Más que el sábado

03/07/2018

Somos llamados a restaurar también la familia.

Hay dos instituciones que Dios estableció en su diseño original al crear el mundo y al ser humano: el sábado y el matrimonio (en última instancia, la familia). Estas dos instituciones fueron dadas, en primer lugar, para canalizar la vivencia espiritual con nuestro Creador, pero también para brindar al ser humano el equilibrio y el bienestar físico, mental y social. Y así como “el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mar. 2:27, NVI), el matrimonio también fue creado porque “no es bueno que el hombre esté solo” (Gén. 2:18). Ambas instituciones fueron creadas dentro de un diseño original de Dios para la felicidad del ser humano.

No es de extrañar, entonces, que Satanás se haya dedicado con tanta insistencia a atacar el sábado como día de reposo y la familia como el hábitat ideal para la contención, el crecimiento y la felicidad de sus integrantes. El ensañamiento de Satanás contra el día de reposo bíblico desempeña, incluso, un papel importante en las profecías apocalípticas, al mencionar estas que el poder político-religioso utilizado por el maligno (el Papado) intentaría “cambiar los tiempos y la ley” (Dan. 7:25) durante los 1.260 años de persecución durante la Edad Media, y nuevamente el sábado tendrá un papel importante cuando a aquellos que adoren en sábado y no lo hagan en domingo se les impedirá “comprar ni vender si no [tienen] la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apoc. 13:17).

Por otro lado, la institución de la familia ha estado bajo ataque del maligno desde el comienzo, pero en estos últimos tiempos el fuego proviene desde tantos ángulos distintos que es difícil mantenerse ileso. Por un lado, está el descreimiento total en el matrimonio como institución misma, lo que lleva a muchos a convivir durante algún tiempo, solo para “ver si funciona”. Esta falta de compromiso inicial, por supuesto, firma la carta de defunción de esa unión, y entonces las personas modernas cambian de “pareja” como si estuvieran cambiando de modelo de celular.

Por el otro lado, el ataque desde el ángulo sexual es mucho más fuerte. La pornografía lo permea todo, como una sombra omnipresente que afecta desde preadolescentes hasta ancianos, sin distinguir hombres ni mujeres. Esa sexualidad superficial, que dicta desde la manera de vestirse hasta las relaciones más cotidianas, acaba rompiendo miles de matrimonios, al hacer que millones de personas quiebren el séptimo Mandamiento (“No cometerás adulterio”), ya sea físicamente como virtualmente; este último, un pecado tan grave como el primero: “Han oído el mandamiento que dice: ‘No cometas adulterio’. Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón” (Mat. 5:27, NTV).

«No es de extrañar que satanás se haya dedicado a atacar tanto al sábado como a la familia”.

La sexualidad mal encauzada se manifiesta, también, en la homosexualidad, ya que va contra el diseño original de Dios de un matrimonio entre un hombre y una mujer. (Romanos 1 habla de cómo, al haber cambiado a Dios por otros ídolos, el ser humano también cambió el diseño divino de la sexualidad, pues “las mujeres se rebelaron contra la forma natural de tener relaciones sexuales y, en cambio, dieron rienda suelta al sexo unas con otras”, y “los hombres, por su parte, en lugar de tener relaciones sexuales normales, con la mujer, ardieron en pasiones unos con otros” [Rom. 1:26, 27, NTV].)

Esta alteración del diseño original para la familia y la sexualidad humana, sumada a la alteración que la medicina puede hacer de la forma exterior del cuerpo del ser humano, ha llevado a la idea de que el sexo (la diferenciación sexual genética que separa a la humanidad en dos grupos: hombre y mujer) y el género (término acuñado por los promotores de esta nueva tendencia) puedan no corresponder, y que, por lo tanto, cada uno esté en su derecho de elegir la identidad sexual que desea tener, independientemente de si haya nacido hombre y mujer desde le punto de vista biológico.

Ante este panorama, como Adventistas, hemos sido llamados a ser “reparadores de portillos” (Isa. 58:12) no solo en una de las instituciones edénicas como lo es el sábado, sino también para llamar al diseño original en esta segunda institución: el matrimonio y la familia bíblicos. ¿Cómo podemos levantar este estandarte? En primer lugar, fortaleciendo nuestros lazos familiares de manera personal. Nuestras familias deberían ser una demostración, para aquellos que nos rodean, de que es posible vivir el ideal bíblico para el matrimonio y la familia, y de las bendiciones que se derraman cuando la familia se enmarca en estos principios bíblicos. En segundo lugar, siempre que sea posible, debemos levantar nuestra voz en la sociedad, llamando a todos a vivir plenamente el ideal de Dios para la familia.

Sí, reparadores de portillos a través del ejemplo y la defensa pública. RA

  • Pastor y doctor en Teología. Desempeña su ministerio en la ACES desde 2001. Autor de "Versiones de la Biblia", es Jefe de Redacción y director de la Revista Adventista desde 2010. Está casado con Claudia y tiene dos hijos: Gabriel y Julieta.

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