SÉ DÓNDE VIVES

Visitamos unas ruinas que construyen esperanza.

Ahora solo hay ruinas sobre la imponente colina. Pero, al mirarlas, durante nuestro viaje por Turquía, recordamos las palabras reveladas: “Escribe al ángel de la iglesia de Pérgamo: ‘El que tiene la espada aguda de dos filos dice: Conozco que habitas donde está la silla de Satanás. Con todo, permaneces fiel a mi nombre. No has negado mi fe […]’ ” (Apoc. 2:12, 13).

Un bastión del paganismo, Pérgamo, allá, sobre la colina, lucía templos y altares dedicados a Atenea, Demetrio y Zeus, entre otros. Abajo, donde vivía la gente, había un túnel, la “Via Tecta”, que se conectaba a una especie de hospital, un “Asclepeion”, o templo curativo, donde sacerdotes paganos ofrecían “tratamientos”. Pero no todos podían ir al “hospital” si lo necesitaban. Los moribundos y las mujeres embarazadas debían quedarse en casa. La historia cuenta que una inscripción sobre el portal del túnel indicaba: “La muerte tiene prohibido entrar al Asclepeion por respeto a los dioses”.

Y en esa ciudad había una iglesia cristiana, que, como en aquellos tiempos y lugares, no tenía un templo. Era un grupo de personas fiel a Dios y firme en la fe que había recibido de los apóstoles. No solo vivían en este ambiente pagano, sino también sufrían por la apostasía y las falsas doctrinas en su propio seno. Por dentro y por fuera, eran acribillados con constantes desafíos para su ánimo y su fidelidad.

A estos cristianos, y a los que representaron a esta iglesia más adelante en la historia, Jesús les dice: “Yo sé dónde moras” (Apoc. 2:13, LBLA).

El Señor también sabe en qué mundo estamos viviendo al terminar el año 2022. Aunque haya pasado mucho tiempo desde los días del auge de Pérgamo, ¿no nos resulta fácil entender a los cristianos fieles de aquella antigua ciudad?

Hoy, la influencia de una sociedad que no reconoce que Dios es nuestro Creador y Salvador lleva a muchos de nuestros hermanos a abandonar su fe. Muchos se desaniman al ver la maldad y la sinrazón que aumentan exponencialmente.

Las ideologías que están en abierta contradicción con la Palabra de Dios ganan terreno y nos dejan perplejos. Y se nos hace difícil relacionarnos con otros, dentro y fuera de la iglesia, en un ambiente cargado de ira y de sospecha.

A nosotros también nos dice nuestro Padre: “Yo sé dónde vives”. Sé que estás predicando el evangelio en un lugar difícil y que tus esfuerzos son recompensados con incomprensión y burlas. Sé que estás siendo luz y sal en un ambiente que huele mal. Sé que no te animas a ir a visitar a tu familia para Navidad por no dejar sola tu casa: los ladrones están cerca. Sé que tus compañeros de estudios se ríen de ti por tomar en serio la religión.

Y así como Dios dio su gracia y su fortaleza a los cristianos de Pérgamo para seguir sirviendo, también nos la da a nosotros. Sus preciosas promesas nos ayudan a quitar nuestra mente de lo que nuestros ojos ven y nuestros oídos oyen en las calles y en los medios. Nos llevan a una esfera donde reinan la paz y la serenidad en Cristo Jesús.

Las palabras que Moisés habló al pueblo de Israel, de parte de Dios, antes de entrar en una tierra prometida pero infectada de paganismo, también son para nosotros hoy: “El Señor va delante de ti. Él estará contigo. No te dejará, ni te desamparará. No temas, ni te intimides” (Deut. 31:8).

Al terminar este año, recordemos que Cristo viene pronto a buscarnos y que, mientras esperamos que llegue ese día, necesitamos aferrarnos aún más a su Palabra y sus promesas.

Necesitamos ser más intencionales en nuestra voluntad de pasar más tiempo de calidad con Dios, para que él nos llene de ánimo y fortaleza. Porque queremos continuar siendo luz y sal en un mundo del que, un día, solo quedarán las ruinas.

  • Lorena Finis de Mayer

    Lorena Finis de Mayer es argentina y escribe desde Berna, Suiza. Desde hace varios años es columnista en la Revista Adventista y sus artículos son muy valorados por la exacta combinación de sencillez y profundidad.

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