«MISSION TRIP»

05/04/2023

Ecos del viaje misionero más grande de todos los tiempos.

La acogedora República del Paraguay se encuentra en el corazón de Sudamérica. La primera Iglesia Adventista en ese país fue organizada en la ciudad de Encarnación, en 1903, por el pastor McCarthy. Contaba con catorce miembros.

Desde entonces, el mensaje adventista se ha difundido en este lugar. El número de miembros creció, así como también las historias misioneras. Como la que reflejamos a continuación.

En 1969, el pastor Yuji Eida, misionero de sostén propio, llegó desde Japón a suelo guaraní con el objetivo de trabajar en favor de la colonia japonesa que residía en el Paraguay. En 1970, fundó –y fue el primer director– una escuela adventista japonesa con internado en Asunción, capital de Paraguay. Además, gracias a su amistad e influencia, llegó al corazón de personas sensibles y con medios económicos para ayudar.

En 1983, cinco familias japonesas donaron un terreno de 120 hectáreas en Colonia Yguazú, sobre la Ruta Internacional que une Ciudad del Este con Asunción. El 31 de mayo de 1990 se colocó la piedra fundamental. Y el 2 de marzo de 1992 comenzaron las clases de educación primaria en lo que se llamó Colegio Adventista del Este Paraguayo (CADEP). Había 68 alumnos.

El tiempo transcurrió, y en 1996 se habilitó una de las residencias estudiantiles. Hoy, el CADEP imparte educación básica y secundaria a 145 alumnos, pero quiere seguir creciendo. Por eso, una ofrenda de todas las instituciones de División Sudamericana (DSA) —y de todos los empleados de la DSA— permitirá realizar mejoras edilicias y construir un templo para unas 400 personas.

En virtud de este plan, hace unas semanas, un grupo de 60 voluntarios de la DSA (entre secretarias, programadores, contadores, administradores, traductores, enfermeros y pastores), dejaron sus actividades laborales durante doce días para servir en la restauración del CADEP y realizar una feria de salud en la comunidad.

Así, se ofrecieron servicios asistenciales, médicos, espirituales y de evangelización. Cabe destacar que allí, además, se colocó la piedra fundamental de lo que será el nuevo lugar de culto. Todo fue una gran bendición.

 Tuve la alegría de participar en este proyecto y fue renovador para mí estar junto a una comunidad tan dedicada y comprometida con el servicio y la misión. También lo fue para todo el grupo de voluntarios.

“Siempre pensé que para ser misionera tendría que ser especialista en el área de la salud, pero aquí aprendí que, aun siendo secretaria, puedo ayudar de diferentes maneras. Esto cambió mi concepto de misión”, expresó Daiana.

“Fue maravilloso poner en práctica la letra de una canción que me gusta mucho, que dice que servir es ser un instrumento de Dios que hace sonreír a los tristes”, dijo Kelly, emocionada. Por su parte, Evaldo dijo haber experimentado un “compromiso y satisfacción al poder ayudar y ser ayudado”.

¿Qué nos impulsa a actuar de esta manera? El ejemplo supremo de nuestro Señor Jesús. Ya lo escribió San Pablo en Filipenses 2:5 al 8: “Haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús. Quien, aunque era de condición divina, no quiso aferrarse a su igualdad con Dios, sino que se despojó de sí mismo, tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres. Y quien, al tomar la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Elena de White menciona en el capítulo 1 de El Deseado de todas gentes, p. 14: “Hace más de dos mil años se oyó en el cielo una voz de significado misterioso que, partiendo del trono de Dios, decía: ‘He aquí que vengo’ ”. Cristo vino a nuestro mundo y, encarnándose, se hizo semejante a los hombres. Él conoce nuestras pruebas y se compadece de nuestras penas. Sin dudas, fue él quien realizó el viaje misionero más sublime de todos los tiempos. Dejó el Cielo y vino a nacer, a vivir y a morir por nosotros.

Animo a todas las instituciones de la Iglesia en la DSA a emprender —al menos— un viaje misionero al año. De igual modo, hago un llamado a todos para que hagan de su vida un viaje misionero que les permita terminar pronto la tarea de predicar el evangelio eterno a toda criatura.

¡Que mi vida sea un viaje de misión, y la tuya también!

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