Claves para la adoración en tiempos de Juicio.
Por Martín Mammana
Estamos acostumbrados a evitar los silencios. Buscamos rodearnos de gente, de bullicio. Cuando eso no se puede, nos envolvemos con sonidos artificiales: escuchamos música, miramos videos en YouTube, etc. Hacemos todo esto porque nos aterra el silencio. ¡Hasta un momento de oración individual en la iglesia puede volverse incómodo si no hay una melodía de fondo! Pero el silencio, en realidad, puede traernos beneficios. Por ejemplo, nos da claridad de pensamiento y nos invita a la reflexión. ¿Acaso huiremos a eso, entonces?
Tres razones para hacer silencio
Uno de los textos bíblicos más conocidos sobre el silencio se encuentra en Habacuc 2:20: “En cambio, el Señor está en su santo templo; calle ante él toda la tierra”. ¿Por qué Dios nos pediría guardar silencio? El pasaje nos sugiere, al menos, tres motivos para hacerlo:
- Cristo está en el Santuario: Podríamos entender la frase “el Señor está en su santo templo” de manera literal, en referencia al edificio en el que se desarrolla la adoración. Pero el versículo 20 comienza diciendo “en cambio”. Esto implica un contraste con lo anterior. Los versículos 18 y 19 condenan y ridiculizan la idolatría. Los dioses falsos se encuentran presentes físicamente en sus respectivos templos. No tendría sentido decir que Yahvéh es distinto y superior a ellos, si también se encontrara limitado a un templo hecho por manos humanas. Por tanto, tiene que haber alguna diferencia. El rey David nos da la respuesta: “El Señor está en su santo templo, el trono del Señor está en el cielo” (Sal. 11:4). En el Nuevo Testamento se repite esta idea, ya que se nos dice que Cristo se encuentra ahora en el Santuario celestial (Heb. 9:24). Por eso, Dios nos anima a dejar los ídolos (es decir, cualquier cosa que ocupe el primer lugar en nuestra vida) y reflexionar en silencio, reconociendo que él supera todo lo efímero y pasajero.
- Cristo está en el Santuario, intercediendo: En el Día de la Expiación se efectuaba la purificación de los pecados de todo el pueblo de Israel. Mientras el sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo, cada israelita debía reposar, ayunar y dedicar un tiempo a la introspección (Lev. 16:29-31). Hoy, nuestro Sumo Sacerdote intercede por nosotros en el Lugar Santísimo del Santuario celestial (Heb. 7:25). Vivimos en el gran Día de la Expiación escatológico, lo que debe llevarnos a vivir en una actitud de profunda reflexión. Dios nos invita a guardar silencio y a entregarnos a él por completo, confesando nuestros pecados, a fin de ser purificados y cubiertos con el manto de justicia de Jesús.
- Cristo está en el Santuario intercediendo por todos: En Habacuc 2:20, el llamado es para “toda la tierra”. El mensaje de que estamos viviendo en el Día del Juicio debe ser comunicado “a toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6, 7). Todos deben saber qué ocurre en el Cielo en este momento. Dios invita a la humanidad entera a hacer silencio como una expresión de la verdadera adoración.
Con los ojos puestos en el Cielo
El silencio debe formar parte de la adoración diaria; una adoración que implica detener la carrera frenética de todos los días, apagar el ruido –tanto externo como interno– y mirar hacia arriba. Entonces, cuando te encuentres en la presencia de tu Creador, tu oración puede ser: “Anhelo ser limpio y completo, Jesús; que mores en mi alma en tu fúlgida luz. Mis ídolos rompe, los que antes amé. ¡Oh!, lávame y blanco cual nieve seré” (Himno 254, Himnario Adventista).
Martín Mammana es licenciado en Teología y actualmente está terminando su carrera de Comunicación Social en la Universidad Adventista del Plata.
0 comentarios