¿POR QUÉ LOS ADVENTISTAS NO TENEMOS UN PAPA?

Tor Tjeransen / AME (CC BY 4.0).

04/07/2025

Por Marcelo Coronel, pastor y presidente de la Misión Bonaerense del Norte, Buenos Aires, Argentina
Foto: Tor Tjeransen / AME (CC BY 4.0).

El comentario de mi vecino me sorprendió; pero, al mismo tiempo me dejó pensando. Me dijo: “Conozco bastante a los adventistas de esta zona de Buenos Aires y veo que en estos días los ha visitado su papa”. Mi vecino es una persona sincera e informada. Sabía que días atrás, había estado en Buenos Aires el pastor Ted Wilson, presidente de la Asociación General, quien nos visitó varias instituciones del país en su gira de febrero pasado por Sudamérica.

Trate de entender a mi vecino, quien en su mente comparó nuestra iglesia, y su sistema de gobierno, con la Iglesia Católica y su sistema de gobierno. Mi respuesta fue que sí, que recibimos la visita de nuestro líder mundial, pero que no ejerce una función papal como ocurre con el líder del catolicismo romano.

Teniendo como origen esta situación, el presente artículo busca explicar brevemente este tema, en el contexto de un nuevo Congreso de la Asociación General.

Entendiendo el liderazgo eclesiástico

De forma resumida, explicaremos el surgimiento del modelo papal, que comenzó a gestarse como fruto del alejamiento del modelo de liderazgo eclesiástico bíblico, servicial y misional, basado en un sistema representativo corporativo bajo la dirección del Espíritu Santo (Mar. 3:14, 15; Mat. 20:26-28; Hech. 6:1-7; 14:21-23; 15:1-6, 22, 23; 16:4, 5; 20:17; 21:18; Efe. 4:11, 12; 1 Tim. 5:17; Tit. 1:5; 2:2-5; Heb. 13:7, 17; Sant. 5:14 y 1 Ped. 5:1-5), hacia un modelo centralizado exclusivista episcopal, sucesorio y romano. 

La Biblia es clara al afirmar, curiosamente a través de Pedro (el primer papa según el catolicismo romano), el sacerdocio universal de todos los creyentes, descartándose cualquier noción de ministerio o sacerdocio exclusivista (1 Ped. 2:5, 9 y 10). Pedro no pretendió un pontificado exclusivo. Al contrario, Pedro utilizó expresiones colectivas o corporativas (como “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios”) para hablar de la identidad, ministerio y misión de la iglesia (“para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”).

La eclesiología que describe Pedro no es papal, sino corporativa (utiliza términos colectivos y corporativos, no exclusivos, sino más bien inclusivos), evangelística (habla de anunciar, literalmente utiliza la expresión “exangelizar” y “proclamar”) y misionera (llamar, “kaleo” en griego, que significa “alumbrar en la oscuridad”).

Cristo, nuestro modelo de liderazgo

En cambio, como adventistas, definimos y delineamos el liderazgo eclesiástico según nuestro único credo: las Sagradas Escrituras. Nuestro ejemplo de liderazgo es Jesucristo (Juan 13:15). Jesús vino para servir y salvar (Mar. 10:45). El liderazgo eclesiástico necesita ser cristocéntrico, servicial y misionero.

Estamos llamados a continuar el modelo de liderazgo, misión y servicio de Cristo, buscando servir, equipar, discipular, predicar, enseñar y sanar como hacía el Maestro. Nuestro modelo de liderazgo es representativo y corporativo, lo que significa que ningún líder asume autoridad propia o inherente. Más bien, los lideres somos elegidos, y nombrados temporalmente para servir y ejercer diversos roles en función de la misión, pero siempre nos debemos al cuerpo de la Iglesia.

Los líderes son electos para atender diversos roles y ministerios, bajo la dirección del Espíritu Santo, para seguir impulsando la misión. La Iglesia recibió autoridad de parte de Cristo para seguir cumpliendo su misión hasta el final de los días (Mar. 3:14, 15 y Mat. 28:19, 20).

Entendemos según los principios bíblicos, que nuestro único Legislador, Rey y Juez es Dios (Isa. 33:22). En cambio, el catolicismo asume autoridad eclesiástica absoluta, legislativa, ejecutiva y judicial en la persona del papa. 

Por estas diferencias teológicas sustanciales, como adventistas del séptimo día no tenemos un papa. Tal vez nuestro desafío actual es asumir en plenitud nuestra identidad misional, tanto personal como corporativa, a fin de ejercer con humildad el real sacerdocio otorgado por Cristo; y de servir y liderar, según el modelo de Jesús para impulsar, promover y ejecutar la misión bajo la dirección del Espíritu Santo hasta su prometida culminación.

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