Un análisis sobre las leyes de alimentación de Levítico 11 a la luz de Marcos 7:18-19
Por Cristian Cardozo Mindiola
Uno de los pasajes más controversiales de la Biblia se encuentra en Marcos 7:18 y 19, donde se registra la siguiente declaración: “¿No se dan cuenta de que nada de lo que entra en una persona puede contaminarla? Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y después va a dar a la letrina. Con esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos”.1 Una lectura rápida de este pasaje podría sugerir que Jesús estaba invalidando las leyes sobre la alimentación registradas en Levítico 11 y que después de esta declaración las personas pueden comer lo que deseen, pues Jesús así lo habría autorizado. No obstante, un estudio detallado del texto revela que no es esto lo que Jesús está haciendo, tal como lo muestra el contexto histórico y literario donde se desenvuelve el relato.
Para poder entender esta declaración del Mesías de Israel, debemos ir al inicio de la historia. En Marcos 7:1 y 2 se nos dice que algunos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y, viendo que sus discípulos comían con las manos sin lavar, aprovecharon para preguntarle por qué sus seguidores no seguían la tradición de los ancianos. Un lector moderno compartiría esta preocupación porque hoy es costumbre lavarse las manos antes de comer por razones higiénicas. No obstante, en Marcos 7, los fariseos y los escribas no están interesados en la higiene de los discípulos. Para ellos, el acto de comer sin lavarse las manos era considerado como una transgresión de la tradición religiosa. Es decir, era equivalente a comer con las manos impuras. Esto no era pecado en sí mismo, pero tampoco era visto con buenos ojos por un sector del judaísmo palestino del primer siglo de la Era Cristiana.
Ahora, ¿por qué estaban impuras las manos de los discípulos? Para responder esta pregunta, es necesario ir a las Escrituras hebreas para entender el sistema de pureza e impureza que se encuentra allí y que sirve de trasfondo a nuestra historia.
Tipos de impureza en el mundo bíblico
Para nosotros, el lenguaje de pureza/ impureza de las Escrituras puede resultar extraño ya que refleja circunstancias e imaginarios que distan de nuestra actualidad. De manera básica, la impureza es un estado social y cultural que refleja aquello que produce disgusto. Este sistema social-religioso regulaba la vida de los discípulos. Ahora, es clave entender que la Biblia regula distintos tipos de impureza, aun cuando se utilicen los mismos términos para designarlos. Veamos.
1-La impureza ritual
Levítico 12 al 15 y Números 19:14 al 22 describen que esta impureza proviene de cuatro fuentes: el semen, los flujos de sangre (regulares e irregulares), las lesiones en la piel y el contacto con una persona muerta. Este tipo de impureza es un constructo cúltico con matices sociales-antropológicos que regula el acceso al Santuario de Dios.2 Por esta razón, aquellos que eran impuros ritualmente no podían acercarse a Dios en el Santuario, mientras que quienes estaban ritualmente puros podían hacerlo sin ningún inconveniente.
La impureza ritual no es pecado. De hecho, muchas veces es inevitable, como en el caso de las mujeres que cada mes quedaban impuras ritualmente debido a su período menstrual, o en el caso de los matrimonios cuando tenían relaciones sexuales (Lev. 15:16-19).
Ahora bien, la impureza ritual tiene ciertas características:
-Es temporal. Al pasar el tiempo y al cumplir con ciertos rituales (que usualmente implicaban sumergirse en agua), la impureza desaparecía (Lev. 15:17, 18).
-Es ocasional. Una persona rara vez se encontrará en un estado permanente de impureza ritual.
-Es transmisible, y entre más lejos se encuentre de la fuente de impureza más débil será su potencia. Por ejemplo, un hombre que tuvo un episodio de polución nocturna quedaba impuro y la cama o la silla sobre los que el hombre reposaba quedaba impura. Si alguien se sentaba sobre esa cama o silla, también quedaba impuro (Lev. 15:20-23).
-Sus fuentes constituyen elementos que salen del ser humano y están asociadas –desde la mentalidad hebrea– con la muerte. Por esta razón, alguien que tiene contacto con alguno de estos elementos no puede entrar en contacto con Dios, pues él representa la vida, y esta no debe mezclarse con la muerte. De allí que Dios haya decidido delinear, a través de regulaciones rituales, quienes podían acceder a su presencia y quienes no.
