“Enséñanos a pensar cómo vivir para que nuestra mente se llene de sabiduría” (Sal. 90:12, TLA).
Nos guste o no, los dispositivos digitales están en todas partes; sobre todo, en estos últimos meses de pandemia, homeschooling y teletrabajo. Incluso, algunos de nosotros apenas podemos dejarlos de lado, aun cuando estamos en presencia de seres queridos o amigos.
Si bien estos dispositivos nos están ayudando a estudiar, a “aprender” (lo coloco entre comillas porque, al parecer, no es tan efectivo como pensábamos) y a comunicarnos, lamentablemente, también interfieren en nuestros patrones de sueño, nuestra capacidad creativa y, por lo tanto, en nuestra conducta como seres humanos.
El cerebro humano en crecimiento (recuerda que el cerebro completa su desarrollo entre los 27 y los 30 años) está constantemente construyendo conexiones neuronales mientras elimina las menos utilizadas, y el uso de los medios digitales juega un papel activo en ese proceso. Gran parte de lo que sucede en la pantalla proporciona una estimulación empobrecida del cerebro en desarrollo, en comparación con la estimulación que el cerebro puede recibir producto de la interacción real con otras personas.
Prácticamente todos los juegos y las redes sociales activan el sistema de recompensa cerebral, el cual está asociado a la segregación de dopamina (neurotransmisor asociado al placer). Imagina una persona que va a un casino, compra una serie de fichas y se dirige a las máquinas tragamonedas, tan características de esos lugares de juego. ¿Qué ocurre cuando la persona “casi” gana el pozo millonario? Sigue jugando… ¡con la esperanza de ganar! “Una más, una oportunidad más”, se repite el jugador a sí mismo. Quien “habla” allí es ese sistema de recompensa manifestándose de forma clara. Lo mismo ocurre con los juegos de video y las aplicaciones interactivas que tenemos en nuestro celular, y que muchas veces entregamos a nuestros más pequeños para que se calmen un rato.
Es importante que recordemos que el cerebro de los niños y los adolescentes carece de la madurez que tenemos los adultos (o por lo menos, la mayoría de nosotros) para autorregularse. Es decir, para exclamar: “¡Basta! Apago mi celular porque necesito dormir”. Este sistema de autocontrol, una vez madurado, nos ayuda a detener este tipo de comportamientos obsesivos asociados al placer.
Por otra parte, una buena noche de descanso también es clave para el desarrollo del cerebro, y cientos de investigaciones han demostrado que el uso de dispositivos de pantalla que emiten luz azul (como los teléfonos inteligentes) antes de acostarnos puede alterar los patrones de sueño al suprimir la secreción de melatonina, la hormona del sueño.
El problema, cuando muchos de nosotros nos quedamos despiertos hasta tarde enviando mensajes de texto o viendo videos en Instagram, no es que solo estamos durmiendo menos; también disminuye el tiempo del sueño REM, sueño profundo y esencial para el procesamiento y el almacenamiento en la memoria de la información que hemos aprendido a lo largo del día.
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Tiramos todos los dispositivos electrónicos y vivimos en una burbuja? ¿Cómo ayudamos a los más pequeños a desarrollar habilidades para la vida, que los ayuden a administrar este tipo de situaciones?
Veamos:
- Tu primera responsabilidad como adulto es conocer cómo funcionan estas aplicaciones o juegos. Si los conoces, sabrás cómo administrarlos.
- Sé el primero en dar el ejemplo. Si quieres que tus hijos hablen contigo y se desconecten de los aparatos durante el almuerzo o la cena, haz tú lo mismo.
- Eviten el uso de pantallas que emiten luz azul (celulares, tabletas, computadoras, etc.) al menos dos horas antes de acostarse.
- Ayuda a tus hijos a planificar cómo pasar su tiempo, orientándose hacia actividades importantes y favoritas, para evitar deslizarse en el abismo de la pantalla.
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