Día 6 | Semana de oración «Rumbo a las estrellas».
El letrero frente a la casa decía: «Compañía de Seguridad XYZ: Protegemos lo que usted considera importante». Las cosas importantes suelen estar bien protegidas. Las casas y los automóviles suelen estar cerrados con llave, el dinero se deposita en un banco, los documentos importantes están asegurados y nos ocupamos de que los niños estén fuera de peligro.
No hay escasez de personas dispuestas a llevarse los artículos de valor. Después de que la casa de un futbolista inglés de élite fuera asaltada y se llevaran un millón de libras esterlinas en relojes y joyas, las autoridades afirmaron que una banda de ladrones profesionales probablemente voló a Gran Bretaña con el propósito de cometer ese delito. En 1990, ladrones de Boston (EE. UU.), robaron obras de arte valoradas en 500 millones de dólares. Los criminales nunca han sido detenidos, y las obras de arte, incluidas pinturas de los maestros holandeses Vermeer y Rembrandt, no han sido recuperadas. La promesa de lucrativos resultados ha inspirado muchos emprendimientos criminales.
Sin embargo, las obras de arte, los relojes y el dinero valen poco a la luz de la eternidad. Hoy día, cada persona viva es parte de una batalla por algo de inmenso valor: la mente, o, dicho de otra manera, el destino eterno de cada ser humano. Tanto el sello de Dios como la marca de la bestia serán colocados en la frente (la mente) de los individuos. Jesús declaró que el gran mandamiento de la ley es amar «al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mat. 22:37), pero también afirmó: «Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Ped. 5:8).
NUESTRA CONDICIÓN
Estamos atrapados en medio de una guerra como ninguna otra. «Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo» (Apoc. 12:17). Esa guerra se está librando furiosamente en este mismo instante. Entonces, ¿qué
está haciendo usted para proteger su mente, corazón y familia en medio de semejante ataque?
Jesús se dirige a su pueblo, que vive en los últimos días de este mundo, cuando expresa: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apoc. 3:15, 16). Luego cita a los creyentes del tiempo del fin que dicen: «Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad» (vers. 17).
Una advertencia tan solemne debería llamar a la reflexión al pueblo de Dios. Jesús se dirige a la iglesia y le dice: «No tienen idea de la gravedad de la peligrosa condición espiritual en la que se encuentran». Y esta no es una advertencia que pueda ser descartada como aplicable a otra persona. El mensaje de Laodicea es para todo el pueblo de Dios.
En Palabras de vida del gran Maestro, Elena White escribió: «Muchos de los que se llaman cristianos, son meros moralistas humanos. Han rechazado el don que podía haberlos capacitado para honrar a Cristo representándolo ante el mundo. La obra del Espíritu Santo es para ellos una obra extraña. No son hacedores de la Palabra. Los principios celestiales que distinguen a los que son uno con Cristo de los que son uno con el mundo, ya casi no se pueden distinguir. Los profesos seguidores de Cristo no son más un pueblo separado y peculiar. La línea de demarcación es borrosa. El pueblo se está subordinando al mundo, a sus prácticas, a sus costumbres, a su egoísmo. La iglesia ha vuelto al mundo en la transgresión de la ley, cuando el mundo debiera haber vuelto a la iglesia por la obediencia al Decálogo. Diariamente, la iglesia se está convirtiendo al mundo».1
Una declaración que llama a la reflexión, en especial si tenemos en cuenta lo que Pablo escribió a la iglesia en Roma. «El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz, por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (Rom. 8:6-8).
Es imposible sentir seguridad espiritual si no nos entregamos por completo a Jesús. Afortunadamente, Pablo no dejó a los romanos sin esperanza. Escribió: «Si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis» (Rom. 8:13).
EL DON DE DIOS
El pronto regreso de Jesús requiere que el pueblo de Dios prepare con sinceridad su corazón. Vivimos en los «tiempos peligrosos» de los cuales escribió Pablo a Timoteo (2 Tim. 3:1). Es imperativo que cada cristiano se asegure de estar unido al espíritu del cielo. Hay poco tiempo que perder. Jesús viene pronto.
Por amor a cada uno de nosotros, Jesús fue «despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento […]; fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados» (Isa. 53:3-5).
