¿Se terminará la vida en la Tierra luego de 6.000 años de pecado?
Cuando se avecinaba el año 2000, muchos especularon con que estaban por concluir seis milenios de historia humana, puesto que es generalmente aceptado que la Creación, o por lo menos la caída de Adán y de Eva, ocurrieron unos cuatro mil años antes de la primera venida de Cristo. Por ende, estaba por comenzar el séptimo milenio, y Jesús vendría a la Tierra. La trascendencia de este hito recibió ímpetu por el papel protagónico del número siete en la Biblia: seis días de Creación, el séptimo de descanso (Gén. 2:1-3); seis años de siembra de la tierra y un año de descanso (Lev. 25:3, 4); siete iglesias, siete sellos, siete trompetas y siete plagas (Apoc. 1:20; 5:1; 8:6; 15:1); y la lista podría seguir.
Por supuesto, nada ocurrió en el año 2000. Recientemente, escuché acerca de una nueva fecha para la segunda venida de Cristo y la llegada del séptimo milenio: 2031. Es decir, dos mil años después de la muerte de Cristo, si se considera la fecha generalmente aceptada para la crucifixión, el 31 d.C. Obviamente, esta hipótesis daría por hecho que hubo exactamente cuatro milenios desde la Creación hasta la muerte de Cristo.
También existen otras fechas relacionadas con los seis milenios, pero todas estas propuestas tienen un aspecto en común: se basan en la hipótesis de que habrá solamente 6 milenios de historia de la humanidad bajo el dominio del pecado, y que el séptimo milenio será el milenio de reposo, mencionado en Apocalipsis 20, en el que los redimidos estarán en el cielo.
Cabe preguntar: ¿es válida esta hipótesis? ¿Podemos afirmar que Jesucristo regresará al finalizar el sexto milenio, cuandoquiera que sea? Si analizamos de cerca lo que enseñan la Biblia y el Espíritu de profecía al respecto, notaremos los siguientes cuatro puntos importantes:
No cabe duda de que el día de la venida del Señor está cercano, y todos anhelamos que llegue pronto. Sin embargo, por la luz de su Palabra, tenemos la certeza de que el fin llegará cuando Dios lo disponga, y no antes. Y él, en su sola potestad, ha decidido que no es para nuestro bien saber “el día y la hora” de su venida. RA
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