2-La impureza moral
El capítulo 18 de Levítico abarca una serie de conductas que no separan al infractor del Templo, pero que sí contaminan la tierra de Israel. Este tipo de impureza no es temporal, no se puede remediar a través de rituales ni es transmisible. Por ejemplo, en Levítico 18:24, después de detallar una lista de comportamientos sexuales inadmisibles para el pueblo de Israel, Dios ordena: “No se hagan impuros con ninguna de estas cosas” (DHH). La consecuencia de la impureza moral es la contaminación de la tierra y la subsecuente expulsión de ella (Lev. 18:25-30).
3-La impureza natural
Por último, existe en las Escrituras hebreas la noción de la impureza natural, que solo parece existir en relación con los animales clasificados como tal en Levítico 11. Un estudio cuidadoso de este capítulo revela afinidades con el relato de la Creación de Génesis 1, por lo que la designación de ciertos animales como impuros parece ser una extensión del poder y la autoridad del Creador.3 En este caso, la impureza de los animales de Levítico 11 no depende de algo que ellos hagan; simplemente, son así y no hay nada que se pueda hacer para que estos animales sean limpios.
Al mismo tiempo, su impureza no es transmisible; es decir, nadie será impuro por tocar a un cerdo vivo. Sin embargo, la persona que los consuma será impura no ritualmente, sino que contrae un tipo diferente de impureza. Nótese que no hay un remedio o rito de purificación, como en el caso de la impureza ritual, para la persona que consume un animal impuro.
Es importante resaltar que, desde Levítico 11:24 en adelante, el texto hace una transición de la impureza natural a la impureza ritual, no porque comer un animal impuro constituya impureza ritual sino porque tocar su cadáver sí lo es. Entonces, la primera mitad de Levítico 11 aborda el tema de la impureza natural en aquellos animales que no se pueden comer por orden divina; y a segunda mitad trata de la impureza en la que incurre una persona cuando toca el cadáver de un animal impuro. En este caso, la impureza ritual acaecida no es diferente de la de tocar al cadáver de un animal puro o de una persona.
¿De qué impureza se habla en Marcos 7?
La pregunta para resolver es: ¿A qué tipo de impureza se exponían los discípulos al comer sin lavarse las manos? Marcos 7:3 afirma que “los fariseos y los demás judíos no comen nada sin primero cumplir con el rito de lavarse las manos” y que el conflicto se debía a que los fariseos y los escribas “vieron a algunos de sus discípulos que comían con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado” (vers. 2). Ambos textos señalan que el antídoto para la impureza de las manos de los discípulos es simple: ellos debían lavarse las manos antes de comer.
En todos los tipos de impureza vistos anteriormente, la única impureza que podía ser removida a través de rituales de lavamiento con agua era la impureza ritual. Por lo tanto, la impureza de la que trata Marcos 7 no se relaciona con la impureza natural de los animales descritos en Levítico 11. Es más, no hay elementos en Marcos 7 (ni palabras, ni el trasfondo histórico, literario o algún elemento de orden intertextual) que sugieran que Levítico 11 tiene alguna relación con este tema.4 El problema en el contexto histórico de Marcos 7 es la impureza ritual y su aplicación a la vida contemporánea del pueblo judío en el siglo I d. C.
Para entender un poco más el trasfondo legal de la impureza ritual presente en Marcos 7, es necesario preguntar: ¿En qué lugar de las Escrituras hebreas se delinean los principios que regulan la impureza ritual de las manos? La respuesta es simple: en ninguno. De hecho, cuando se estudian cuidadosamente Levítico 12 al 15 y Números 19:14 al 22, el lector notará que el contacto con una fuente de impureza ritual hace que toda la persona sea impura, no solo sus manos. Entonces, ¿por qué los fariseos y los escribas consideran que solo las manos de los discípulos estaban impuras? El texto mismo de Marcos 7 nos da la respuesta y afirma que esto se deriva de “la tradición de los líderes religiosos” (vers. 3). Es por esto que los fariseos y los escribas nunca acusaron a los discípulos de Jesús de quebrantar la ley de Moisés, sino la tradición de los líderes religiosos.5
Una mirada al texto griego detrás de nuestras traducciones bíblicas en español confirma esto. En las Escrituras hebreas, el término que usualmente se traduce como impuro en español es tāmeh, y este es traducido frecuentemente en la Septuaginta (la traducción griega de las Escrituras hebreas) como akathartos. Por lo tanto, cuando un escritor del Nuevo Testamento quiere hacer referencia a la impureza en las Escrituras hebreas, utilizará akathartos, porque esta es la palabra griega que se usa en las discusiones de impureza ritual y moral en la ley mosaica.
No obstante, cuando el Evangelio de Marcos afirma que los discípulos tenían las manos impuras, no utiliza el término akathartos sino koinos, una palabra que se usa para designar a la impureza extrabíblica en el judaísmo del segundo Templo y en el Nuevo Testamento también.
