“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mat. 24:29).
Aquel despliegue de lluvia de meteoros el 13 de noviembre de 1833 fue sensacional. Verdaderamente parecía que “las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento” (Apoc. 6:13). Los defensores del movimiento millerita y, luego, las sucesivas generaciones de adventistas del séptimo día, conectaron este evento con la predicción que realizara Jesús desde el Monte de los Olivos (Mat. 24:29), como lo hizo Elena de White (ver El conflicto de los siglos, p. 381).
Sin embargo, ¿cómo puede un evento, restringido geográficamente a los Estados Unidos y que ocurrió hace más de 180 años, que según se llegó a entender se repite aproximadamente cada 33 años, cumplir las especificaciones de la profecía y hablarnos hoy de la inminencia del regreso de Jesús?
Es importante destacar que el propósito de mucho de lo que predijo Cristo en Mateo 24 no es una descripción específica de los eventos del mismo fin del mundo, sino señales por las cuales podemos saber que el fin está cerca. Por ello, a lo largo de los años, los teólogos adventistas han señalado una serie de características especialmente vinculadas a su importancia profética, que dan preeminencia a la lluvia de estrellas de 1833 por sobre otras lluvias semejantes posteriores.
Primeramente, el momento histórico. Las señales cósmicas que describe Jesús habrían de ocurrir “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días” (Mat. 24:29). Se entiende que esa “tribulación” es la misma que describe Apocalipsis con mayor detalle, que duraría 1.260 años y que culminó en 1798 (ver Apoc. 11:2, 3; 12:6, 13-16; 13:5-7; también Dan. 7:25; 12:7). Algunos han sugerido que la “tribulación” de la que habla Jesús es el “tiempo de angustia” final que se describe en Daniel 12:1, después de la culminación del tiempo de gracia; pero ¿qué propósito tendrían estas señales cósmicas, si el destino de la humanidad ya estará sellado?
Por otro lado, ningún otro despliegue de lluvia de estrellas dio tanto ímpetu al estudio de las profecías bíblicas del tiempo del fin como este. Hacía dos años que Guillermo Miller había comenzado a predicar sobre la inminencia del regreso de Cristo. Para los propulsores del movimiento millerita, esta lluvia de meteoros se convirtió en una señal más del pronto regreso de Jesús; un argumento poderoso en sus predicaciones.
Existe también un factor de secuencia cronológica en las señales que da Jesús, y que se repiten en Apocalipsis 6: 1) fin de la tribulación; 2) un gran terremoto; 3) el sol se oscurece; 4) la luna se vuelve como sangre; 5) caída de las estrellas.
Aunque Jesús se hace eco de varias profecías del Antiguo Testamento que hablan de las señales cósmicas relacionadas con el sol, la luna o las estrellas (Isa. 13:10; 34:4; Joel 2:30, 31; Amós 8:8, 9), la secuencia que presenta es única, al situar la caída de las estrellas al final. Ninguna otra lluvia de estrellas encaja en tiempo y secuencia cronológica con los eventos del terremoto de Lisboa (1755) y el día oscuro (1780). Por otro lado, si bien ha habido otras lluvias meteóricas desde 1833, este evento permanece como el estándar según el cual los fenómenos posteriores fueron medidos.
Las señales cósmicas mencionadas por Jesús, como la lluvia de estrellas, no necesariamente implican un único cumplimiento aislado. Ya ha quedado clara la importancia histórica y profética que tuvo el evento de 1833, pero Elena de White también mencionó que “las señales volverán a ocurrir” inmediatamente antes del fin (Manuscrito 6, 1849). Así, aunque no sabemos cuánto tiempo falta para el fin, las lluvias de estrellas que sucedieron después de 1833, y que seguramente se volverán a repetir en lo futuro, simplemente nos permiten confirmar una vez más que, tal como lo predijo Jesús, verdaderamente estamos cerca de su Venida.
Pero ¿qué decir de las otras señales cósmicas que predijo Jesús, como el oscurecimiento del sol y la luna como sangre? ¿Se cumplieron en 1780? A eso nos abocaremos el mes que viene.RA
Gracias por tan clara información.