PIEDRAS QUE HABLAN

02/10/2025

Cómo la arqueología nos ayuda a entender mejor la Biblia

Eran los últimos días del ministerio terrenal de Jesús. Montado sobre un burro, el Maestro de Galilea entraba triunfalmente en Jerusalén, en una clara declaración pública de su mesianismo. Los fariseos y los escribas, molestos al ver a las multitudes gritar con regocijo: “¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor!” (Luc. 19:38), se acercaron a Jesús y le pidieron que hiciera callara a la gente. Jesús les respondió: “Si estos callaran, las piedras clamarían” (Luc. 19:40).

Indudablemente, Jesús tenía razón. Dos mil años después, las piedras que los arqueólogos remueven y excavan en el Antiguo Cercano Oriente continúan iluminando el mundo bíblico y comprobando la fidelidad histórica de las Escrituras y la confiabilidad de su Autor y de su plan para salvarnos. Las piedras y los artefactos descubiertos por los arqueólogos continúan clamando.

La importancia de la arqueología

Para los teólogos e intérpretes bíblicos, la arqueología es una herramienta invaluable, ya que permite situar los relatos bíblicos en su contexto histórico, cultural y social.

La Biblia menciona pueblos, ciudades y costumbres que pueden parecer extraños o son desconocidos para los lectores modernos. Pero, gracias a los hallazgos arqueológicos, estas referencias cobran vida. Al descubrir restos de murallas, templos, inscripciones y edificios, los arqueólogos ayudan a entender mejor el contexto de las narraciones. La arqueología también aporta información sobre la vida cotidiana en los tiempos bíblicos. Herramientas agrícolas, cerámicas, restos de alimentos y artefactos domésticos, por mencionar algunos hallazgos, muestran cómo vivían las personas en los tiempos en que la Biblia fue escrita. Estos descubrimientos iluminan detalles que los autores bíblicos no siempre describen porque eran obvios para sus contemporáneos. Así, la arqueología nos permite acercarnos a la mentalidad y las prácticas sociales del mundo antiguo, enriqueciendo la lectura bíblica con una comprensión más realista de la vida cotidiana.

Además, la interpretación de la Biblia se ve profundamente enriquecida por los descubrimientos arqueológicos. Conocer el contexto cultural de la Escritura permite entender mejor expresiones, símbolos y metáforas. Por ejemplo, los hallazgos sobre rituales religiosos cananeos –caracterizados muchas veces por prácticas inhumanas e inmorales– ayudan a comprender por qué los profetas bíblicos condenaban con tanta severidad la idolatría y las prácticas religiosas de los pueblos vecinos a Israel.

Pero, una de las funciones más significativas de la arqueología es que ha servido para confirmar la existencia de ciertos personajes, pueblos y acontecimientos mencionados en la Biblia. Estos descubrimientos fortalecen nuestra confianza en la historicidad de los relatos bíblicos y nos muestra que la Biblia no es un libro de mitos religiosos, sino el testimonio vivo de la historia de un pueblo y su relación pactual con Dios.

En los últimos años, se han realizado importantes descubrimientos arqueológicos que nos permiten conocer más acerca de los tiempos bíblicos y confirman la historicidad de sus relatos. ¿Te gustaría conocerlos?

Un jarrón de Sabá en la Jerusalén de Salomón

En 1 Reyes 10 y 2 Crónicas 9 se menciona la visita de la reina de Sabá (lugar ubicado actualmente en Yemen) a Jerusalén para conocer la sabiduría del rey Salomón. Numerosos críticos de la Biblia han dudado de que esta expedición haya tenido lugar,
pero evidencia arqueológica reciente ha mostrado que existió contacto entre el reino de Sabá y Jerusalén en la época de Salomón (siglo X a. C.).

En 2012, durante una excavación en el Ofel, una colina ubicada al sur del Monte del Templo y parte de la antigua ciudad de Jerusalén, se encontró restos de una vasija utilizada para almacenar especias y fabricada alrededor del año 950 a. C., durante el reinado de Salomón (970–931 a. C.). Este jarrón posee una inscripción que los eruditos pensaban que estaba en escritura cananea, aunque no había podido ser descifrada exitosamente.