Ahora bien, la tradición de los ancianos hace referencia a la interpretación oral de la ley de Moisés que hacían algunos grupos dentro del judaísmo. Para estos grupos, no solo la ley escrita era obligatoria sino también la interpretación oral que se transmitía de manera conjunta. Respecto de este tema, Josefo, un historiador judío contemporáneo de la época del Nuevo Testamento, comenta que “los fariseos han transmitido al pueblo ciertas regulaciones que provienen de generaciones anteriores y que no están registradas en la ley de Moisés”.6
Es importante destacar que las intenciones que están detrás de la observación de las tradiciones de los ancianos no eran malas en sí. Al contrario, demostraban el compromiso y el respeto de algunos judíos hacia la revelación divina. De hecho, la interpretación oral de la Ley les resultó sumamente necesaria por esta razón: A medida que pasaba el tiempo y las circunstancias cambiaban, interpretar y aplicar a la vida cotidiana los mandatos divinos –que fueron dados originalmente para una comunidad nómada en el desierto– a una sociedad agraria asentada en Judea representaba dificultades.
Por lo tanto, los maestros de la Ley expandieron los principios bíblicos que regulaban las leyes sobre la impureza y desarrollaron nuevas aplicaciones. Ellos decidieron ampliar la extensión hasta la cual la impureza podía transmitirse, de tal manera que muchas más cosas eran susceptibles a la impureza ritual. Por otro lado, también decidieron que –en algunos casos– la impureza ritual podía estar confinada a las manos, en lugar de todo el cuerpo. De este modo, si las manos estaban en contacto con alguna fuente de impureza ritual, las manos estaban ritualmente impuras. Por último, los intérpretes de la Ley postularon que el rango de objetos que eran susceptibles a la impureza ritual podía ser mucho más amplio y abarcar más elementos de los que están regulados en las Escrituras hebreas tales como alimentos.
Teniendo en cuenta la información presentada anteriormente, las manos de los discípulos podían estar ritualmente impuras porque sin saberlo pudieron haber estado en contacto con personas ritualmente impuras; o porque pudieron haber tocado un objeto ritualmente impuro, se pudieron haber sentado en una silla ritualmente impura, etc. En la tradición de los ancianos, cualquier cosa podía estar ritualmente impura y las manos podían adquirir impureza al estar en contacto con ellas.
Sin embargo, todas estas posibilidades solo existían porque la tradición de los ancianos había expandido la impureza bíblica y había generado nuevos escenarios de impureza. Por esta razón, la disputa de Jesús con los escribas y los fariseos en Marcos 7 no gira en torno al contenido de las leyes del Pentateuco, sino a su interpretación oral. En otras palabras, las manos de los discípulos solo podían estar en un estado de impureza ritual de acuerdo con la tradición de los ancianos, no de acuerdo con la legislación mosaica. Entonces, el tema que enmarca la declaración de Jesús en Marcos 7:14 al 23, que tanta polémica ha generado a lo largo de los siglos, no son las leyes alimenticias de Levítico 11 sino las leyes rabínicas de pureza e impureza.7
Los alimentos y la impureza
¿Por qué Jesús parece hablar de comida en Marcos 7:14 al 23 si el tema inicial de la discusión era la impureza ritual rabínica de las manos de los discípulos? Como hemos visto anteriormente, desde la perspectiva de la Torá, la impureza ritual era transmisible a personas y objetos. Pero los intérpretes de la ley expandieron el alcance de la transmisión de esa impureza, así como los elementos que son susceptibles a la impureza ritual. Ellos consideraban que todos los alimentos (incluyendo a los que según Levítico 11 son limpios) podían ser contaminados con impureza ritual tal como lo afirma Hageo 2:12 y 13.8
Por lo tanto, según la tradición rabínica, si alguien tocaba con sus manos alguna fuente de impureza ritual y luego tocaba un alimento, ese alimento se convertiría en ritualmente impuro, aunque fuera un alimento permitido por Levítico 11. Además, si este alimento era consumido, el consumidor también se volvería ritualmente impuro. Es por esto que el lavado de las manos antes de comer era necesario, pues así se evitaba que los alimentos fueran ritualmente impuros debido a la transmisión accidental de impureza.
Por lo tanto, la respuesta de Jesús en Marcos 7:14 al 23 devela que la preocupación de los fariseos y los escribas sobre las manos impuras radicaba en que estas llevan a toda la persona a un estado de impureza ritual a través de la ingestión de comida.
