En esta primera parte, analizamos una de las tres posibles interpretaciones de las implicaciones de esta palabra.
La interpretación del “continuo”, en Daniel 8:11 al 13, es un asunto de suma importancia para comprender aspectos fundamentales de la profecía presentada en el libro de Daniel. De hecho, existen tres posiciones en cuanto a la identificación del continuo: 1- Que es una alusión al sacrificio continuo que se realizaba en el Santuario/Templo de Jerusalén; 2- Que apunta al paganismo romano y 3- Que es una alusión al ministerio de Cristo en el Santuario celestial. ¿Cuál de estas propuestas tiene fundamento en la Escritura? Para responder esta pregunta, es importante primero definir lo que dice el texto, y a eso se aboca el artículo de este mes. Luego, el mes próximo, evaluaremos cuál de las posibles interpretaciones mencionadas encaja en el contexto mayor de la profecía presentada por el libro de Daniel.
¿Qué dice realmente el texto? Primero, la expresión “continuo” aparece cinco veces en el libro de Daniel. Tres de estas aparecen en Daniel 8 (vers. 11, 12, 13); y también aparece en Daniel 11:31 y 12:11. En todos estos casos, se usa la expresión hebrea hatamid, que da la idea de algo que se hace continuamente o de manera regular. La mayoría de las traducciones del texto bíblico vierten como “continuo sacrificio” (RVR 95, RVC, LBLA) o “sacrificio continuo” (RVR 60) y “sacrificio diario” (NVI, DHH). En todos estos casos, los traductores asumen que el texto se refiere a los sacrificios diarios que se realizaban por la mañana y por la tarde de cada día. Aunque algunos comentadores sugieren que esta palabra hebrea implica los sacrificios regulares, no es lo más adecuado, puesto que en el texto hebreo no aparece la palabra “sacrificio”.
Para entender qué es lo que está pasando aquí, es necesario revisar el contexto de Daniel y cómo se usa esta palabra en otros pasajes de la Biblia. Considerando el contexto de Daniel 8, es evidente que el lenguaje utilizado en este pasaje es propio de lo que sucedía en el Templo/Santuario. Los animales referidos en la visión son propios de los sacrificios: el carnero (Dan. 8:3) es un sacrificio usado como ofrenda de pecado, ofrenda encendida y sacrificio de paz. Por otro lado, aparece el macho cabrío, que se usaba como ofrenda por el pecado. Tenemos también la imagen de los cuernos que aparecen a lo largo del capítulo 8 de Daniel; imágenes que aparecen también en algunos mobiliarios del Templo/Santuario (Éxo. 27:2; Lev. 4:7). Incluso, se habla de forma directa del Santuario, que sería entregado para ser pisoteado y luego purificado (Dan. 8:13, 14). Estamos frente a una visión que contiene un alto grado de lenguaje propio del Santuario.
La palabra hatamid utilizada en Daniel se emplea en el entorno del Santuario en varias ocasiones en el Pentateuco, y no se usa exclusivamente para referirse a los sacrificios. De hecho, esta palabra aparece siempre conectada a otra palabra para poder definir qué es lo que debe ser continuo. Por ejemplo, en Números 4:7 se habla del “pan continuo”, refiriéndose al pan de la mesa de la Proposición. En Números 4:16 se habla de la “ofrenda continua”. En Números 28:10 se menciona la ofrenda encendida. Asimismo, el fuego del Altar del sacrificio debía estar siempre encendido (Lev. 6:12).
Como se puede notar, no solo el sacrificio es continuo o perpetuo, sino también varios elementos propios de las actividades que se realizaban en el Santuario son calificados así. Por eso, en Daniel, no puede afirmarse que este vocablo se refiera única y explícitamente a los sacrificios, sino más bien parece evocar a todo el sistema cúltico/ritual del Santuario. Por lo tanto, podemos decir que Daniel 8 apunta, en primer lugar, a lo que sucedía en el Santuario. Reducir el concepto del “continuo” a los sacrificios no es hacer justicia al texto bíblico.
Así, todo indica que la primera postura, de que este pasaje alude a los sacrificios, no es correcta; de hecho, está basada en la interpretación preterista de las profecías de Daniel. Esta interpretación tiene el propósito de hacer encajar a Antioco IV Epífanes en la profecía de Daniel 8, dejando su cumplimiento en el siglo II a.C., sin ninguna relevancia para nuestro tiempo. Así, desde una perspectiva lingüística, la interpretación preterista no tiene fundamento bíblico. En el próximo artículo hablaremos de lo que verdaderamente implica “el continuo”.
¡Maranatha!
Lee aquí la segunda parte, publicada en la edición de abril 2022.
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