En 2023, un arqueólogo de la Universidad de Ben-Gurion propuso que la escritura no es cananea, sino sabea, propia del reino de Sabá. Al interpretar la inscripción como si fuera escritura sabea, fue posible traducirla como “[reci]piente de ládano, cinco [efas]” (shy ldn h).1 El ládano era una resina aromática utilizada para fabricar el incienso del Templo, que en hebreo se suele nombrar como shejelet y se lo suele traducir como “uña aromática” (ver Éxo. 30:34). El recipiente podía contener cinco medidas de peso, probablemente efas, lo que correspondería a aproximadamente 120 kilos de especias.

¿Cómo llegó un jarrón de Sabá a Jerusalén durante el reinado de Salomón? La Biblia nos da la respuesta, pues nos dice que la reina de Sabá “vino a Jerusalén con una gran comitiva, con camellos cargados de especias. […] Y ella dio al rey ciento veinte talentos de oro, mucha especiería y piedras preciosas. Nunca vino tan grande cantidad de especias como las que la reina de Sabá dio al rey Salomón” (2 Rey. 10:2, 10).

Una inscripción con maldiciones en el Monte Ebal

Entre 1982 y 1989, un equipo arqueológico descubrió dos altares de piedra sin labrar ubicados en la ladera oriental del Monte Ebal, el mismo lugar donde la Biblia relata que “Josué edificó un altar al Señor Dios de Israel, […] un altar de piedras enteras sin labrar” (Jos. 8:30-34).

En diciembre de 2019, un grupo de arqueólogos estaba revisando la tierra removida durante la primera excavación, cuando encontraron una pequeña tableta de plomo doblada al medio. Como era imposible abrirla sin dañarla, se decidió utilizar varias tecnologías de escaneo para reconstruir su interior sin tener que abrirla. El escaneo mostró que había una inscripción en el lado interior de la tableta:

“Estás maldecido por el Dios YHW, maldecido; morirás maldecido; maldecido ciertamente morirás; Maldecido estás por el Dios YHW, maldecido” (’th ’rwr l’l yhw ’rwr tmt ’rwr’ rwr mt tmt ’rwr ’th lyhw ’rwr).2

¿Por qué alguien inscribiría una maldición de este tipo en una tableta? El relato bíblico afirma que en el monte Ebal Josué “escribió allí, sobre piedras, una copia de la ley de Moisés. […] y leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones” (Jos. 8:32, 34).

La adoración a Dios por parte de los hebreos (que en esta tableta aparece con su nombre abreviado: YHW) se enmarcaba en un pacto que incluía bendiciones ante la obediencia y maldiciones si se apartaban del pacto (ver Deut. 28).

“La datación de la IA sostiene que el libro de Daniel fue escrito en el período persa, tal como afirma la Biblia”.

Las maldiciones en tabletas no eran raras en el antiguo Cercano Oriente, pues tenían un uso ceremonial significativo. Inscribir una maldición tenía el sentido de “dar una sentencia judicial” o “promulgar un veredicto” hacia una persona o grupo de personas que se habían apartado del pacto (algo que sucedió frecuentemente en la historia hebrea). Además, la Biblia testifica del uso de plomo para grabar inscripciones: “¡Ojalá alguien con un cincel de hierro las grabara en plomo o en piedra!” (Job 19:24, DHH).

La expansión del reino de David y Salomón

Muchos críticos de la Biblia consideran que los relatos sobre los reyes David y Salomón no eran más que leyendas, que el reino de Israel no existió y que Jerusalén no era más que un pequeño poblado en las montañas de Canaán. Sin embargo, varios descubrimientos recientes han confirmado la descripción bíblica de los prósperos reinados de David y Salomón.

En 2023, un arqueólogo analizó las ciudades cercanas a Jerusalén del siglo X a. C. y mostró que todas tenían la misma estructura urbana.3 Eso implicaba que su construcción fue intencional y planificada. Eran ciudades amuralladas y con presencia militar, lo que indica que eran parte de un mismo reino con su centro en Jerusalén. El texto bíblico indica que tanto David como Salomón edificaron, reconstruyeron y reforzaron varias ciudades israelitas (1 Rey. 9:19; 11:27; 2 Crón. 8:4), por lo que este descubrimiento coincide con los relatos bíblicos.

