SEXUALIDAD PROHIBIDA

08/04/2025

¿Qué enseña la Biblia sobre la fornicación?

Desde una perspectiva bíblica, el concepto de fornicación abarca todas las relaciones sexuales ilícitas fuera del matrimonio. Es una distorsión de la sexualidad porque desvincula el acto sexual del propósito divino de unión y santidad dentro del matrimonio.

En el Antiguo Testamento

En esta porción de la Biblia, “fornicación” es una traducción de la raíz hebrea saná, que tiene el sentido de “prostitución” e “inmoralidad sexual” (Gén. 38:24; Éxo. 34:14; Lev. 19:29; Ose. 1:2). En la Ley de Moisés, si un hombre fornicaba con una joven no comprometida, debía casarse con ella y no podía divorciarse jamás de ella. Si el padre no quería dársela, el hombre debía pagar una multa (Éxo. 22:16, 17; Deut. 22:28, 29). Si la muchacha estaba comprometida, y ella consintió en acostarse con el hombre, ambos debían morir apedreados; pero si el hombre violó a la chica, y nadie la ayudó cuando pidió auxilio gritando, solo el hombre debía morir (Deut. 22:23-27). Estaba prohibido que un padre prostituyera a su hija (Lev. 19:29). Y si la hija de un sacerdote se prostituía, debía morir (Lev. 21:9).

Cuando Israel estaba cerca de Moab, los hombres de Israel empezaron a fornicar con las hijas de Moab, en el culto inmoral de Baal-Peor. El resultado fue que 24.000 personas recibieron la sentencia de muerte (Núm. 25:1-9). Es bien conocido que la religión cananea, igual que otras del Antiguo Cercano Oriente, era una religión de la fertilidad, que promovía las orgías sexuales entre sus adoradores. Por eso, Pablo denominó como fornicación a este acto de prostitución en los límites de Moab (1 Cor. 10:8). Muchas veces, por causa de su infidelidad al Dios verdadero, el pueblo de Dios fue comparado simbólicamente con una mujer fornicaria (Eze. 16:1-63; 23:1-49; Ose. 1:2).

En el Nuevo Testamento

Aquí encontramos que para “fornicación” se usa el término porneía, y que esta palabra abarca las relaciones sexuales entre personas no casadas (Juan 8:4), el incesto (1 Cor. 5:1) y la homosexualidad (Jud. 7). Las culturas del mundo manejaban la sexualidad de manera muy relajada y amoral, pero en la sociedad grecorromana, en la que surge el cristianismo, la pureza sexual era una virtud casi desconocida. Jesús advirtió sobre esta, y otras conductas, al decir que, “de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, adulterios, fornicaciones […] todas estas maldades de dentro salen, y eso contamina al hombre” (Mar. 7:21-23). Al poco tiempo, el concilio de Jerusalén determinó que los cristianos no judíos debían apartarse “de las cosas contaminadas por ídolos, de fornicación […]” (Hech. 15:20, 29).

Cuando Pablo escribió a los corintios, él sabía que en esa ciudad existía un templo a Afrodita, diosa del amor y la procreación, en el que oficiaban unas mil sacerdotisas sagradas que practicaban la prostitución pública como un culto a la diosa, con las más desenfrenadas orgías. Corinto tenía la fama de ser una ciudad en donde se realizaba toda clase de inmoralidad sexual de una manera abierta y descarada. Por eso, Pablo enseñó que la fornicación es un pecado contra el cuerpo, el cual es el templo del Espíritu Santo: “El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor. […] ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? Entonces, ¿quitaré los miembros de Cristo y los uniré a una ramera? ¡De ninguna manera! ¿No saben que el que se junta con una ramera llega a ser un cuerpo con ella? […] Huyan de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre comete es fuera del cuerpo; pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, que tienen de Dios, y que no son sus propios dueños?” (1 Cor. 6:13, 15, 16, 18, 19).

Por otra parte, Pablo menciona: “Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia […]. Les advierto, como ya los previne, que los que practican tales cosas no herederán el reino de Dios” (Gál. 5:19, 21). “Pero fornicación y toda impureza o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos. […] Sabéis esto, que ningún fornicario o inmundo o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efe. 5:3, 5). Al respecto, Elena de White advierte: “Cuando se acerque el fin de la historia de esta Tierra, Satanás obrará con todo su poder, de la misma manera y con las mismas tentaciones que usó con el antiguo Israel cuando estaba por entrar en la tierra de la promesa. Tenderá trampas a los que afirman que guardan los mandamientos de Dios, que se hallan en los límites mismos de la Canaán celestial. Hará uso de sus poderes al máximo, para entrampar a las almas y sorprender al profeso pueblo de Dios en sus puntos débiles. Satanás está determinado a destruir las almas de quienes no han logrado poner en sujeción de las facultades superiores de su ser a su baja naturaleza; a los que han permitido que sus mentes avancen por el cauce carnal de la indulgencia de las bajas pasiones” (Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio, p. 96).

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