguna guía de estudios?
OC: Al principio, no. Leía completamente al azar, donde la Biblia se abría. Una de las primeras veces abrí en la historia del paralítico que es llevado por sus amigos hacia Jesús. Ustedes conocen la historia. La leí, y empecé a llorar. En mi casa no sabían por qué lloraba. Fue algo muy fuerte para mí saber que Jesús lo sanó y lo perdonó. ¡Lloré por lo menos unos treinta minutos! No pude evitarlo.
(En este momento, interrumpimos la entrevista unos minutos porque Orathai se emocionó y empezó a llorar. Luego de varias respiraciones ondas y un poco de agua, ella prosiguió el relato).
RA: ¿Cuál fue la reacción de tu familia cuando les contaste de tu anhelo de ser cristiana? ¿Se opusieron?
OC: Sí, y en gran manera. No fue nada fácil. ¿Te cuento?
RA: Por supuesto…
OC: ¿Tienes tiempo? (risas). Por más que me ría, trataré de explicar algo que es muy delicado. Para la cultura budista, es deshonrar a la familia convertirse en cristiano. Es algo realmente bochornoso. Y ¿sabes qué? Mis padres fueron y son realmente amables y amorosos. Fue muy duro para mí tomar esta decisión.
Me bauticé sin decirles nada a ellos. Hoy pienso que no estuvo bien, pero es que realmente ellos no hubiesen estado de acuerdo. Les conté de mi bautismo posteriormente. Causé en ellos una decepción muy grande. Entre lágrimas, mi madre me dijo: “Ya no te amo más”. Yo sabía que no era cierto, pero era la forma de expresar su dolor porque lo que realmente le preocupaba era que, al no recibir yo más la bendición de los espíritus de los antepasados porque no los adoraba, me ocurriera algo malo. Conforme a sus creencias, ella temía por mi seguridad. Estaba muy estresada. Cuando ella hacía el culto a los ancestros, colocaba una flor en mi nombre y una vela para ver si, de alguna manera, yo pudiese estar salvo de la supuesta maldición.
Mi padre, en cambio, nunca dijo ni una palabra, pero siempre cocinaba carne de cerdo y me daba, aunque sabía que yo no comería. A su vez, todo el resto de mi familia se molestó muchísimo.
RA: Pero, finalmente, en tu vida no hubo maldiciones…
OC: No hubo, pero al principio fue complicado. Cuando me bauticé comencé a sentir fuertes dolores en el pecho. Tuve algo de temor. No podía decirles nada de esto a mis padres. No le podía contar a nadie. ¡Imagínate si les contaba! Yo tenía solo 17 años. Los dolores eran grandes. Pasé tres meses así. Pensé que iba a morir de un ataque al corazón. Gracias a Dios, pude consultar a un médico luego de ese tiempo y me aseguró que se trataba de algo muscular, que mi salud cardíaca estaba muy bien. Sin embargo, los dolores continuaban. Luego, me dieron medicamentos. Pero la situación no mejoró. Logré hacerme más estudios y otro médico me dijo textualmente: “No tienes ninguna enfermedad en el corazón. Creo que todo está en tu mente”. Esto me hizo pensar respecto del ambiente en el que vivía. Sentí que Dios me estaba llamando a nuevos desafíos…
RA: Dejar a tu familia tal vez…
OC: Sí, y no solo eso: el desafío era ir a estudiar al Spicer Memorial College en… ¡la India! Emigrar hasta allí tenía dos dificultades completamente inmensas. La primera era económica. Claramente mis padres no iban a financiar que yo estudiara en una institución adventista. La segunda era la del idioma. Lo único que yo sabía decir en inglés era “yes” y “no”.
RA: ¿Cómo enfrentaste ambos desafíos?
OC: Solo por la gracia de Dios y haciendo mi parte. Trabajé y estudié mucho. Recuerdo cuando rendí mi primer examen de inglés. De los 50 puntos posibles, yo obtuve… ¡0 puntos! Luego de unos meses lo rendí nuevamente, y alcancé 35 puntos. ¡Amén! Y ahora, al mirar hacia atrás, esa joven inmigrante de familia budista no solo pudo estudiar Inglés y Religión. Años más tarde estudié un doctorado en Filipinas cursando todas las materias en inglés. Además, me casé con un pastor y ahora sirvo a Dios por todo el mundo (nuevamente se emociona y llora, y quien la entrevista también se emociona con ella).
Mientras Orathai seca sus lágrimas, es preciso agregar que ella está casada con el Pr. Saw Samuel. De origen birmano, el Pr. Samuel (quien también tiene un testimonio de vida realmente interesante) fue presidente de la División Sudasiática del Pacífico y actualmente es Secretario asociado de la Asociación General de la Iglesia Adventista.
RA: Realmente fue como tú dijiste: la gracia de Dios…
OC: Sí, ¿y sabes qué? Mis dolores continuaron por mucho tiempo más. Además, estudios médicos posteriores descubrieron que uno de mis pulmones estaba cargado de agua. Los médicos no se explican cómo pude sobrevivir con esta situación ya que nunca tuve neumonía ni fiebre. Otro milagro. Creo que cargué en mi cuerpo por mucho tiempo el estrés de la situación con mi familia.
RA: Y ¿cómo es hoy la relación con tu familia? ¿Alguno se ha convertido al cristianismo?
OC: Es muy buena y tengo contacto con todos. Sí, una sobrina y un sobrino allí en Tailandia son adventistas. Pasan por muchas pruebas porque viven en una sociedad budista. Es realmente muy difícil. Por ejemplo, mi sobrina no está casada porque no es fácil encontrar un hombre adventista para casarse allí. Así que, yo sigo animándola a que es mejor no casarse que hacerlo con alguien que te llevará en una dirección diferente.
RA: Tal vez ella tendría que venir a Sudamérica…
OC: Sí (risas).
RA: Debería aprender inglés. Tú le podrías enseñar ahora que tu inglés es muy bueno.
OC: Sí (risas).
RA: Dra. Orathai, por último, ¿podrías dejar un mensaje final de esperanza para todos los lectores?
OC: Sí, por supuesto. Quiero decirles a todos (especialmente a quienes trabajan en la iglesia con niños) que no abandonen sus esfuerzos en preparar las lecciones, hacer las actividades, tener listos los materiales y todo lo que implica dar una escuela sabática para niños o realizar un programa para ellos.
Quiero motivarlos a seguir adelante y a cumplir la misión que Dios nos encomendó. Los niños son parte vital de la iglesia. Oren por ellos. Trabajen por ellos. Nuestra meta es su salvación. Hoy tenemos la oportunidad de hacerlo juntos y con la ayuda y el poder de Dios.
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