Descubre el poder de estar juntos.
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Esta declaración muestra de qué manera Cristo tomaba en serio las relaciones como prueba del discipulado.
Jesús sabía que el discipulado solamente sería eficaz si él pudiese estar junto a sus discípulos, transformándolos por medio de la íntima relación consigo mismo. Elena de White añade: “Con el fin de realizar con éxito la obra a la cual habían sido llamados, estos hombres, de diferentes características naturales y hábitos de vida, necesitaban unirse en sentimiento, pensamiento y acción. Cristo se propuso conseguir esta unidad. Con ese fin trató de unirlos con él mismo” (Los hechos de los apóstoles [2009], p. 17).
Las relaciones era el método de Cristo para el discipulado.
Uno de los grandes ejemplos bíblicos sobre el poder de estar juntos está registrado en la experiencia entre Jonatán y David. Esa historia revela tres lecciones fantásticas acerca de la necesidad que tenemos el uno del otro para el éxito de nuestra trayectoria cristiana. El texto de 1 Samuel 23:15 al 18 es una ilustración simple y profunda de lo que debe suceder en la lucha permanente de la fe.
David está yendo de un lugar a otro en el desierto de Zif, cerca de cincuenta kilómetros al sur de Jerusalén, intentando permanecer lejos del camino de Saúl. Este era rey de Israel, y estaba decidido a matar a David porque lo temía como rival peligroso para el trono. Jonatán, hijo de Saúl, amaba a David y, sabiendo que se encontraba en el desierto de Zif, descendió para ayudarlo a encontrar fuerzas en Dios.
Esto nos enseña tres lecciones:
1. Todos necesitamos el compañerismo cristiano
Cualquiera de nosotros en algún momento pasará por un “desierto”. ¿Cómo vencer, en esas circunstancias? Hasta los líderes más experimentados necesitan compañeros cristianos a fin de “fortalecer sus manos en Dios”. David era santo, habilidoso, experimentado y fuerte, pero necesitaba a Jonatán.
Las relaciones cristianas no son solamente para los nuevos en la fe; son para todo creyente. Nosotros nunca dejamos de necesitar el ministerio de otros cristianos en nuestra vida. Si crees que estás más allá de la necesidad de exhortación diaria en el combate de la fe, entonces, probablemente tu corazón sea víctima del engaño del pecado.
Nunca pienses que eres tan fuerte que no necesitas ser fortalecido. Y nunca pienses que alguien está tan alto que no puedas ser tú el instrumento de Dios para dar fuerza a otro. Jonatán fue a pastorear a su amigo, que necesitaba ánimo y valor. Todos necesitamos compañerismo, porque aprendemos los unos de los otros, necesitamos alguien a quien rendir cuentas y somos considerablemente animados.
2. Un esfuerzo consciente
El fortalecimiento de la confianza de una persona en Dios implica esfuerzo consciente. El versículo 16 dice: “Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios”. Jonatán estaba libre de cualquier egoísmo. Él no vio a David como un rival que ocuparía el trono y lo sacaría de la línea de sucesión real. Él actuó como debe actuar alguien transformado y maduro en Cristo.
Existe un concepto de la filosofía llamado “Egoísmo ético”, que enseña que cada persona debe cuidar de sus propios intereses y olvidar los intereses de los demás, a no ser que el interés de los demás contribuya a sus propios intereses.
Hay estudios que concluyen que estamos ante la generación más narcisista de la historia. La Dra. Jean Twenge dedicó varios años a analizar esa tendencia social. Como resultado, en los últimos años publicó dos libros: Generation Me [La generación Yo] (2006) y The Narcissism Epidemic [La epidemia narcisista] (2009). Esta nueva generación fue consistentemente enseñada a colocar sus necesidades en primer lugar y concentrarse en cualquier cosa que los haga sentirse bien.
Esta ideología es completamente opuesta a la filosofía del Cielo. ¡Qué diferencia marcaría en nuestra iglesia si, cuando todos nos despertáramos de mañana, planificáramos fortalecer la mano de alguien en Dios! Jonatán no encontró a David accidentalmente en Hores (¡aunque a veces eso pudiera suceder!); Jonatán planificó ir a fortalecerlo. La marca del discipulado cristiano ocurre cuando alguien construye en su vida la intención y las ocasiones para fortalecer la confianza de alguien en Dios.
Somos discípulos de Cristo cuando amamos y cuidamos el uno del otro. Es necesario estar comprometidos con el crecimiento de alguien más. Es necesario tener la intención de apoyar al prójimo en Jesucristo, tener un grupo de compañeros en la fe con el propósito mutuo de dar ánimo mientras nos encaminamos rumbo al cielo.
3. Fortalecer al otro en Dios
El versículo 16 no dice que Jonatán vino de tan lejos al desierto con el objetivo de fortalecer la confianza propia de David; no hizo esto. Dice que Jonatán se levantó y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios. El fortalecimiento que debemos dar al otro es en Dios, no en nosotros mismos. El centro de Jonatán fue externo, y no antropocéntrico.
Por último, ¿cómo lo hizo? Jonatán dijo: “No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe” (vers. 17).
¿Cómo sabía Jonatán que David sería rey sobre Israel? Ellos eran amigos íntimos y, por eso, es difícil imaginar que David no hubiese dicho a Jonatán sobre el evento ocurrido en el capítulo 16, cuando el profeta Samuel lo había ungido, aun siendo joven, para ser rey sobre Israel. Así, la manera en que Jonatán fortaleció la mano de David en Dios fue recordándole la promesa que Dios le había hecho (1 Sam. 16:12). Saúl no podría tener éxito contra David, porque Dios estaba con él. Entonces, Jonatán fortaleció la confianza de David en Dios, recordándole su destino en los propósitos de Dios.
Fortalecemos las manos los unos de los otros en Dios cuando nos recordamos los unos a los otros las promesas divinas que son especialmente adecuadas para cada una de nuestras necesidades.
El secreto del éxito
Jonatán y David descubrieron el poder de estar juntos. Quién sabe lo que habría sucedido con David si su confianza no hubiese sido fortalecida en ese momento crítico.
Jonatán fue un tipo de Cristo. El Señor Jesús es aquel que nos fortalece en el desierto de esta vida, a fin de que seamos un Jonatán en la vida de un David moderno.
Como iglesia, debemos multiplicar el poder de estar juntos. Las personas que viven el cristianismo aisladas tendrán más dificultades al atravesar el desierto rumbo a la Canaán celestial. Vivir en comunidad y fortalecer al otro es siempre mejor. Por esa razón, a semejanza de la iglesia primitiva, necesitamos vivir en el templo y en las casas la bendición de estar juntos. No podemos ser una iglesia de espectadores que se encuentra cada siete días y vive de forma indiferente en relación con la necesidad del otro. La experiencia de los Grupos pequeños que se reúnen semanalmente para crecer en comunión, relaciones y misión debería ser buscada por toda iglesia que desea tener un ADN discipulador, con gente que cuida de gente.
El 5 de agosto, en toda Sudamérica, se estará celebrando el proyecto Multiplique esperanza–Conectando vidas. La idea es multiplicar la experiencia de las comunidades relacionales, celebrando la formación de dirigentes que pastorearán un Grupo pequeño de personas. ¡Ora e involúcrate en ese movimiento!
¡Acepta el llamado de Dios para ser un Jonatán moderno y fortalecer las manos (confianza) de tu hermano en Dios! RA
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