La promesa de Jesús es segura. Su promesa se cumplirá.
Hemos estado esperando con gozosa expectativa la pronta venida de nuestro Señor en las nubes del cielo. No nos hemos atrevido a estar entre los que dijeron, incluso en sus corazones: “Mi Señor tarda en venir”; porque sobre los tales se pronuncia una terrible maldición. Enoc caminó con Dios y tuvo comunión con él, y Dios instruyó a su siervo acerca de la segunda venida de nuestro Señor. Dice la palabra inspirada: “De ellos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, cuando dijo: ‘El Señor viene con sus santos miles de millares a juzgar a todos, y a convencer a todos los impíos de todas las malas obras que cometieron, y de todas las insolencias que pronunciaron esos impíos pecadores contra él’ ”. La doctrina de la venida de Cristo se dio a conocer en esta fecha temprana al hombre que caminaba con Dios en comunión continua. El carácter piadoso de este profeta ha de representar el estado de santidad al que debe llegar el pueblo de Dios que espera ser trasladado al Cielo.
¿Diremos que hemos sido engañados con respecto a la doctrina de la pronta venida de Cristo? ¿Declararemos que todo nuestro discurso sobre su aparición ha sido en vano? ¿Diremos que todo nuestro trabajo para preparar un pueblo para su venida ha sido en vano? Nunca. No debemos volvernos impacientes e irritables porque el tiempo todavía tarda. Debemos esperar pacientemente a que se lleve a cabo la obra de Dios.
Los que cuestionan, los que dudan y los apóstatas les dicen a los que han estado esperando la aparición de su Señor: “Ustedes son falsos profetas”. “Ustedes nos han estado diciendo durante años que faltaba poco para que el día de Dios llegara; y es evidente que Cristo no vendrá por muchos, muchos años más”. ¿No tienen temor de hacer tales declaraciones? ¿No los ha descrito Cristo en la persona del siervo infiel, que dijo: “Mi señor tarda en venir”, y que comenzó a comer y a beber con los borrachos, y a golpear a sus consiervos? La palabra inspirada declara: “‘Ahora el justo vivirá por la fe. Pero si retrocede, no me agradará’. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que creen y alcanzan la salvación. La fe es la certeza de lo que esperamos, la convicción de lo que no vemos” (Heb. 10:38-11:1).
Cristo habló repetidamente de su segunda venida a la Tierra. Una vez dijo: “No se maravillen de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz. Y los que hicieron el bien resucitarán para vivir, pero los que hicieron el mal resucitarán para ser condenados” (Juan 5:28, 29).
Llegará la hora; no está muy lejos, y algunos de nosotros que ahora creemos viviremos sobre la Tierra, y veremos la predicción cumplida, y oiremos la voz del arcángel y la trompeta de Dios resonando desde la montaña y la llanura y el mar, hasta los confines de la Tierra. Toda la Creación oirá esa voz, y los que han vivido y muerto en Jesús responderán al llamado del Príncipe de la vida. Se oirá en los calabozos de los hombres, en las cavernas del abismo, en las rocas y las cuevas de la Tierra, solo para ser obedecido. Es la misma voz que dijo: “Yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para dar a cada uno según sea su obra” (Apoc. 22:12).
¿Fue Cristo un falso profeta cuando pronunció estas palabras? Han pasado más de mil ochocientos años desde que Juan escuchó esta gran verdad, y el Señor aún no ha venido a reinar. Pero ¿dejaremos de buscar su aparición? ¿Diremos: “Mi Señor tarda en venir”? Vean cómo se han cumplido y se están cumpliendo las especificaciones de las profecías. Levantemos la cabeza y alegrémonos; porque nuestra redención está cerca. Está más cerca que cuando creímos por primera vez. ¿No esperaremos con paciencia, llenos de valor y fe? ¿No prepararemos a un pueblo para estar de pie en el día del ajuste de cuentas y el Juicio Final?
Texto extraído de la Review and Herald, 31 de julio de 1888.
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