La impureza ritual en animales impuros
Es importante resaltar un tema a fin de evitar conclusiones erradas. Hemos dicho que los animales declarados impuros en Levítico 11 cargan con una impureza natural que se enraíza en la autoridad creadora de Dios. Por lo tanto, estos animales no son susceptibles a la impureza ritual. Es decir, un cerdo no puede ser ritualmente impuro; solo puede ser impuro naturalmente. Esto quiere decir que, de acuerdo con la tradición de los ancianos, solo los alimentos limpios según Levítico 11 puede volverse ritualmente impuros por el toque de manos ritualmente impuras. Por ejemplo, un pedazo de carne de cordero era limpio de acuerdo con las leyes de Levítico 11, pero podía ser ritualmente impuro si alguien la tocaba con manos que habían estado en contacto con alguna fuente de impureza ritual.
Así, alguien que seguía la tradición de los ancianos en el siglo I d. C. en Judea no solo obedecía las leyes de Levítico 11 y evitaba los alimentos declarados como impuros allí, sino también evitaba alimentos limpios que podían haber sido contaminados ritualmente. Es por esto que los fariseos y los escribas se preocuparon al ver a los discípulos de Jesús comer con las manos sin lavar, pues se esperaba que ellos obedecieran la tradición rabínica y se conservaran ritualmente puros.
No obstante, esta expectativa estaba atada a la obediencia de la interpretación oral de la Ley, no a la Ley misma. Al ser una interpretación de la Ley, la postura de los fariseos y los escribas estaba expuesta a la crítica de otros intérpretes de la Ley. Y es justo esto lo que Jesús hace en Marcos 7:14 al 23.
La respuesta de Jesús
En Marcos 7:14 y 15, Jesús se prepara para responder la pregunta de los fariseos y los escribas. Él afirma que no es lo que entra en una persona lo que la puede tornar ritualmente impura (koinos), sino aquello que sale de ella. Aquí Jesús critica la lógica que los escribas usaban para extender las leyes de la impureza ritual, ya que las fuentes de impureza ritual salen del ser humano, como la sangre, el semen, los flujos irregulares, las enfermedades en la piel.
Sin embargo, los escribas postulaban que ingerir comida ritualmente impura hacía a la persona ritualmente impura también. Con esta interpretación, la impureza fluye de manera contraria a la ley mosaica: la impureza ritual está afuera del ser humano y ahora entra a él.
La crítica que Jesús hace en Marcos 7:14 y 15 es que la interpretación de los escribas no respeta la lógica de las Escrituras y, por lo tanto, es inválida. En este pasaje, Jesús no está invalidando ni anulando las leyes alimenticias de Levítico 11, pues estas no pertenecen al dominio de la impureza ritual. Lo que Jesús está haciendo es encontrar un problema legal en la tradición de los rabinos. Las interpretaciones de la Ley nunca deben contradecir a la Ley misma. Nótese que Jesús no está discutiendo las leyes de impureza ritual en sí mismas, sino su interpretación en la tradición oral de los líderes religiosos judíos.
La aclaración a los discípulos
Marcos 7:17 muestra que los discípulos no entendieron las palabras de Jesús, y le preguntaron sobre su significado. Él les responde repitiendo sus dichos del versículo 15. Pero en el verso 19 añade un argumento más a su crítica de la tradición rabínica. Él afirma que, dado que la comida ritualmente impura no entra en el corazón sino en el estómago y luego sale del cuerpo, el proceso digestivo limpia los alimentos de la impureza ritual.
En esta declaración, Jesús está apelando a la creencia que postulaba que el estómago podía eliminar la impureza ritual. Esta tradición se encuentra en escritos que provienen de los mismos fariseos y escribas. Es decir, en el versículo 19 Jesús usa la lógica interpretativa de los mismos fariseos en su contra: aun si fuese posible para los alimentos ser ritualmente impuros, y aun si ellos pudiesen contaminar al consumidor, la impureza ritual sería eliminada de todas maneras en el estómago de la persona. Por lo tanto, Jesús muestra que el lavado de manos antes de comer es innecesario y así sus discípulos no están incurriendo en alguna falta.
En conclusión, Jesús muestra que la interpretación rabínica detrás de la idea de alimentos ritualmente impuros es defectuosa y que aun si fuese cierta estaría en contradicción con la misma tradición de los líderes religiosos que la creó. Cristo muestra su respeto total a la Ley, pero cuestiona la interpretación oral de los fariseos y los escribas.
