LIBROS QUE HABLAN

Una invitación a proclamar la verdad a través de los libros inspirados que contienen un mensaje para este tiempo.

Deben trazarse planes para realizar un esfuerzo fervoroso y perseverante en el servicio del Maestro. Hay mucho que hacer para impulsar la obra de Dios. Se me ha indicado que la obra del colportaje ha de revivir y ha de ser llevada adelante con éxito creciente. Es la obra del Señor, y los que la emprendan con fervor y diligencia recibirán una bendición.

Los libros más grandes –Patriarcas y profetas, El conflicto de los siglos y El Deseado de todas las gentes– deben venderse por doquiera. Estos libros contienen verdad para este tiempo: una verdad que debe ser proclamada en todas partes del mundo. Nada ha de obstaculizar su venta.

La Hna. White no es la originadora de estos libros. Ellos contienen la instrucción que durante el período de su vida Dios le ha estado dando. Contienen la luz preciosa y consoladora que Dios ha concedido generosamente a su sierva para ser dada al mundo.

De sus páginas esta luz ha de brillar iluminando los corazones de los hombres y las mujeres, conduciéndolos al Salvador. El Señor me ha señalado que estos libros han de ser esparcidos por todo el mundo. Hay en ellos verdad que, para quien la recibe, es un sabor de vida para vida. Son mensajeros silenciosos a favor de Dios.

En lo pasado han sido los medios en sus manos [de Dios] para convencer y convertir a muchas personas. Muchos los han leído con ávida expectativa, y por medio de su lectura han sido guiados a ver la eficacia de la expiación de Cristo y a confiar en su poder. Han sido inducidos a encomendar el cuidado de su vida a su Creador, esperando y anhelando la venida del Salvador para llevar a sus amados a su hogar eterno. En lo futuro, estos libros han de aclarar el evangelio a muchos otros, revelándoles el camino de la salvación.

El Señor envió a su pueblo mucha instrucción, línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poquito allá. Poco caso se hace de la Biblia, y el Señor dio una luz menor para guiar a hombres y a mujeres a la luz mayor. ¡Oh, cuánto bien podría haberse realizado si los libros que contienen esta luz hubiesen sido leídos con la determinación de practicar los principios que contienen! Habría una vigilancia, una abnegación y un esfuerzo resuelto mil veces mayores. Y muchos más se regocijarían hoy en la luz de la verdad presente.

Hermanos y hermanas, trabajen fervorosamente para hacer circular estos libros. Pongan su corazón en esta tarea, y la bendición de Dios los acompañará. Salgan con fe, orando que el Señor prepare los corazones para recibir la luz. Sean agradables y corteses. Muestren, por medio de una conducta consecuente, que son verdaderos cristianos. Caminen y trabajen de acuerdo con la luz del Cielo, y vuestra senda será como la senda de los justos, cuyo brillo va aumentando hasta que el día es perfecto [Prov. 4:18].

Lleven los libros a los hombres de negocios, a los maestros del evangelio, cuya atención no ha sido llamada a las verdades especiales para este tiempo. El mensaje ha de ser dado “por los caminos”: a hombres que están empeñados activamente en la labor del mundo, a los maestros y a los dirigentes del pueblo. Millares pueden ser alcanzados de la manera más sencilla y humilde. […] A menudo las palabras bien preparadas y estudiadas tienen poca influencia. Pero la expresión veraz y honrada de un hijo o una hija de Dios, hablada con sencillez natural, tiene poder para abrir la puerta de los corazones que por mucho tiempo han estado cerrados para Cristo y su amor.

Nadie piense que se halla en libertad para cruzarse de brazos y no hacer nada. El que alguien pueda salvarse en la indolencia y la inactividad es completamente imposible. Piensen en lo que hizo Jesús durante su ministerio terrenal. ¡Cuán fervorosos, cuán incansables eran sus esfuerzos! No permitió que nada lo desviara de la obra que le fuera encomendada. ¿Estamos siguiendo sus pasos?


Texto extraído de la Review and Herald del 20 de enero de 1903.

  • Mensajera del Señor, escritora y predicadora, Elena de White (1827-1915) fue una de las organizadoras de la Iglesia Adventista. Entre sus muchos escritos se encuentran cientos de valiosas cartas.

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