En un mundo complicado, destacamos la importancia vital de las oraciones de los padres por sus hijos.
El hogar en que crecí es hasta hoy un oasis de Dios para nosotros como hijos, para los nietos, los familiares y otras personas que se acercan a él. No es que estuviéramos libres de dificultades, pero disfrutábamos de la compañía especial de Jesús en casa. Me acuerdo bien de que los momentos de oración siempre fueron constantes. Todos los motivos servían para orar. Teníamos una vida sencilla. Crecimos en medio de la naturaleza, y aprendimos a valorar la comunión con Dios y con las personas.
Agradezco a mis padres por las decisiones que tomaron en favor de nuestra educación. Con su guía, la sensación que tuvimos, como niños, siempre fue de mucha protección y seguridad. Estuvimos protegidos por las oraciones y las actitudes de devoción cristiana en el hogar. Por más complicada que fuera la rutina para salir a la escuela, a veinte kilómetros de la ciudad, nos despertábamos de madrugada para tener la devoción personal. Siempre teníamos el estudio de la Biblia y de la lección de Escuela Sabática en las mañanas.
Aquella era una época de pocos materiales ilustrados para los niños, pero de mucha fidelidad por parte de los padres y los maestros de Escuela Sabática. Hoy tenemos abundancia de recursos para usar, y está en nuestras manos el aprovechar o no las facilidades de nuestros días.
Planes y proyectos
La División Sudamericana se alegra cuando comprueba que los líderes de las instituciones, las iglesias y las familias valoran e invierten en proyectos que alimentan el espíritu.
En cada Unión se producen muchos otros programas con la finalidad de atender los proyectos locales. En los países hispanos, estos datos se multiplican con las impresiones de cada región.
Pensando también en el público adolescente, se tradujo en lenguaje actual la colección de libros del Espíritu de Profecía que acompaña las lecciones de Escuela Sabática. Hoy totalizamos 55.650 libros distribuidos. Con la ayuda de todos, deseamos duplicar ese número el año que viene.
Educar en los caminos de Dios a nuestros hijos es el gran privilegio que tenemos. Los tesoros y el alimento no faltan. Sin embargo, quiero destacar aquel precioso rol de intercesión de los padres por sus hijos. La unión del acompañamiento amoroso, el estudio y la oración es el secreto para el éxito espiritual.
Hay en las uniones, los campos y las iglesias de América del Sur excelentes proyectos del Ministerio del Niño y el Adolescente que tienen por objetivo fortalecer la comunión, la relación y el compromiso misionero de nuestros niños y niñas. Esto es muy bueno y necesario. Pero creo que si, como padres, no intercedemos por nuestros hijos y los entregamos al Señor a fin de que los cubra con su Espíritu, nuestra obra fracasará.
En la Biblia encontramos ejemplos de intercesión por otros. Jesús mismo nos dio la orden de orar aun por nuestros enemigos (Mat. 5:44). Pablo oraba constantemente por sus hijos en la fe en todos los lugares que predicaba y convertía fieles (Efe. 6:18). En 1 Timoteo 2:1 afirma: “Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres”. Por su parte, Jeremías intercedía por el pueblo, aunque este era rebelde, y pedía a Dios misericordia por amor de su nombre (Jer. 14:21). En el Antiguo Testamento, Samuel afirma que no deseaba pecar contra el Señor por dejar de orar por su pueblo (1 Sam. 12:23).
A pesar de todo el énfasis que la Biblia da al valor de la intercesión, ¿te has preguntado en algún momento por qué razón orar por otros, si Dios ya conoce la situación y la va a resolver conforme a su voluntad?
Más allá de los beneficios de la oración para quien ora y para quien recibe, me convencí del valor de la intercesión cuando entendí que debido al libre albedrío que Dios otorgó al hombre él mismo queda limitado en su acción. Sin embargo, cuando un padre está clamando a Dios por su hijo, el Todopoderoso tiene la posibilidad de librar y conducir a ese joven al presentar a Satanás la oración de ese padre intercesor. Observa esta promesa registrada en el capítulo 11 del libro El camino a Cristo, de Elena de White: “Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no lo pueda leer, ni perplejidad tan grande que no la pueda desenredar”.
El desafío no es contra fuerzas humanas; de hecho, es contra los gobernadores de las tinieblas (Efe. 6:12). En el mismo capítulo, Elena de White afirma que “las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan la oración”.
“La unión del acompañamiento amoroso, el estudio y la oración es el secreto para el éxito espiritual”.
¿Prestaste atención a esa frase? Puede ser que tengas hijos alejados de la fe en Jesús. Si es así, creo que intercedes por ellos constantemente. Pero ¿quién sabe?, muchos lectores pueden estar confortablemente alejados de sus intercesiones por sus hijos porque estos frecuentan la iglesia, o porque aún son pequeños, totalmente obedientes a sus enseñanzas, o por tener hogares tranquilos donde todos favorecen la religión.
Vivir sin puertas
No podemos olvidar que, en cualquier lugar o a cualquier edad que tengan, nuestros hijos son atacados por el enemigo. ¿Has notado quiénes son las presas preferidas de las fieras salvajes? Observa cómo los cachorros son los objetivos más fáciles. Si descansamos, estamos permitiendo que nuestra casa tenga las puertas y las ventanas abiertas a la entrada del mal.
Hace algunos días, escuché a una amiga predicar y hacer un planteo muy coherente: “¿Cuál sería el valor de una casa bien construida, con paredes gruesas y material de calidad, si ese inmueble no tuviera puertas, ventanas y paredes para proteger su interior? ¿Te sentirías seguro en una casa sin puertas, si vivieras en una sabana africana con leones feroces sueltos?”
Pues bien, nuestro mundo es como una sabana con leones sueltos. Y tu vivienda ¿tiene la protección debida o está desprotegida? La escritora Elena de White afirma que la única puerta que debemos mantener abierta es la del corazón. Pero, pidiendo una visita especial: Jesús, para que venga a habitarlo como Huésped celestial.
Dios ama a tu familia. Desea prepararlos a tus hijos y a ti para un encuentro especial con él en el cielo. Se nos presenta como el Buen Pastor, que cuida y da hasta su vida por sus ovejas. Si tienes ovejitas o corderitos perdidos, no te desanimes, confía en él y continúa actuando e intercediendo. Si tienes ovejas en el aprisco, también mantén el cuidado y la oración constantes. No permitas que solamente las paredes del hogar estén firmes. La iglesia, los proyectos, las actividades religiosas pueden ayudar, pero estos son “paredes” en tu hogar. Haz de la oración las puertas, las ventanas y los muros de protección.
¿Cuántas veces por día dedicamos a nuestros hijos al Señor? ¿Cuánto tiempo compartimos con ellos oraciones y el estudio de la Biblia? Como los niños y los adolescentes aprenden por las vivencias más que por las órdenes, son preciosos los momentos familiares que compartimos con ellos y con Dios. No te preocupes tanto por la forma o el lugar, sino por la relación, la interacción, el mensaje, las experiencias, los testimonios y la entrega de la vida que harán en esos momentos.
Aún resuena en mi mente la oración del culto en casa: “Tómanos, ¡oh, Señor!, para que seamos enteramente tuyos. A tus pies depositamos todos nuestros proyectos. Úsanos hoy en tu servicio y permite que toda nuestra obra sea hecha en ti”. Soy prueba viviente del resultado de padres que oran e interceden todos los días. ¡Y hoy puedo alabar al Señor porque ellos escogieron interceder con y por nosotros todos los días! RA
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