Los momentos de crisis suelen generar preguntas difíciles. Pero estas preguntas se vuelven aún más desafiantes cuando Dios da respuestas diferentes a situaciones que parecen iguales. Por ejemplo: dos miembros de la misma iglesia enfrentan una enfermedad terminal. Muchas personas oran por ellos, que están haciendo todos los tratamientos y toman los cuidados necesarios; pero, al final, uno se cura y el otro muere. O podrían ser dos vecinos, que trabajan en una misma empresa que enfrenta una fuerte crisis financiera. Ambos necesitan el empleo y son fieles a Dios, pero uno es despedido y el otro recibe un ascenso.
Naturalmente, surge la pregunta: ¿por qué Dios hace milagros para uno, y no para el otro? ¿Por qué algunas familias hacen un culto de gratitud por bendiciones recibidas, mientras que otras realizan una ceremonia fúnebre para despedirse de personas amadas? ¿Por qué Dios da respuestas tan diferentes a situaciones que parecen tan iguales?
Estas situaciones contrastantes también existían en los tiempos bíblicos, y la situación de Jacobo y de Pedro ilustra muy bien esta realidad. Ambos eran discípulos de Cristo, tuvieron un papel relevante en la iglesia cristiana primitiva y fueron arrestados por su fe, pero Santiago fue brutalmente asesinado, mientras que Pedro fue milagrosamente liberado. El capítulo 12 de Hechos presenta las dos historias en una secuencia, lo que hace este contraste aún más evidente.
Herodes decidió perseguir a la iglesia cristiana primitiva. Según Elena de White, “empezó por saquear las casas y los bienes de los creyentes; continuó mandando a la cárcel a los principales de entre ellos. Prendió a Jacobo y lo mandó a prisión, y mientras se hallaba allí envió a alguien a que lo matara con la espada” (La historia de la redención, p. 291). Pero, “la muerte de Jacobo causó gran pesar y consternación entre los creyentes. Cuando Pedro también fue encarcelado, toda la iglesia se puso a orar y ayunar” (Los hechos de los apóstoles, p. 118). Como resultado, Dios envió a un ángel que lo libertó milagrosamente (Hech. 12:6-11).
¿Por qué, ante una situación tan parecida, Dios permitió que Herodes asesinara a Jacobo pero envió a un ángel para liberar a Pedro? ¿Por qué no los trató de la misma forma? Elena de White ayuda a entender el porqué. Según ella, Jacobo ya había cumplido su misión, y por eso podía descansar; “pero Dios tenía todavía una obra para Pedro”, y por eso “envió a su ángel para que lo librase” (Primeros escritos, p. 216). Por más difícil que sea entenderlo, podemos confiar en que Dios siempre tiene un plan maestro.
Cuando vemos respuestas tan diferentes a situaciones que parecen tan semejantes, debemos descansar en los dos mayores atributos del carácter de Dios: su justicia y su amor. Estos pueden no darnos las respuestas que buscamos, pero ofrecen la paz y la esperanza que tanto necesitamos.
Aunque los planes del Señor no sean claros para ti, sigue confiando en su amor, porque ‘a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien’ ”.
Tampoco podemos olvidar que Dios usa el tiempo para revelar muchos de sus propósitos. Algunas veces, estos aparecen dentro del mismo problema, o inmediatamente después. Sin embargo, otras veces solo lo comprenderemos en el futuro, o quedarán para la eternidad. Pero, para cada situación hay una explicación. No podemos correr el riesgo de culpar a Dios por bendiciones que interpretamos como tragedias; después de todo, él no nos bendice solo con cosas positivas. Cuando miramos la Cruz, vemos que la peor forma de condenación se convirtió en nuestro mejor regalo de salvación. Muchas veces, a aquello que llamamos adversidad Dios lo llama bendición.
Aunque los planes del Señor no sean claros para ti, sigue confiando en su amor, porque “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom. 8:28). Él “nunca conduce a sus hijos de otra manera que la que ellos elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 197). RA
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