Jesús llevó nuestros pecados a la cruz y murió por cada uno de nosotros. El cielo no pudo hacer más para convencernos de cuán valiosos somos a los ojos de Dios, que entregó su mayor regalo cuando dio «a su Hijo unigénito» (Juan 3:16). El regalo es nuestro si tan solo aceptamos recibirlo.
A la iglesia de Laodicea, Jesús le dice: «Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas
rico, y vestiduras blancas para vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge tus ojos con colirio para que veas» (Apoc. 3:18). La fe en Cristo, su propia justicia y el colirio del Espíritu Santo pueden ser recibidos libremente. Si recibimos a Cristo y su justicia, llegarán a ser nuestros. La oración diaria y la lectura de la Biblia fortalecerán nuestra conexión con Dios. Al rendir nuestra vida a Jesús, podemos tener la seguridad del don de la salvación. «Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el manto de su justicia».2 Si así se lo pedimos, Jesús protegerá lo que es más importante.
1 Elena White, Palabras de vida del gran Maestro (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Assn., 1971), p. 256.
2 Ibíd., p. 253.
Día 4 | Semana de oración «Rumbo a las estrellas»
Esperar puede ser difícil.
Tras el colapso de una sección de un túnel en construcción al norte del Himalaya, en noviembre de 2023, cuarenta y un obreros quedaron atrapados detrás de una enorme pila de escombros. Se esperaba que el túnel de casi cinco kilómetros mejorara el acceso a los sitios de peregrinación hindú y brindara oportunidades de desarrollo económico. La construcción se estaba llevando a cabo en un área descrita por un geólogo como «una masa rocosa débil», donde se sabía que era posible un colapso. Después de numerosos intentos de llegar a los trabajadores atrapados utilizando maquinaria sofisticada, sin ningún resultado, un equipo de veinticuatro mineros excavó a mano a través de una enorme pila de escombros y accedió a los trabajadores afectados. Después de vivir con angustia diecisiete ansiosos días atrapados detrás de una enorme pila de escombros, uno de los rescatados dijo: «Cuando se hizo evidente que estaríamos allí durante mucho tiempo, nos inquietamos». Sin embargo, a pesar de lo difícil que fue esperar a que llegaran los rescatistas, el mismo hombre dijo «jamás perdí la esperanza».
NUESTRA BENDITA ESPERANZA
Tras el catastrófico colapso de la integridad humana en el Edén, hace seis mil años, este mundo está esperando ser rescatado.
«Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora» (Rom. 8:22). En todo el mundo, las personas luchan con desafíos que ningún ser humano puede resolver. Si bien las presiones personales, físicas, relacionales y sociales continúan intensificándose, nada señala que esos desafíos actuales puedan remediarse mediante la intervención humana.
Sin embargo, como hijos de Dios, esperamos un futuro brillante. Porque, al igual que el dramático rescate de los mineros en la India, un día, la segunda venida de Cristo interrumpirá la vida tal como la conocemos y marcará el comienzo de la eternidad. «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron» (Apoc. 21:4). Dado que la iglesia ha proclamado, escrito y anhelado por mucho tiempo la segunda venida de Cristo, algunos pueden preguntarse si es razonable creer que Jesús regresará pronto. Aunque los escritores y oradores señalan la iniquidad prevaleciente en el mundo como evidencia de la proximidad de la segunda venida, sabemos que el mundo ha sido pecaminoso durante mucho tiempo. El primero que nació en el planeta se convirtió en asesino. Hace más de cuatro mil años, la corrupción se hizo tan grande que Dios destruyó el mundo con un diluvio, preservando solo a ocho personas. No es de extrañar que algunos puedan decir: «¿Dónde está la promesa de su advenimiento?» (2 Ped. 3:4).
Pero el creyente que aguarda la «esperanza bienaventurada» (Tito 2:13), tiene en cuenta que la Biblia dice: «Por fe andamos, no por vista» (2 Cor. 5:7). Aunque no podemos saber el día ni la hora del regreso de Jesús, tenemos todas las razones para confiar en que Dios es fiel a su palabra.
ESPEREMOS LA PROMESA
Algunos estudiosos creen que cuando Caín nació, Eva creyó que había dado a luz al Mesías. Elena White escribió que Adán y Eva «dieron gozosamente la bienvenida a su primogénito, esperando que fuese el Libertador. Pero el cumplimiento de la promesa tardó».2 Pasarían varios miles de años antes de que llegara el Mesías.
