Nuestra forma de pensar y nuestra salud psicoemocional tienen una relación muy estrecha. Un ejemplo que uso para ilustrar esto es nuestra propia casa. Si deseamos que sea acogedora, protectora y que se pueda disfrutar, hay que darle constante atención, mantenimiento o remodelación.
¿A quién dejo entrar? Si trato a mi mente como a mi casa, tendré cuidado de saber a quién invito para dialogar y compartir mi tiempo. Pensamientos, recuerdos, imágenes y diálogos interiores habitan mi mente constantemente. Hay estilos cognitivos que ayudan a crecer, a interpretar el mundo de forma provechosa, realista, con emociones equilibradas. Asimismo, hay formas tóxicas de interpretar la realidad, que generan pensamientos falsos y recurrentes que, como vecinos inoportunos, insisten en alterar nuestra paz.
El timbre de una casa está del lado de afuera; cualquiera podría hacerlo sonar. Así, no siempre tendremos control sobre lo que aparece en nuestra mente, pero sí podemos controlar qué se instala en ella. A veces detectamos diálogos interiores dañinos con los que hemos convivido por años: imágenes ansiosas, depresivas, culposas o críticas nocivas. ¿Cómo manejarlos? Al igual que como trataríamos a alguien que no queremos en nuestra casa.
Nuestras emociones frecuentemente son las que nos guían a detectar cuándo estamos en presencia de un “intruso”. Es importante aceptar lo que siento sin un juicio apresurado. Cuanto más hábil sea en reconocer qué emoción siento, más hábil seré en reconocer el tipo de pensamiento que se instaló en mi mente y más hábil seré en cambiarlo. Otras veces, repetir un decidido “¡Basta!” cada vez que detecto esos pensamientos o cambiar de conducta será suficiente.
¿A qué lugares de mi casa dedico más tiempo? Hay viviendas que presentan una imponente fachada pero que, al entrar, generan desconcierto por su ambiente lúgubre. Por otro lado, hay otras que tienen un frente sencillo, y en su interior se descubre luz, calidez y confort. Frecuentemente, es tanta la energía destinada a causar una impresión en los demás que se empobrece la experiencia de disfrute interno, la silenciosa experiencia de conexión con nuestra propia esencia. Esto construye autoestimas débiles y temerosas de que descubran quiénes somos realmente.
En nuestra casa hay lugares que no nos gustan, que funcionan mal o requieren mantenimiento, pero esto no la hace menos valiosa, sino que la hace real. Es importante cultivar la gratitud y el aprecio por mi mente, aunque tenga aspectos que no me gusten del todo. Pero también será mi responsabilidad mejorar esos lugares débiles sin echarle la culpa a una mala herencia o al vecino. A veces necesitaré pedir ayuda externa, y eso no significa que sea débil o incapaz, sino que hay algunas cosas que un profesional podrá entender mejor.
El trabajo de cuidar nuestra mente nunca acaba, y no estamos exentos de vivir incluso algún “terremoto” que haga caer paredes importantes. Ahí surgirán los recursos resilientes, mi involucramiento con la comunidad, las redes sociales y espirituales que me sostendrán.
Recordemos que las casas más atractivas son aquellas en las que la vida ha dejado su marca. Tendrá más color aquella mente que se permitió estar en contacto con diferentes visiones y personas sin temor a perder su propia identidad.
Muchas casas están destinadas a cuidar a miembros más pequeños en un primer momento, pero deberán transformarse en pista de despegue cuando sea necesario. Aferrarme a cosas, personas o situaciones que ya no quieren o no deben estar en mi casa aumenta el sufrimiento y el conflicto.
Por último, “casa” no es sinónimo de “hogar”. El hogar tiene que ver con la esencia que va más allá de las paredes. Son los afectos y las experiencias que me unen y dejan huella en los demás. Algún día, mi casa, así como mi mente, ya no existirá; pero lo que generé con los demás, la generosidad de mi hogar y el fruto de mi mente permanecerán en la vida con quienes compartí, y esa será mi mayor herencia. RA
Saludos cordiales desde Bolivia, tema importante para mejorar el comportamiento y estimular la relación familiar en contacto con sus alrededores, bendiciones y agradecimiento.
Hermoso Pamela! Realmente para pensar y rogar a nuestro padre celestial q nos ayude a cambiar