Las discusiones sobre temas polémicos en las redes sociales son siempre fuertes e intensas. Uno de estos debates que me llamó la atención fue el que hablaba sobre la asistencia al cine. Entre las opiniones, un joven adventista escribió: “Si la iglesia defiende que no debo ir al cine, salgo de ella y sigo mi camino”. Quedé impactado, pues estaba asumiendo que, entre la orientación de la iglesia y sus propias opiniones, se quedaría con la segunda opción.
Esta es la esencia del “opinionismo”: construir las propias verdades, basadas sobre sentimientos como “Creo”; “Me gusta”; “Me siento bien pensando así”; “Cada uno tiene su verdad”, encerrándose en su propio mundo e ignorando todo mensaje que no concuerde con su concepto personal. Las personas que actúan así muchas veces tienen conceptos bien elaborados, difíciles de ser respondidos o argumentados; se rodean de gente inteligente y polémica. Pero se sitúan en un lugar cada vez más difícil de alcanzar por la Palabra del Señor.
No podemos abrir las puertas a una religión superficial, que cada vez argumenta más y conoce menos, que busca argumentos más interesantes o convincentes, cuando necesita mayor intensidad y profundidad en el estudio de la Palabra de Dios. A fin de cuentas, esta es la descripción de la iglesia de Laodicea, que se considera rica, cuando en realidad es infeliz, miserable, pobre, ciega y desnuda (Apoc. 3:17).
En estos tiempos posmodernos, donde la tendencia es cuestionar, dudar y argumentar, necesitamos mayor fidelidad. El llamado de Dios es claro: “Debemos escoger lo justo porque es justo, y dejar a Dios las consecuencias. El mundo debe sus grandes reformas a los hombres de principios, fe y arrojo. Esos son los hombres capaces de llevar adelante la obra de reforma para nuestra época” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 453).
Sin duda, nuestro mensaje necesita ser bíblico, profundo, y seguir un orden lógico. Nadie creerá un mensaje sin fundamento ni relevancia para nuestros días. No podemos dar respuestas del siglo XIX a personas del siglo XXI. El tema es qué clase de lógica vamos a adoptar: ¿la bíblica o la personal? ¿Usaremos el “opinionismo” como plataforma de la verdad personal o cavaremos más profundo en la Biblia y en el Espíritu de Profecía, en busca de la voluntad de Dios?
Otro efecto colateral del “opinionismo” es la búsqueda de novedades que puedan suplir el vacío espiritual. No hay problema con lo que es nuevo, ya que los nuevos tiempos exigen nuevos métodos. La crisis se revela cuando esas novedades buscan solamente la satisfacción personal. Eso aparece en nuevas formas de culto y de alabanza, en un nuevo estilo de iglesia y en la apariencia personal, entre otras cuestiones. Toda búsqueda de novedad basada en el estudio serio de la divina Palabra es bienvenida; pero toda novedad que es fruto de la superficialidad implica un daño irreparable. Nuestra oración necesita ser, como sugiere C. S. Lewis, no para que Dios haga nuestra voluntad, sino para que nos ajustemos a la voluntad de él.
El mensaje bíblico no siempre sigue la lógica de la argumentación humana. Si Abraham hubiese usado el “opinionismo”, no habría colocado a Isaac sobre el altar. Si Noé hubiera tenido la misma postura, nunca se habría construido el arca. Si Jesús hubiese seguido nuestra lógica, no habría venido a morir por pecadores que lo rechazarían.
El Señor necesita hijos fieles, capaces de comprometer su vida con el mensaje inspirado, y no con una verdad personalizada. “Dude de sus dudas antes de dudar de sus creencias” es el consejo del escritor cristiano Max Lucado, para quien necesita reajustar su foco espiritual.
Muchas de nuestras discusiones teológicas, eclesiológicas y de crecimiento espiritual han sido abordadas sin la Biblia ni el Espíritu de Profecía. Usamos grandes pensadores y escritores a fin de defender una opinión humana, pero no profundizamos en la Revelación en busca de orientación divina. Nuestra única seguridad está en la fidelidad a la Palabra. Si debilitamos nuestra identidad, nos convertiremos en fáciles presas del enemigo. Él es mucho más fuerte en argumentos, sabe cómo seducir y convencer; pero no resiste un firme “Escrito está”. Solo venceremos como Cristo venció.
Poco antes del regreso de Cristo, las embestidas de Satanás serán intensas y sutiles.
“El acto capital que coronará el gran drama del engaño será que el mismo Satanás se dará por el Cristo. […] En tono amable y compasivo, enuncia algunas de las verdades celestiales y llenas de gracia que pronunciaba el Salvador; cura las dolencias del pueblo, y luego […] asegura haber mudado el día de reposo del sábado al domingo” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 608). ¿Cómo reconoceremos o resistiremos el engaño si intentamos enfrentar cuestiones espirituales solo con opiniones personales?RA
Amen.
Muy buen artículo!!!