“En los últimos años se han realizado importantes descubrimientos arqueológicos que nos permiten conocer más acerca de los tiempos bíblicos y confirman la historicidad de los relatos bíblicos”.

Otra investigación, publicada por un grupo de arqueólogos en 2024, tomó 103 muestras de diferentes estratos arqueológicos de Jerusalén y las analizó mediante radiocarbono.4 Esto mostró que Jerusalén ya era una ciudad importante durante el siglo X a. C., durante los reinados de David y Salomón. No era un pequeño poblado, sino una ciudad con una gran población que experimentaba la construcción de importantes obras de infraestructura. Esto coincide con el testimonio bíblico, donde se menciona en varias ocasiones que David y Salomón mantuvieron Jerusalén como la capital de su reino y que realizaron numerosas obras de construcción en la ciudad (p. ej., 2 Sam. 5:9; 1 Crón. 11:8).

Por último, Uri Nisani, un arqueólogo de la Universidad de Ben Gurion, decidió examinar si era cierto que el ejército hebreo había dominado el reino de Edom en el siglo X a. C. El texto bíblico afirma que el rey David (que reinó de 1003 a 970 a. C.) “puso guarniciones militares por todo Edom, y los edomitas se convirtieron en súbditos de David. Es más, el Señor le daba la victoria a David dondequiera que iba” (2 Sam. 8:14). ¿Es el relato bíblico correcto?

En 2023, al revisar investigaciones previas, así como al hacer un relevamiento del terreno, Nisani encontró restos de al menos sesenta guarniciones militares en el territorio de Edom y en su frontera con Israel.5 En estos sitios arqueológicos no se encontraron artefactos comunes a los asentamientos civiles, lo que indica que allí solo vivían soldados hebreos. Nuevamente, la arqueología demostró que los relatos bíblicos son fidedignos.

Pescadores con tinteros para escribir

Durante décadas, la ubicación exacta de Betsaida era un asunto debatido por los especialistas. Esta ciudad fue el hogar de los apóstoles Felipe, Andrés y Pedro, además de ser un lugar visitado frecuentemente por Jesús y donde realizó varios milagros (Mat. 11:21; Mar. 6:45; 8:22; Luc. 9:10; 10:13; Juan 1:44; 12:21). Sin embargo, en 2017 un grupo de arqueólogos comenzó a excavar pacientemente un sitio conocido como al-Araj, y los descubrimientos allí realizados permitieron identificarlo conclusivamente con la ciudad de Betsaida. En 2023 se excavó allí una vivienda del siglo I d. C.; es decir, de la época de Jesús, que contenía numerosos artefactos y herramientas propias de la pesca.

Rápidamente, los arqueólogos se dieron cuenta de que era el hogar de un pescador. Curiosamente, en esa misma casa se descubrió también un tintero.6 En otras palabras, se encontró evidencia de que una familia de pescadores tenía la capacidad y el hábito de leer y escribir en su hogar.

Durante mucho tiempo los críticos de la Biblia dudaron de que los discípulos de Jesús, muchos de ellos pescadores aparentemente sin educación, hubieran podido escribir los libros y las epístolas que aparecen en el Nuevo Testamento bajo sus nombres. Sin embargo, este descubrimiento muestra que en la ciudad natal de Felipe, Pedro y Andrés había pescadores con la capacidad y el hábito de leer y escribir.

La Inteligencia Artificial y el libro de Daniel

Pero no solo la arqueología logra revelar nuevos descubrimientos que confirman la Biblia. Las nuevas tecnologías que se desarrollan permiten volver a estudiar hallazgos del pasado para comprenderlos mejor.

En junio de este año, un grupo de investigadores creó una Inteligencia Artificial (IA) entrenada para estimar la fecha de documentos antiguos utilizando la paleografía, a la que llamaron “Enoch”. En otras palabras, esta IA aprende cómo eran las letras y la escritura utilizadas en diferentes períodos históricos para así poder estimar cuándo se escribió un papiro o un pergamino.