Después de que Dios le prometió a Abraham la tierra de Canaán, pasó aproximadamente medio milenio hasta que los hijos de Israel pudieron entrar a la Tierra Prometida. Un hebreo esclavizado que trabajaba bajo el ardiente sol egipcio podría haber sido tentado a creer que el pueblo de Dios permanecería en cautiverio para siempre. Cuando «se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José» (Éxo. 1:8), pensar en la Tierra Prometida podría haber parecido una fantasía. Sin embargo, en una dramática serie de milagros, los primogénitos de cada familia egipcia perecieron; columnas de fuego y de una nube guiaron y protegieron al pueblo de Dios; y el Mar Rojo se dividió milagrosamente, permitiendo que el pueblo de Dios escapara del cautiverio. Después de una larga espera, quedó repentinamente libre.
Es parte de la naturaleza humana mirar el cumplimiento de las profecías y tratar de medir cuán cerca estamos del regreso de Jesús. Las guerras, las epidemias, la inestabilidad financiera y los avances tecnológicos nos señalan que la segunda venida es inminente. Después de enumerar las señales de su venida, Jesús informó a los discípulos de las edades futuras que «cuando estas cosas comiencen a suceder» (Luc. 21:28), podemos saber que su regreso no solo está cerca, sino «a las puertas». (Mat. 24:33). No obstante, las madres y los padres de Israel, que estaban convencidos de que verían el regreso de Jesús antes de morir, continúan pasando al descanso antes de ver que los cielos se enrollan como un pergamino (cf. Apoc. 6:14).
Las señales de los tiempos no actúan tanto como señales que nos dicen cuánto viajar sino más bien como señales que nos informan en qué camino estamos.
¿DÓNDE ESTAMOS?
Las señales de los tiempos, tal como fueron reveladas por Jesús, no actúan tanto como señales que nos dicen cuánto viajar sino más bien como señales que nos informan en qué camino estamos. Una persona que conduzca de Londres a Leeds, en el Reino Unido, sabrá al salir de Londres que tiene aproximadamente 320 kilómetros hasta llegar a destino. Sin embargo, incluso sin saber la distancia, el letrero que dice Autopista M1 le permite saber que está en el camino correcto.
En el tomo 9 del libro Testimonios para la iglesia, Elena White escribe lo siguiente: «Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos».3 Los acontecimientos que traerán el regreso de Jesús se cumplirán rápidamente, en un tiempo que pocos esperan. Tenemos que aguardar a Jesús con paciencia y fe, creyendo que regresará y nos recibirá a sí mismo, para que donde él está, allí estemos nosotros también (véase Juan 14:3).
«No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa, pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. “Porque aún un poco y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; pero si retrocede, no agradará a mi alma”. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma» (Heb. 10:35-39).
Más allá de las apariencias y del tiempo que hayamos esperado, sabemos que Jesús regresará pronto. Lo ha prometido. Y en ese día, al igual que los obreros atrapados en la India, seremos rescatados y liberados de un mundo atado por el pecado, para disfrutar de las bendiciones de la vida eterna.
Ojalá que se diga también del pueblo de Dios: «Nunca perdimos la esperanza».
Autor: John Bradshaw, pastor y presidente de It Is Written (Escrito está), un ministerio de medios de evangelización con sede en Collegedale (Tennessee, EE. UU.).
Todos los temas de la semana de oración en lecturas | Adventist Review | Septiembre 2025
Día 1: https://revistaadventista.editorialaces.com/la-esperanza-de-los-siglos/
Día 2:https://revistaadventista.editorialaces.com/solo-tengo-tus-manos/
Día 3:https://revistaadventista.editorialaces.com/la-mision/
Día 4: https://revistaadventista.editorialaces.com/la-larga-espera/
Día 5: https://revistaadventista.editorialaces.com/ocupados/
Día 6: https://revistaadventista.editorialaces.com/protejamos-lo-mas-importante/
Día 7: https://revistaadventista.editorialaces.com/la-honestidad-el-mejor-curso-de-accion/
Día 8: https://revistaadventista.editorialaces.com/mas-alla-de-la-segunda-venida/
0 comentarios