En este punto llegamos a una pregunta clave: ¿De qué son limpiados los alimentos? La mayoría de intérpretes han tomado estas palabras para argumentar que Jesús ha limpiado a los alimentos declarados impuros en Levítico 11. Sin embargo, Jesús nunca ha discutido la impureza de Levítico 11. En Marcos 7, el tema de discusión en todo el pasaje es la impureza ritual rabínica que podía afectar a alimentos limpios de acuerdo con Levítico 11. Sea Jesús o el estómago, los alimentos son limpiados en Marcos 7:19 de la impureza ritual rabínica perteneciente a las interpretaciones de la tradición de los líderes religiosos.
Conclusión
Dado que los escribas y los fariseos habían interpretado la Ley de manera errónea al expandir la impureza ritual, Jesús procede también a expandir la ley de las impurezas, pero de una manera armónica con las Escrituras. Jesús respeta el principio mosaico: Lo que contamina a un hombre debe salir de él. Por lo tanto, afirma que de las personas no solo salen sustancias impuras ritualmente, sino también pensamientos malos, inmoralidad sexual, homicidio, adulterio, engaño, arrogancia, etc.
Jesús no está reemplazando las leyes de impureza levíticas con mandamientos morales. Él está expandiendo la Ley mosaica con instrucciones morales. Jesús continua aquí su tendencia como intérprete de la Ley: él es estricto y riguroso. Pero, la rigurosidad de Jesús difiere de los escribas y fariseos. Él no estaba interesado en expandir las leyes rituales, sino que las respetaba tal cual estaban en las Escrituras hebreas. Él estaba interesado en que los judíos de la época, además de respetar las leyes rituales de las Escrituras hebreas, también vivieran con los principios éticos y morales expuestos en las mismas Escrituras.
Este episodio ilustra que Jesús no contradijo ni abolió la Ley. No obstante, como todo judío de la época, participaba en las discusiones respecto de cómo interpretar y vivir la ley mosaica. Jesús siempre respetó la Ley, pero discutía las tradiciones sobre ella. Jesús nos invita hoy, tanto como lo hizo con los escribas y los fariseos, a que prestemos atención a lo que sale de nuestro interior y busquemos la purificación que solo él puede otorgar.
Hoy, las leyes de impureza ritual del Antiguo Testamento no están vigentes. La presencia de Dios no está un Santuario puntual al cual hay que regular el acceso a través de leyes rituales. No obstante, hay un Santuario en el Cielo (Heb. 8:1, 2, 5; 9:11, 12) y la comunidad cristiana misma es un templo (1 Cor. 3:16, 17, 19; 2 Cor. 6:16). Las leyes de impureza moral siguen en vigencia y debemos prestarles la debida atención a ellas a fin de no contaminar nuestra alma. Lo más maravilloso es que la promesa del Salvador permanece. Así como existía una solución para la impureza ritual, también la hay para la impureza moral: la muerte, la resurrección y el ministerio celestial de Cristo en nuestro favor. Por eso, acerquémonos ahora al Salvador para ser limpios de toda impureza.
Cristian Cardozo Mindiola, pastor y Doctor en Teología. Se desempeña como docente en la Universidad Adventista de Colombia, Medellín (Colombia).
Referencias
1 Todas las citas bíblicas cuya referencia no tenga aclaración han sido extraídas de la Nueva Versión Internacional (NVI). © Sociedad Bíblica Internacional, 1999.
2 Véase, Mary Douglas, Purity and Danger: An Anallysis of Concepts Pollution and Taboo (Londres: Routledge, 1996).
3 Jiří Moskala, “The Laws of Clean and Unclean Animals of Leviticus 11 : Their Nature, Theology, and Rationale (an Intertextual Study)” (Tesis doctoral, Andrews University, 1998); “The Validity of the Levitical Food Laws of Clean and Unclean Animals: A Case Study of Biblical Hermeneutics”, Journal of the Adventist Theological Society 22, Nº 2 (2011), pp. 3–31.
4 Eike Mueller, “Cleansing the Common: Narrative-Intertextual Study of Mark 7:1-23” (Tesis doctoral, Andrews University, 2015).
5 Un análisis del contexto literario de este pasaje demuestra que el tema que domina en él es la tradición de los ancianos, no la Torá en sí misma (Mar. 7:6-8, 10-13).
6 Josefo, Antigüedades de los judíos, 13.297.
7 Sobre las leyes dietarias de Levítico 11 y pasajes asociados en el cristianismo primitivo, ver Cristian Cardozo Mindiola, “Reception History of Leviticus 11: Dietary Laws in Early Christianity”, DavarLogos 18, Nº 1 (2019), pp. 39–60.
8 Agradezco a Jorge Luis Rodríguez por llamar mi atención sobre este versículo.
Excelente explicación Doctor
Excelente. Gracias Dr Cristian.