Después de entrenar esta IA, los investigadores la utilizaron para analizar la fecha de composición de los rollos de Qumran, una serie de documentos antiguos descubiertos en 1947 en cuevas cercanas al Mar Muerto. Entre estos rollos, que eran utilizados por la antigua secta judía esenia (de 250 a. C. a 70 d. C.), se encontraron copias de todos los libros del Antiguo Testamento, a excepción de Ester. Uno de los rollos examinados por esta IA fue el 4Q114, que contiene partes de Daniel 8 al 11. Luego de analizar este manuscrito, la IA determinó que fue escrito entre los años 250 y 160 a. C. 7

“Los críticos dudaban de que los discípulos de Jesús pudieran escribir. Sin embargo, los tinteros descubiertos en la ciudad de Felipe, Pedro y Andrés muestran que había pescadores con la capacidad y el hábito de leer y escribir”.

Esto es particularmente importante porque muchos eruditos bíblicos creen que el libro de Daniel no fue escrito realmente por el profeta durante los imperios babilónicos y medopersa (s. VI a. C.), sino que es una obra pseudoepigráfica (o sea, escrita falsamente bajo el nombre de otra persona) alrededor del año 165 a. C.

Sin embargo, dado que el libro de Daniel era considerado canónico por la comunidad esenia de Qumran, cinco años no es suficiente tiempo para explicar la difusión y aceptación del libro (que los eruditos consideran que toma unos treinta o cuarenta años). La datación de la IA hace virtualmente imposible que el libro de Daniel haya sido escrito en el siglo II, y hace más probable que haya sido escrito en el período persa, tal como afirma la Biblia.

Conclusión

A medida que la arqueología continúa excavando e investigando los hallazgos encontrados en el Antiguo Cercano Oriente se logra obtener más información sobre los tiempos bíblicos. Muchos de estos descubrimientos nos ayudan a mirar los relatos bíblicos bajo una nueva luz, permitiendo comprenderlos mejor y confirmar su historicidad. Pero, aún más importante, podemos confiar en que el mensaje de la Biblia es fidedigno, y que el Dios presentado en sus páginas, y que tantas veces interactuó con el pueblo de Israel en el pasado, todavía busca estar con y entre nosotros hoy.

Te invito a tomar tu Biblia y buscar al Dios que la inspiró, sabiendo que su mensaje y sus relatos se ven confirmados por los hallazgos y descubrimientos arqueológicos. Sin duda, ¡las piedras hablan!

Referencias
1 Daniel Vainstub, “Incense from Sheba for the Jerusalem Temple”, Jerusalem Journal of Archaeology 4 (2023), pp. 42–68.
2 Scott Stripling, y otros, “ ‘You are Cursed by the God YHW’: an early Hebrew inscription from Mt. Ebal”, Heritage Science 11 (2023), art. 105.
3 Yosef Garfinkel, “Early City Planning in the Kingdom of Judah: Khirbet Qeiyafa, Beth Shemesh 4, Tell en-Nasbeh, Khirbet ed-Dawwara, and Lachish V”, Jerusalem Journal of Archaeology 4 (2023), pp. 87–107.
4 Johanna Regev y otros, “Radiocarbon chronology of Iron Age Jerusalem reveals calibration offsets and architectural developments”, Proceedings of the National Academy of Science 121.19 (2024), art. e2321024121.
5 Uri Nisani, “Una nueva mirada a las montañas del Neguev en la Edad de Hierro IIa: Implementación de software de gestión de información geográfica” [en hebreo] (tesis de maestría, Ben Gurion University, 2023).
6 Proyecto de excavación de Betsaida-Julias, “Season 7 — Week 2, Day 3”, disponible en: bethsaida-julias.com/post/season-7-week-2-day-3 (consultado el 10/9/2025).
7 Mladen Popović y otros, “Dating ancient manuscripts using radiocarbon and AI-based writing style analysis”, PLoS One 20.6 (2025),

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